Vocación de pal de paller
Pere Aragonès consigue en algunos momentos representar el papel del ‘home assenyat’, el dirigente correcto que no excita pero tampoco repele
El objetivo nada disimulado de Esquerra Republicana es ocupar el espacio central de la política catalana, el pal de paller que fue en su momento Convergència i Unió, en ese tiempo en que Jordi Pujol aparecía por doquier entre vítores y no como ahora, que lo hace de improviso y provocando muecas de disgusto. Mientras el procés ha estado en modo on no había espacio central posible (que se lo pregunten a los ...
El objetivo nada disimulado de Esquerra Republicana es ocupar el espacio central de la política catalana, el pal de paller que fue en su momento Convergència i Unió, en ese tiempo en que Jordi Pujol aparecía por doquier entre vítores y no como ahora, que lo hace de improviso y provocando muecas de disgusto. Mientras el procés ha estado en modo on no había espacio central posible (que se lo pregunten a los comunes, que intentaron esquivar las trincheras y acabaron recibiendo los disparos de ambos lados). Pero hoy no es ayer, y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, consigue en algunos momentos representar el papel del home assenyat, el dirigente correcto que no excita pero tampoco repele. Le ayuda esa imagen de chico aplicado sin una arruga en el traje, le beneficia que esa estrategia no requiera un carisma desbordante, y puede aprovecharse también de que sus socios, herederos de aquellos pujolistas del pal de paller de antaño, hayan decidido arrinconarse en la esquina de los alumnos traviesos, allí donde vegetan los manifestantes de la Meridiana.
Digo todo esto después de ver cómo, en la última sesión de control en el Parlament, Aragonès era acusado a la vez de menospreciar una reunión del Gobierno central y de rebajarse a ir a otra reunión con el Gobierno central. Mientras el bloque españolista le reprochaba que no asista a la conferencia de presidentes autonómicos, Junts per Cat y la CUP le atacaban por haberse sentado a la mesa de negociación bilateral —que dio menos frutos que un abeto de plástico. El president, sin despeinarse —dudo que se despeine ni en el Cap de Creus una tarde de Tramontana—, argumentó que no iba a la conferencia porque “no se llega a ningún acuerdo”, y justificó la comisión bilateral, arguyendo, “iremos a todas partes que sean útiles por escasos que sean los resultados”. El matiz es muy tenue. Pero es el lenguaje de un dirigente alérgico al activismo, obsesionado con la idea de “fortalecer las instituciones de Cataluña”. “Es lo que nos corresponde a todos”, quiso insistir, tal vez pensando en Laura Borràs, más proclive a olvidar que es la segunda autoridad del país.
En parte, Aragonès y ERC pueden ejercer ese papel porque las retóricas de la desobediencia son eso, retóricas. Sin ir más lejos, en esta misma sesión plenaria, el Parlament de Cataluña ha elegido a un nuevo miembro de la mesa tras acatar la inhabilitación de Pau Juvillà, ya ex diputado de la CUP. Su puesto lo ocupa ahora un peso pesado de su formación, Carles Riera.