Buika, más monologuista que cantante

Un exceso de intervenciones verbales de la artista mallorquina lastraron una actuación en el Festival Grec de Barcelona que tuvo, en cambio, momentos para el recuerdo

Buika, durante su actuación en el Festival Grec de Barcelona.

En la escasa presencia musical del Grec 2021, el nombre de Buika brillaba con luz propia y el anfiteatro de Montjuïc de Barcelona, sin llenarse, presentaba una magnífica entrada la noche del pasado lunes. En los minutos previos el ambiente estaba caldeado, reinaba el bullicio en los jardines y hasta la noche había refrescado lo suficiente como para hacer la e...

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En la escasa presencia musical del Grec 2021, el nombre de Buika brillaba con luz propia y el anfiteatro de Montjuïc de Barcelona, sin llenarse, presentaba una magnífica entrada la noche del pasado lunes. En los minutos previos el ambiente estaba caldeado, reinaba el bullicio en los jardines y hasta la noche había refrescado lo suficiente como para hacer la estancia sumamente agradable. Todo estaba a favor. Todo, menos Buika.

La mallorquina se paseó durante más de dos horas por el escenario derrochando presencia y poderío, pero habló demasiado, hasta el exceso, y cortó las canciones cuando le vino en gana, cambió de una a otra sin más aparente motivo que su voluntad en aquel momento y, sin ningún tipo de guion, mantuvo a los músicos en vilo persiguiéndole constantemente para saber adónde quería llegar. El resultado fue un continuo de altibajos sin ese crescendo emotivo que siempre debería buscarse. Una lástima porque cuando Concha Buika estuvo en el concierto alcanzó momentos de gran intensidad.

La voz rota y penetrante de Buika se adapta perfectamente tanto a un flamenco sin pautas ni limitaciones como a la música latina con toques africanos, una mezcla que se le da a las mil maravillas y con la que comenzó una velada que parecía que iba a subir hasta el cielo. Una curiosa mezcla entre su voz y el trombón marcó la pauta inicial, abriendo interesantes expectativas sonoras que después se fueron diluyendo. Buika fue lanzando proclamas personales de todo tipo entre canción y canción haciéndolas muy lejanas las unas de las otras y rompiendo la magia que su música podía crear en cada momento. Si se trataba de un monólogo, no hubiera habido nada que objetar, incluso tuvo sus momentos graciosos, pero entonces debería haberse ubicado en un escenario de monologuistas y hubiera estado muy bien, pero se suponía que en el anfiteatro del Grec acudía para ofrecer un concierto.

A pesar de todo, la noche valió la pena por algunos momentos en los que Buika provocó auténticas sacudidas en la audiencia. Se movió con una soltura reconfortante en los aires tangueros, versionó con garra el Santa Lucía que por aquí había popularizado Miguel Ríos, cantó en catalán En el nom de la Pau y se abrió en canal en Jodida pero contenta. Invitó en un par de temas a la bailaora londinense Yinka Esi Graves, un tanto efectista, pero con una plasticidad felina que hipnotizaba y que contrastaba enormemente con el buscado primitivismo de la cantante. Su dúo en La salvaora de Manolo Caracol fue lo mejor de la noche, un momento para el recuerdo que justificó toda la velada. Una velada que, con una buena dosis de autocensura en la verborrea y dejando que alguno de los músicos, como el siempre interesante Josémi Carmona, pudiera expresarse con mayor libertad, hubiera podido ser extraordinaria.

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