Sisa partirá y en su cara no cabrán más besos

El cantautor recibió en el Festival Grec el homenaje y cariño de su gremio y de un público que quiso ser “malalt del cel”

Concierto homenaje al cantautor catalán Jaume Sisa en el Festival Grec.Carles Ribas

Como en muchas películas románticas con hermoso beso final, lo mejor estuvo justo antes de caer el telón. La pléyade de artistas que le habían homenajeado estaba sobre el escenario celebrando La primera comunió, cuando tímidamente hizo aparición por el lado derecho, acompañado para evitar las sillas que habían decorado el concierto y se interponían en su camino. Gafas redondas de pasta negra sujetas con una goma entorno a la cabeza, colores vivos en la camisa, pantalón remangado hasta media tibia. Se le veía feliz, como un niño que abre el regalo más deseado el día de su cumpleaños. ...

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Como en muchas películas románticas con hermoso beso final, lo mejor estuvo justo antes de caer el telón. La pléyade de artistas que le habían homenajeado estaba sobre el escenario celebrando La primera comunió, cuando tímidamente hizo aparición por el lado derecho, acompañado para evitar las sillas que habían decorado el concierto y se interponían en su camino. Gafas redondas de pasta negra sujetas con una goma entorno a la cabeza, colores vivos en la camisa, pantalón remangado hasta media tibia. Se le veía feliz, como un niño que abre el regalo más deseado el día de su cumpleaños. Era Sisa recibiendo el respeto, cariño y homenaje de sus compañeros de profesión y de un público puesto en pie. En breve la ciudad le volverá a reconocer, esta vez con la Medalla de Oro al Mérito Cultural. A Sisa no solo se le loará cuando le toque marchar, partirá con muchos besos en las mejillas.

Y recordará con particular cariño los que recibió en el Festival Grec. Primero en forma de valor, besos de arrojo de quienes participaron, pues cantar a Sisa quedó claro, en la noche del miércoles, que resulta dificilísimo, por no decir que imposible. O se cambia por completo el registro o se naufraga. Cariñosa, respetuosa y sutil fue también la dirección musical de Gregori Ferrer (piano y teclados), al frente de un grupo de seis músicos más (violín, clarinete, violoncelo, guitarra, contrabajo y batería) que dispusieron una alfombra ininterrumpida de música bajo las gargantas de los intérpretes, que bordaron Malalts del cel, el último disco publicado por Sisa y antesala de su discreto mutis artístico. Para tomar nota, otra muestra de respeto, esta por omisión: si en los homenajes resulta tediosa la verborrea admirativa hacia el homenajeado por innecesaria, repetitiva, previsible y blanda, aquí nadie dijo ni mu, nadie presentó a nadie, nadie dijo quién era, nadie abrió la boca para otra cosa que no fuese cantar, y, por no decir, ni se dieron las gracias tras los preceptivos aplausos, algunos de pura educación. Todo fue tuétano bajo las bombillas que recreaban un envelat, el motocarro azul humeante que hacía juego con un árbol seco de igual color y las mesitas que poblaban la escena, mesas de fiesta popular, no de cabaret.

Concierto homenaje al cantautor catalán Jaume Sisa.Carles Ribas

En este sencillo diseño no era preciso más para dar claves del mundo de Sisa, un desfile de música popular que comenzaba en bolero, pasaba por un vals, tomaba aires de pasodoble y se deshilachaba en esas baladas preñadas de ternura y desamparo. Un baño de pesimismo esperanzado de quien se siente expulsado de un mundo a la deriva al que, pese a todo, se sigue mirando con ternura. Como en todos los homenajes, hubo de todo: quien cantó de pie, quien lo hizo sentado, quien no se sabía la letra, quien se notó que la cantaba cada día en la ducha, quien se equivocó, quien no afinó, quien impuso su estilo al repertorio y quien por él paso de puntillas. Nada que objetar cuando la máxima es el cariño, el respeto, la admiración y la asunción de riesgos a los que nadie obliga. Además, casi todos los artistas participantes tenían algo de Sisa: Carabén, su compostura; Guillem Gisbert, su serio sentido del humor; Quimi, su punto gamberro; Tronco, el delicioso carácter naíf; Maria Rodés, su intimismo; Tarta Relena, su capacidad de transformación; Roger Mas, su veneración por la palabra; Maria Arnal, su laica espiritualidad; Joan Garriga, el carácter popular; Queralt Lahoz, su determinación; Julio Bustamante, su sol mediterráneo y Marina Rosell, haber compartido el escenario de la vida en parecidas coordenadas.

Malalts del cel no fue interpretado por Sisa en directo, pero no cabe decir que es su Sagrada Familia, pese a que otros lo han acabado por cantar. Las canciones pueden ser efímeras y todas y cada una de las personas que aplaudieron las del disco, ampliadas con los bises de Coristes i numismàtics y la citada La primera comunió, se llevaron a casa sus conclusiones, y las peores en breve serán olvidadas. Quedará el cariño, un cariño que Sisa pudo sentir, y la convicción imborrable e imperecedera de que para cantar a Sisa y dar sentido a sus maravillosas letras tienes que ser Jaume Sisa: solo él sabe cantarlas con esa singular impericia técnica que convierte en magistrales sus interpretaciones.

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