El lastre del ‘procés’
El independentismo se debate entre dar una imagen inclusiva y pragmática y mantener la retórica simbólica; en ese desdoblamiento de personalidad, se habla a la vez a favor y en contra del diálogo
El procés es una mochila pesada y la parte más pragmática del independentismo intenta soltar lastre para poder seguir el camino. Pero no siempre se sale con la suya. En ese desdoblamiento de personalidad, su otro yo no cesa de poner obstáculos. Es una unidad compleja: se habla a favor y en contra del diálogo, se acoge con unánime entusiasmo la concesión la medalla de honor del Parlament a las 3.301 víctimas de la “represión española” contra el procés, según Òmnium Cultural, mientras el propio Gobierno catalán mantiene las acusaciones contra algunos de los beneficiarios del recono...
El procés es una mochila pesada y la parte más pragmática del independentismo intenta soltar lastre para poder seguir el camino. Pero no siempre se sale con la suya. En ese desdoblamiento de personalidad, su otro yo no cesa de poner obstáculos. Es una unidad compleja: se habla a favor y en contra del diálogo, se acoge con unánime entusiasmo la concesión la medalla de honor del Parlament a las 3.301 víctimas de la “represión española” contra el procés, según Òmnium Cultural, mientras el propio Gobierno catalán mantiene las acusaciones contra algunos de los beneficiarios del reconocimiento.
Entre esos 3.301 represaliados del procés y el postprocés—de los que más de 2.400 casos han sido archivados, absueltos o sencillamente no había acusación, según la organización independiente Verificat— resulta difícil discernir quién ha hecho qué. Es lógica la indignación del independentismo con la actuación policial bárbara y desproporcionada del 1-O. También es cierto que el Gabinete de Mariano Rajoy se ha zafado de afrontar su responsabilidad por las órdenes dadas, mientras la justicia ha mostrado un celo tan extremado con los dirigentes del procés como ahora lo siguen haciendo instancias como el Tribunal de Cuentas. Pero para bien o para mal, las leyes mantienen su crédito no porque sean justas sino porque son leyes, aun estando hechas por necios, tal como sostenía Montaigne. Hoy en día, a pesar de gesticulaciones, ni la mismísima Generalitat escapa a esa lógica, cuando actúa como acusación en más de 40 casos de afectados por la “represión española”.
El pasado junio, Marcel Vivet fue condenado a cinco años por haber dado un golpe a un mosso con el palo de una bandera. La Generalitat le había pedido cuatro años. “Como el monstruo se les ha hecho enorme, acaban actuando contra movilizaciones a las que el propio Govern daba su apoyo”, aseguran desde Alerta Solidària, organización de la izquierda independentista. El propio expresident Quim Torra pedía a los Comités de Defensa de la República (CDR): “ Apreteu!”. La realidad es muy distinta, porque la Generalitat acaba defendiendo a sus funcionarios y haciendo pasar a los presuntos agresores bajo las horcas caudinas de la justicia española. La lógica es infernal y algunos de los beneficiarios de la medalla de honor del Parlament rechazaron el pasado viernes ese reconocimiento.
A otros no les importa llegar a extremos grotescos si se mantiene su retórica. Con esta lógica no sorprende que en nombre de la república universal sin costuras se reivindique todo lo que sirva a la causa, incluso a un patriota de estrecheces xenófobas. Sin ir más lejos, el pasado jueves y con el aforo completo en el auditorio Josep Irla de Girona se rindió homenaje a Heribert Barrera con motivo del décimo aniversario de su muerte. Barrera —ex presidente del Parlament y de Esquerra Republicana de Cataluña— acabó sus días expedientado por su propio partido por el notable tufo a racismo que desprendían sus opiniones. Quizás por eso, nadie de Esquerra participó en el tributo gerundense. Los fieles de Puigdemont –empezando por él mismo– sí han creído oportuno reivindicarlo. La presidenta del Parlament, Laura Borràs, y el expresident Carles Puigdemont, bajo la patriótica batuta de Quim Torra, participaron en el acto. “Los negros tienen un coeficiente intelectual inferior al de los blancos” o “se debería esterilizar a los débiles mentales” son algunos de los pensamientos que ha dejado Barrera. Pero esas expresiones no se mencionaron durante el homenaje que sirvió para que Quim Torra pusiera el broche de oro al profetizar que el diálogo con Madrid “no llegará a nada”.
Para el acto de reconocimiento a Barrera se eligió Girona, ciudad que como dijo Torra “sí se ha mantenido al lado de Cataluña”. No como la traidora Barcelona, cuyo Ayuntamiento decidió retirarle hace un año a Barrera la medalla que le fue concedida por el alcalde Xavier Trias. A propósito de esta decisión, Quim Torra tuiteó: “Lamentable. El president Barrera fue un luchador incansable por la libertad. Vergüenza inmensa para todos aquellos que habéis votado a favor de retirarle la medalla de oro. La capital de Cataluña se empequeñece hoy, convertida en una capital provinciana y mezquina”. Con estos precedentes no es extraño que Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Puigdemont, considerara hace unos días que Barcelona “ha sido arrebatada a los catalanes”. Quizás la futura república requiera trasladar la capital a pagos más auténticos.