Ciudadanía y transición energética

En Cataluña existe un gran retraso en la transición hacia las energías renovables. Sin un rápido despliegue de estas energías, el resultado será una combinación de incumplimiento en la reducción de emisiones de CO2, dependencia energética y presión para alargar aún más la vida de las nucleares.

La población ha de ser consciente de que las energías renovables comportan ocupación de espacio y aceptar ciertos impactos en el territorio. Ello genera conflictos y hay que gestionarlos sin dejar de avanzar en la inevitable...

En Cataluña existe un gran retraso en la transición hacia las energías renovables. Sin un rápido despliegue de estas energías, el resultado será una combinación de incumplimiento en la reducción de emisiones de CO2, dependencia energética y presión para alargar aún más la vida de las nucleares.

La población ha de ser consciente de que las energías renovables comportan ocupación de espacio y aceptar ciertos impactos en el territorio. Ello genera conflictos y hay que gestionarlos sin dejar de avanzar en la inevitable transición y hacerlo de la forma más justa posible.

Las ciudades tienen un papel fundamental no solo apostando por la eficiencia y el ahorro energético sino también contribuyendo a crear una red de generación de energía distribuida a través de lo que podríamos llamar la revolución de los tejados. Se trata de convertir el espacio disponible en los tejados en centros de producción de electricidad mediante la instalación de placas solares.

Los vecinos y vecinas pueden agruparse para invertir en esta alternativa de autoconsumo que disminuye la dependencia energética y aumenta la eficiencia reduciendo pérdidas de distribución. Las comunidades energéticas invierten y recuperan el dinero ahorrando en factura eléctrica (y vendiendo los excedentes en las horas que producen más energía de la que necesitan).

Hasta hace poco las trabas legales y económicas para el autoconsumo hacían casi imposible optar por esta alternativa. No se podían vender los excedentes eléctricos si no se trataba de una empresa energética, no se podían establecer sistemas colectivos entre varias familias y se había aprobado una carga económica (“impuesto al sol”) para contribuir a financiar las redes eléctricas incluso cuando no se utilizaban.

La situación ha cambiado. Pero aún existen dificultades que hay que superar. Se trata de que la ciudadanía pase de un papel pasivo de meros consumidores de electricidad a un papel activo de productores-consumidores. Los obstáculos más importantes son de información y de superación de las posibles desconfianzas entre las personas que han de implicarse en un proyecto colectivo. Para superar estos obstáculos, las administraciones locales tienen un papel fundamental.

En este sentido, es de celebrar la iniciativa presentada por el ayuntamiento de Barcelona con el nombre Momento Solar mediante un convenio con los agentes fundamentales que pueden ayudar a superar las trabas para la instalación de placas solares en los edificios: el gremio de instaladores y el de administradores de fincas.

La ciudadanía puede hacer una inversión no solo ambientalmente responsable sino también monetariamente rentable aprovechando la existencia de importantes desgravaciones en el impuesto de bienes inmuebles; y existen instrumentos de financiación diseñados para este tipo de inversiones que permiten ir pagando la inversión con el dinero ahorrado sin tener que avanzar el dinero invertido.

En ciudades densas como Barcelona, difícilmente puede prescindirse de la importación de energía del exterior, pero sí se puede cubrir buena parte de sus necesidades energéticas aprovechando el recurso más descentralizado que existe: el sol. Que ello se haga de forma más o menos rápida y extensa depende de la acción pública y de que vecinas y vecinos innovadores se embarquen en el proyecto y sirvan de referencia para que otros hagan lo mismo.

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