¿Cuánto cobraron los Manolos en la clausura de los Juegos Olímpicos de 1992?
La newsletter de EL PAÍS en Barcelona se reúne con el mítico grupo de rumba en el estadio olímpico 30 años después del “atletas, bajen del escenario”
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Este artículo corresponde al envío de la newsletter de EL PAÍS en Barcelona. La newsletter es gratuita y se envía cada miércoles a las 9.30 a los correos electrónicos de aquellos que se han suscrito. Todos aquellos que quieran inscribirse pueden hacerlo en este enlace.
Buenos días:
El deporte no es lo mío, por eso solo conservo imágenes icónicas de los Juegos Olímpicos de 1992. El Cobi de Mariscal, al principio no me gustó y a las dos semanas me encantaba. Otra imagen que me emocionó –esto demuestra la tontería que me acompaña de serie- es el Hola gigantesco que formaron decenas de humanos durante la ceremonia de inauguración. Lo de la flecha volando hacia el pebetero reconozco que tiene su gracia, pero lo que quedó fijado en mi memoria fue lo que ocurrió a las 23.45 del 9 de agosto de 1992, en la clausura.
Era un momento histórico, Peret, los Amaya y Los Manolos interpretaban éxitos de la rumba catalana y mostraban al mundo el cante, la alegría y el color que se estila en este punto del Mediterráneo. Llevados por la emoción, decenas de deportistas se vinieron arriba y subieron al escenario para bailar junto a los artistas. Esa tarima no estaba preparada para soportar tanto peso. En televisión apenas se distinguía a los cantantes y se veía a los deportistas saltar al ritmo de gitana hechicera, una aventura, el meu avi… Tuvo que ser la voz de Constantino Romero, con su ya famoso “Atletas, bajen del escenario” (ayudado de los voluntarios) el que acabó echando a los deportistas del entarimado. No hubo tragedia y aquello quedó como la velada de la rumba y en la noche del: “¡ayyy lo que podía haber pasado!”.
Mi misión la semana pasada era intentar que los mismísimos Manolos, 30 años después, regresaran al estadio olímpico de Montjuïc. (Spoiler: fue sencillo. Y si pinchas en la imagen, puedes ver el vídeo).
Les llamé y les propuse, con muchas dudas, volver al estadio del “atletas bajen del escenario”.
Los Manolos contestaron: “Cuando quieras”.
Al día siguiente me enviaron un whatsApp: “¿Vamos vestidos de Manolos?”.
Respuesta: “Claro”. “Sí, sí, de Manolos”. “Por favor, venid vestidos de Manolos”.
El lunes de la semana pasada nos fuimos para el estadio. Aparecieron Joan y Rogeli Herrero, Xavi Calero, Josep Gómez, Ramón Grau y Toni Pelegrín dispuestos a hacernos, aunque sea por un minuto, revivir aquella noche. Los Manolos rondan los 60 años pero rezuman juventud. La noche de la ceremonia de clausura seguro que se vistieron con el uniforme de los Manolos en camerinos de gente VIP. El lunes lo hicieron entre las gradas huérfanas de público de un estadio vacío, silencioso e infrautilizado. Cantaron Bum Bum, el nuevo single con el que conmemoran las tres décadas de los juegos barceloneses y, a petición nuestra, también interpretaron el Amics per Sempre. Ojo que ahí me di cuenta de que mi memoria ya no es lo que era.
Rogeli Herrero: “Amics per Sempre fue el himno olímpico, pero no lo cantamos la noche de la clausura. De hecho, no la teníamos ni grabada”.
Xavi Calero: “Yo mismo estaba convencido de que la habíamos cantado”.
Los Manolos eran en 1992 uno de los grupos de moda y el Ayuntamiento de Barcelona creyó que junto con Peret y los Amaya serían la guinda ideal para los juegos. “Aquel año habíamos tenido mucho éxito con el All my loving”, recuerda Calero.
En la clausura no cantaron Amics per Sempre pero sí otras canciones. A priori, si no pensaban en los 3.200 millones de espectadores que iban a verlos por televisión, no debía ser una actuación complicada porque todo era playback. “Estaba todo ensayado al milímetro, pero cuando salimos, el escenario estaba lleno de atletas bailando y borrachos”, recuerda Calero. “Peret nos avisó que aquello podía caerse y, mientras seguía el playback, nos dijo que fuésemos a la grada de cemento, por eso hay imágenes en las que estamos todos cantando en línea”, advierte Rogeli. “Nos dimos cuenta del peligro que había si eso se desplomaba. En los ensayos vimos que debajo de la plataforma había una estructura de vigas cruzadas. Si el escenario se venía abajo nos quedábamos clavados como pinchitos”, reconoce Joan. No pasó nada y al día siguiente de la clausura se fueron de bolo a Gijón sin ser muy conscientes de lo que acababan de vivir.
Esa noche y muchas más han hecho que Amics per Sempre (pese a que no la cantaron) y All my loving formen ya parte del patrimonio musical colectivo. “Nuestras canciones transmiten valores universales y se cantan en bodas, bautizos y pronto en divorcios”, ironiza Calero. “Somos un grupo de culto popular. El público nos tiene como algo propio”, se enorgullece Joan. “Hace 30 años en Barcelona había un objetivo común. Todos remábamos en una dirección y ahora parece que este espíritu colectivo ha cambiado. Los Manolos estamos aquí para poner música y color y olvidarnos de las penas”, defiende Rogeli.
En este encuentro con Los Manolos he conseguido una exclusiva que voy a hacer pública 30 años después: “¿Cuánto cobraron los Manolos aquella noche?
Joan Herrero: “Una peseta. Nadie cobró en los Juegos Olímpicos. Después de la clausura celebraron un acto público en el que entregaron una peseta de oro a todos los participantes. A nosotros, que entonces éramos diez, solo nos dieron una peseta de oro. Hoy, 30 años más tarde, queremos reivindicar al Ayuntamiento que nos deben nueve pesetas. Por cierto, ¿dónde está aquella peseta?”
Los Manolos se miran entre ellos. 30 años después quedan todos los recuerdos de aquella noche, pero ni rastro de la peseta de oro que cobraron por mostrar la rumba al mundo.
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