Opinión

O de izquierdas o con Junts

La agónica resistencia a investir a Pere Aragonès (ERC) revela la dificultad de la derecha nacionalista para asumir una posición subordinada tras décadas de hegemonía en Cataluña

Aragonès y Borràs el pasado domingo en el acto 'Diálogo sobre el futuro de Europa'.david ruano

Junts, el partido del expresident Carles Puigdemont, le está costando mucho cumplir su parte en el pacto para una legislatura independentista en virtud del cual Pere Aragonès (Esquerra) sería investido presidente de la Generalitat y Laura Borràs, presidenta del Parlament. Esquerra y la CUP cumplieron su parte del trato al elegir el 12 de marzo a Borràs y los restantes miembros independentistas de la Mesa del Parlament, cinco entre siete. Pero pasan las semanas y Junts lleva ya dos meses resistiéndose a votar a Aragonès.

Las negociaciones están bloqueadas. Los dirigentes de Junts ...

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Junts, el partido del expresident Carles Puigdemont, le está costando mucho cumplir su parte en el pacto para una legislatura independentista en virtud del cual Pere Aragonès (Esquerra) sería investido presidente de la Generalitat y Laura Borràs, presidenta del Parlament. Esquerra y la CUP cumplieron su parte del trato al elegir el 12 de marzo a Borràs y los restantes miembros independentistas de la Mesa del Parlament, cinco entre siete. Pero pasan las semanas y Junts lleva ya dos meses resistiéndose a votar a Aragonès.

Las negociaciones están bloqueadas. Los dirigentes de Junts alegan no un desacuerdo sobre la presidencia de la Generalitat propiamente dicha, sino sobre el programa del independentismo para la nueva legislatura. Pese a todo, Jordi Sànchez, principal negociador de Junts, reconoció el sábado la obligación de su partido de aportar los diputados que hagan falta para la elección de Aragonès si ERC decide formar un Gobierno en minoría. Es una posición obligada, coherente con la elección de Borràs como presidenta del Parlament. No honrar este compromiso mostraría a Junts como un partido trilero, en el que nadie podría confiar.

A los seguidores de Carles Puigdemont les cuesta dar el paso porque se trata de asumir una derrota
A los seguidores de Carles Puigdemont les cuesta dar el paso porque se trata de asumir una derrota

A los seguidores de Carles Puigdemont les cuesta dar el paso porque se trata de asumir una derrota. Lo que se dirime es cuál es el papel de Junts en el tablero político con la nueva correlación de fuerzas en el campo independentista. Las pasadas elecciones del 14 de febrero crearon una situación inédita desde 1980. Colocaron a ERC como primera fuerza entre los soberanistas y dejaron a Junts en una posición subordinada. Aunque la diferencia electoral entre ambas fuerzas fue muy escasa, de solo 0,9 puntos porcentuales, provocó un cambio de roles sustancial. Junts pasa de partido director a dirigido. Y viceversa, ERC pasa de perpetuo segundón a liderar el espacio político.

Pero Junts es el partido directamente heredero de la fuerza política que ha ostentado la presidencia de la Generalitat y sus correspondientes gobiernos durante 33 de los 41 años de autonomía. Le llega ahora el indeseado momento de ceder el bastón de mando a otro partido del bloque independentista. De reconocer y asumir la pérdida de la hegemonía en el catalanismo por la que los sucesores del partido de Jordi Pujol y ERC pugnan desde hace décadas. Una revolución cultural, además de una pérdida de poder.

Lo más chocante del caso es, sin embargo, que las dificultades para cumplir la segunda parte del acuerdo de legislatura entre independentistas han surgido cuando Junts ya ha cobrado su pieza. Borràs aceptó ufana ocupar el número dos en el escalafón institucional catalán. Pero a la hora de atribuir la presidencia de la Generalitat al aspirante de ERC, todo son problemas y condiciones.

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Contribuye a alargar la agónica negociación entre ERC y Junts la reiterada insistencia de Aragonès en formar un gobierno independentista y de izquierdas. Todo el mundo sabe que si ha de ser de izquierdas, no puede ser un Gobierno con Junts. Sería vivir en una contradicción permanente. Junts agrupa al grueso de lo que fue el centroderecha catalán. Es una heterogénea amalgama nacionalista surgida de la evolución de la extinta CiU hacia el independentismo. CiU nunca fue ni quiso ser de izquierdas. Al revés, fue la fuerza que cerró el acceso de la izquierda al Gobierno de la Generalitat de Cataluña durante décadas.

La deriva de Junts en el Congreso de los Diputados y el Ayuntamiento de Barcelona, por poner dos escenarios importantes de su acción política, tiende a alinearle más con la derecha de tonos trumpistas que con el moderantismo de, pongamos por caso, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en la actual coyuntura española. Junts está lejos del pragmatismo que permite al PNV dirigir un gobierno de coalición con los socialistas en Euskadi y sostener al de Pedro Sánchez en el Congreso.

Tanto la aritmética parlamentaria como los condicionantes políticos generales abonan ahora en Cataluña la fórmula de un Gobierno en minoría con voluntad y capacidad de negociar apoyos variables en el Parlamento según los asuntos a tratar. Es lo que la propia ERC está haciendo en Madrid con el Gobierno del PSOE, un factor que también cuenta lo suyo en esta ecuación. Pero para eso necesita el apoyo que Junts se resiste a dar. O si este no se da, el de otras fuerzas. El de los Comunes, por supuesto, pero también el del PSC si entendiera que un Govern en solitario de ERC es el mal menor que puede dar a Pedro Sánchez el interlocutor que busca en Cataluña.

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