Novell, un obispo autoritario y errático
La mitra actuó como apagavelas del sentido común en el caso del prelado emérito de Solsona, quien logró con su deriva político-pastoral una extraña comunión crítica desde el PP a la CUP
En la Iglesia, como en política, las dimisiones no son frecuentes. Por eso sorprendió que sin prueba de cargo conocida, Xavier Novell, obispo de Solsona, decidiera hace unos días dejar de ser ordinario del lugar por “motivos personales”, lo que el canonista Francisco Cardona calificó en estas páginas de “muy, muy sorprendente”. En la institución eclesial casi nadie suele dimitir antes de tiempo: así lo avala la experiencia a lo largo de 2.000 años de historia en los que la ambición terrenal ha solido disfrazarse de reputación de bondad, con sobredimensionada participación del Espíritu Santo....
En la Iglesia, como en política, las dimisiones no son frecuentes. Por eso sorprendió que sin prueba de cargo conocida, Xavier Novell, obispo de Solsona, decidiera hace unos días dejar de ser ordinario del lugar por “motivos personales”, lo que el canonista Francisco Cardona calificó en estas páginas de “muy, muy sorprendente”. En la institución eclesial casi nadie suele dimitir antes de tiempo: así lo avala la experiencia a lo largo de 2.000 años de historia en los que la ambición terrenal ha solido disfrazarse de reputación de bondad, con sobredimensionada participación del Espíritu Santo.
El caso es que un obispo joven, de éxito, bien parecido y charmant —en opinión de su devota feligresía— ha decidido de pronto dejar el cargo a falta de 23 años para su jubilación canónica. Y es que Novell en 11 años de acción episcopal en la pequeña diócesis de Solsona no se ha caracterizado por su finezza ni por haber hecho su aggiornamento al siglo XXI ni siquiera al actual momento de la Iglesia.
El seminarista rebelde y conciliar alumbró a un obispo autoritario y retrógrado que ha acabado por dimitir
En el Concilio Tarraconense de 1995 sus intervenciones sobresaltaban en pleno sopor de sobremesa a la jerarquía eclesial: defendía el celibato opcional para los curas, el acceso de las mujeres al sacerdocio y la confesión exclusivamente comunitaria. Dos años antes de ser ordenado sacerdote (1997) era un enfant terrible que trataba de poner música a la letra a la modernización que la infantería de la Iglesia catalana pedía y pide desde el Concilio Vaticano II con un éxito que a la vista está.
El caso es que el heterodoxo Novell fue enviado por el obispo Jaume Traserra a estudiar a Roma. Se ilustró en la Gregoriana y sus aristas se limaron. Su director de tesis fue nada menos que el cardenal Luis Ladaria, jesuita mallorquín y actual prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Novell volvió convertido en un hombre de orden. Ya como obispo —al frente de Solsona desde 2010— comenzó a dar muestras de la mano de hierro que se ocultaba tras su rostro de cuarentón agradable. Simultaneaba sus comparecencias en programas como El convidat de TV3 o se sometía a extensas entrevistas como la de Luz Sánchez-Mellado en EL PAÍS, al tiempo que arremetía contra el uso del condón y no tenía empacho en abroncar a las chicas que asistían a una ceremonia de confirmación por llevar faldas que su ortodoxia juzgaba demasiado cortas.
Luego se empeñó no solo en querer “curar” a los gays como si fueran enfermos, sino que atribuyó la homosexualidad a la ausencia de una figura paterna. Remachó el clavo al hablar del aborto como si de un genocidio se tratara y para colmo se dedicó actuar en su diócesis como exorcista en jefe y a organizar cursos de formación de demonología, mientras exigía a los miembros de Cáritas de su diócesis ortodoxia doctrinal. Enemistado con buena parte del clero, en junio de 2017 recibió abucheos en Tàrrega y fue declarado persona non grata por el Ayuntamiento de Cervera, cuyo alcalde, Ramon Royes (PDeCAT), calificó de “autentica aberración” las palabras de Novell sobre la homosexualidad.
El seminarista rebelde y conciliar había alumbrado al obispo autoritario y retrógrado. La mitra actuó como apagavelas del sentido común y la conducta de Novell era errática, quizás abducido por la tradición de partidas carlistas y curas trabucaires tan arraigada en el Solsonès.
Se empeñó en “curar” a los gays como si fueran enfermos, trató el aborto de genocidio y se dedicó al “exorcismo”
En la Diada de 2013 se negó a que sus curas hicieran doblar las campanas tal como habían pedido los partidos y organizaciones independentistas. Pasó de decir que la Iglesia no puede ser ni independentista ni españolista a pedir el voto para las candidaturas secesionistas y a ser el único mitrado en participar en el referéndum del 1-O de 2017. También utilizó la festividad de la patrona de Solsona para afirmar que la Virgen del Claustro había nacido en un país “ocupado y oprimido”. Asimismo, hizo cristiana visita a los independentistas presos en la cárcel de Lledoners. Sus palabras y actitudes sobre la homosexualidad, el aborto o el procés le valieron críticas de casi todos los partidos parlamentarios, desde el PP a la CUP.
El obispo emérito no ha logrado, a modo de balance, el ambicioso objetivo que se fijó en 2010 en su primera homilía como prelado: construir “la obra más extraordinaria de estas comarcas desde que fueran evangelizadas hace muchos siglos”, recordaba Cristian Segura en este diario. Novell ha conseguido, eso sí, sacudir la diócesis y de qué manera. Y ha creado escuela. Un ejemplo reciente es la actitud intransigente del rector de Solsona y canónigo de la catedral, Lluís Ruiz, quien expulsó el pasado lunes y por dos veces a dos periodistas del Regio 7 de la primera misa pública catedralicia celebrada después de que se conociera la dimisión de Novell.