El toque capital a la silueta Balenciaga
El Museu del Disseny de Barcelona inaugura la primera exposición internacional dedicada a los sombreros y tocados del prestigioso diseñador de alta costura
Aunque hoy se vea como un accesorio, en la época de Balenciaga el sombrero era mucho más que un complemento, era un toque capital para configurar de arriba a abajo la silueta, que toda señora de alta cuna llevaba en los eventos sociales. De tal manera que “el sombrero remataba el look”, enfatiza Igor Uría, conservador del Museo Cristóbal Balenciaga y comisario de la exposición Balenciaga. La elegancia del sombrero, que reúne 87 modelos del reconocido modista en el Museu del Disseny de Barcelona hasta ...
Aunque hoy se vea como un accesorio, en la época de Balenciaga el sombrero era mucho más que un complemento, era un toque capital para configurar de arriba a abajo la silueta, que toda señora de alta cuna llevaba en los eventos sociales. De tal manera que “el sombrero remataba el look”, enfatiza Igor Uría, conservador del Museo Cristóbal Balenciaga y comisario de la exposición Balenciaga. La elegancia del sombrero, que reúne 87 modelos del reconocido modista en el Museu del Disseny de Barcelona hasta el 3 de octubre, y se podrá ver en Getaria en mayo de 2022. Se trata de la primera exposición dedicada a los sombreros de la casa Balenciaga que se hace en el mundo. Pero pasa de largo de la identidad de quienes los lucieron para poner el foco en este oficio y en las modistes, como se conocía a las sombrereras.
Los volúmenes y formas que caracterizaron el estilo de Cristóbal Balenciaga (Getaria 1895- Jávea 1972) entre los años treinta y sesenta también son plausibles en sus sombreros y tocados. Esta muestra enseña todo tipo de sombreros que tienen en común un esmerado trabajo artesanal donde los materiales, los colores y las formas están milimetrados para enmarcar el rostro de quien los viste, haciendo las facciones más delicadas. Jugar al misterio con luces y sombras también es uno de los objetivos, cuenta Uría, quien junto con Silvia Ventosa, conservadora de tejidos e indumentaria del Museu del Disseny, son los responsables de la selección. Elegancia y prestigio es lo que buscaban las señoras que visitaban la casa Balenciaga, ya fuera en Madrid, Barcelona o París (abierta en 1937), que funcionaban como clubs de la alta sociedad a los que solo se podía ir por recomendación y cuando se había recibido la llamada para una cita de una vendedora de la firma. Una vez elegidos los vestidos, las señoras se dejaban aconsejar por las vendedoras de sombreros, que tenían nombre propio. En París atendía Madame Belita Dauvilliers, y en Eisa, el taller de Balenciaga en Madrid, era María Ozcariz.
El sombrero no se sacaba nunca porque era parte imprescindible del conjunto. Las señoras lo llevaban desde que salían de casa hasta que volvían, y seguían las recomendaciones de la firma de cómo ponérselo y cómo peinarse, casi siempre con un moño bajo. La puesta en escena de la exposición es muy liviana y depurada con el objetivo de realzar los sombreros y de que los visitantes puedan imaginarlos en la cabeza de esas señoras, puesto que están a una altura media en maniquíes reducidos a una esfera blanca. Algunos van acompañados de todo el traje que el diseñador proponía, y transmiten una perspectiva de atemporalidad que hace que aún se vean modernos. Para ello contaba con la ayuda de profesionales como Wladzio d’Attainville, encargado de diseñar junto a él los tocados desde 1941 hasta su fallecimiento en 1948. La figura clave del departamento de sombrerería era la modiste. Desde los años 40, en París había dos talleres, dirigidos por mujeres: Janine Seignon, Hélène Morny y Madame Ginette. Se trataba de un oficio tan importante que casi todas las casas de alta costura tenían este departamento y además había otras firmas solo de sombreros, con diseñadoras reconocidas que hacían sus propios desfiles.
Uno para cada pretensión
La variedad de sombreros y tocados que se pueden ver es asombrosa. Con libertad y exquisitez, Balenciaga tocó muchos palos, pero a la vez consiguió un estilo y una forma muy característicos que le valieron la denominación Balenciaga Shape (Forma Balenciaga) para un tipo de sombrero. Para darles visibilidad, la muestra se divide en apartados que remarcan su uso. En Prestigio se exponen modelos que daban prestigio social y económico, como una pamela de organza de algodón sobre esparterina en negro absoluto de 1957 o un tocado pillbox de terciopelo negro adornado con penacho de plumas, de 1951.
En Tradición, se ven los diseños que beben de ésta como una capucha de punto de lana en color mostaza inspirada en los pañuelos de payesa o de órdenes religiosas, diseñado en 1967, o un sombrero bretón de raso, tul y plumas sobre fieltro de pelo, fechado en 1948. Para el apartado Exuberancia se guardan las formas y colores extraordinarios como un casquete de tafetán de seda con plumas tintadas de lila y broche de bisutería, de 1959, o un casquete de plumas de marabú con adorno frontal imitando pétalos de crisantemo de color rosa, de 1964.
En Elegancia caben aquellos tocados que dan mucha seguridad a quien los lleva, cuenta Ventosa. Acostumbran a ser de un solo color, como un pillbox de tafetán de rafia de color beige, hecho en 1955, o un tocado de organza de algodón sobre tul sintético en tono claro, de 1957. Para acabar, la sección Menos es más demuestra que la austeridad puede potenciar un conjunto desde la cabeza, como lo atestiguan dos casquetes de raso de seda, uno en negro y otro en claro (1960), de una simpleza magnetizante.
Un gran fondo
Pilar Vélez, directora del Museu del Disseny, cuenta que Balenciaga está muy bien representado en este centro. Aunque el gran poseedor de la indumentaria de Balenciaga es el Museo Cristóbal Balenciaga de Getaria, villa natal del modisto, que atesora más de 4.500 piezas, el Museu del Disseny de Barcelona también tiene una importante colección, de 173 prendas, que proceden de donaciones como la del Museu d’Indumentària-Col·lecció Rocamora, procedentes de la primera muestra dedicada al diseñador que se hizo en el Metropolitan de Nueva York en 1973, y de la donación de Anna M. Torra de Gili (esposa del editor Gustavo Gili) además de otras cesiones particulares.