Formación profesional: ¿De cenicienta a negocio?
El estado de la formación profesional en Cataluña requiere de más inversión en talento y equipos. Pero también demanda cambios organizativos y estratégicos para afrontar la elevada tasa de abandono
Considerada mucho tiempo como alternativa de último recurso, la crisis en la oferta de plazas de formación profesional ha pillado a muchos ciudadanos con el paso cambiado. Se dispara la demanda de estudios más específicos y con orientación profesional entre una juventud hastiada de sus limitadas opciones de acceso a un empleo atractivo y estable.
El empuje de la demanda, que alcanza cerca de las 100.000 solicitudes, alumbra un esperanzador cambio de tendencia. Empieza a percibirse como opción que favorece a la empleabilidad. La elección de la formación profesional como estrategia educat...
Considerada mucho tiempo como alternativa de último recurso, la crisis en la oferta de plazas de formación profesional ha pillado a muchos ciudadanos con el paso cambiado. Se dispara la demanda de estudios más específicos y con orientación profesional entre una juventud hastiada de sus limitadas opciones de acceso a un empleo atractivo y estable.
El empuje de la demanda, que alcanza cerca de las 100.000 solicitudes, alumbra un esperanzador cambio de tendencia. Empieza a percibirse como opción que favorece a la empleabilidad. La elección de la formación profesional como estrategia educativa y punto de acceso al mercado laboral es habitual en economías de nuestro entorno. En estos lares, sucumbió al desaguisado causado por el desajuste entre habilidades requeridas en el mercado y conocimientos adquiridos en el sistema educativo.
El cuello de botella observado obedece a una mayor querencia y reconocimiento social hacia los ciclos formativos medios y superiores en Cataluña. Progresivamente ganan protagonismo en el consumo de servicios educativos por la evidencia de una mayor resiliencia y una demanda creciente de las ocupaciones que requieren habilidades de nivel intermedio con conocimientos técnicos y especializados. El devenir laboral se decidirá más en el terreno de juego de las tareas laborales que no en el campo de las ocupaciones o los niveles educativos. El cambio tecnológico no atiende a razones de equidad y genera asimetrías en las oportunidades de empleo, favoreciendo quienes poseen mayor capacidad de aprendizaje y adaptación al cambio organizativo. Las habilidades que probablemente determinen el futuro del trabajo serán cognitivas y de carácter tecnológico, pero también social y emocional, que no requieren necesariamente de estudios superiores. La plenitud profesional no debería tener en el sistema universitario su meta final.
El estado de la formación profesional en Cataluña requiere de más inversión en talento y equipos. Pero también demanda cambios organizativos y estratégicos para afrontar la elevada tasa de abandono, la discordancia entre oferta y demanda de especialidades, prácticas empresariales y uso de lenguas extranjeras insuficientes o la necesidad de actualizar el profesorado y de detectar perfiles emergentes. Ardua tarea para los administradores pues, pese al esfuerzo inversor reciente, un entorno económico cambiante exige capacidad de respuesta rápida si se pretende mejorar la empleabilidad y atender a las demandas del sistema productivo. No en balde se desbordan las solicitudes relacionadas con sanidad, servicios personales, informática o robótica en detrimento de las vinculadas al turismo. En este punto, el impulso al uso de metodologías docentes online otorga un soporte vital al sistema y más flexibilidad a las estrategias de aprendizaje.
Un déficit persistente de cualificación amenazaría la estabilidad del entorno educativo. Si la oferta pública no es capaz de seguir las directrices de la demanda, se abonará la senda a un mayor protagonismo de la oferta privada, con los riesgos distributivos implícitos. Gestores de fondos de capital de riesgo llevan tiempo acechando en busca de oportunidades. Son etapas formativas de carácter no obligatorio, pero no ajenas a razones de equidad social.
Josep Lladós Masllorens es profesor de Economía y Empresa de la UOC