Los abusos machistas acechan a las repartidoras

Las trabajadoras de plataformas digitales denuncian casos de hombres que las reciben desnudos y que condicionan su puntuación a asumir sus peticiones

Dos repartidores recogen sus pedidos en un establecimiento de comida rápida en Barcelona.Albert Garcia

“Un día un señor mayor me pidió que le llevara el pedido a la cocina. Mientras se lo dejaba sobre el mármol se abrió un poco el albornoz, estaba desnudo, y me preguntó si yo le haría un trabajito”. Ana Mesones explica, con rabia, cómo las mujeres que se dedican al reparto a domicilio de plataformas como Glovo, Deliveroo, Uber Eats... son todavía más vulnerables que sus compañeros y, a la vez, víctimas de actitudes machistas y delictivas.

Mesones tiene 29 años y es rider desde los 16. “Antes nos llamaban reparti...

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“Un día un señor mayor me pidió que le llevara el pedido a la cocina. Mientras se lo dejaba sobre el mármol se abrió un poco el albornoz, estaba desnudo, y me preguntó si yo le haría un trabajito”. Ana Mesones explica, con rabia, cómo las mujeres que se dedican al reparto a domicilio de plataformas como Glovo, Deliveroo, Uber Eats... son todavía más vulnerables que sus compañeros y, a la vez, víctimas de actitudes machistas y delictivas.

Mesones tiene 29 años y es rider desde los 16. “Antes nos llamaban repartidoras”. En 2014 dejó la paquetería al uso y fue una de las primeras mujeres en fichar, siempre pagándose sus cotizaciones a la Seguridad Social como trabajadora autónoma, por Deliveroo y, posteriormente, por Glovo, donde trabajó hasta febrero de este 2021. “Ahora trabajan muchas más mujeres, pero no es un trabajo típico de mujeres porque priorizamos otras alternativas como las de dependientas de tiendas de ropa o de maquillaje. El problema es que con la pandemia la gente se ha lanzado directamente a Glovo. No hay nada más y eso lo han aprovechado por ejemplo en las tarifas. Al principio por cada pedido Glovo pagaba 2,40 euros al rider. Ahora es poco más de un euro. Es la gran explotación”, lamenta.

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Mesones no pedalea sino que entrega los pedidos en moto. “Glovo es la única plataforma que te permite comprar cualquier cosa. Al principio era un desastre y me habían llegado a enviar a por una televisión de 40 pulgadas con la moto. Era complicado hacerles entender que no me iba a caber ese trasto en la moto”, sonríe. Con los años ha ido coleccionando malas experiencias. “He trabajado más de 18 horas seguidas encima de una moto, he visto cómo se llevaban detenidos a compañeros porque, como se puede hacer de recadero, les han utilizado para llevar droga dentro de una funda de gafas sin que ellos lo supieran. Al principio aún podrías rozar los 2.000 euros brutos al mes. Últimamente a duras penas llegaba a los 200 euros netos”, lamenta.

“Hay aplicaciones en las que aparece mi cara y mi nombre. Antes incluso estaba el número de teléfono e incluso el cliente te tenían geolocalizada. Siempre ha habido mucho machismo, pero durante el confinamiento se dispararon los pedidos en los que llegabas y te encontrabas hombres sin camiseta o sin pantalones directamente”, denuncia. Es aquí donde comienzan los problemas.

“Te chantajean. Te dicen que te tomes algo con ellos porque de lo contrario te pondrán una mala puntuación. Saben que la plataforma te penalizará y te dará menos horas de trabajo. Hay aplicaciones que permiten al cliente pagar en efectivo. Entonces te dicen que si no entras en su casa no te pagan. Es repugnante: juegan con nuestro poco dinero y, sobre todo, con nuestra dignidad”, denuncia.

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CC OO ha publicado un pequeño informe que lleva por título Repartidores y repartidoras de plataforma digital: Condiciones laborales, necesidades, demandas y perspectivas donde 18 repartidoras detallan, de forma anónima, lo vulnerable que les hacen sus trabajos. Carmen Juares es una de las responsables del sindicato en Cataluña y coautora del informe. Es tajante en sus conclusiones: “Las mujeres se encuentran en una situación mucho más precaria, teniendo que soportar propuestas sexuales de personas que después te puntúan y depende de ellas que puedas tener trabajo y ganar algo de dinero”.

Una "rider" ante un portal en Barcelona. Foto: Alfonso L. Congostrina

La Asociación Española de Economía Digital (Adigital) ha contabilizado 3.042 riders autónomos en toda Cataluña aunque Juares cree que “podrían ser más del triple”. Los cálculos de la autora del informe se basan en la experiencia: “Hay muchos trabajadores en situación irregular que acaban alquilando una cuenta a otro repartidor. El propietario de la cuenta se queda el valor de entre el 30% y el 40% de lo que gane el trabajador en situación irregular. Glovo, por ejemplo, sobrepuntúa a aquellos que más pedidos hacen. Las cuentas alquiladas no suelen tener muchos puntos. Quien tiene más puntos tiene preferencia y tiene más horas. Lo que acaban haciendo los trabajadores en situación irregular es comprando horas (pagan a otro compañero 50 euros por entre cuatro y ocho horas diarias)”, comienza a describir las vulnerabilidades.

Capítulo aparte son las no tan pocas ocasiones en que el que ha alquilado la cuenta a una persona sin papeles cambia la contraseña y se queda con sus ingresos. “No suelen denunciar porque no tienen nada, tienen miedo a ir a la policía y la plataforma se desentiende de todo”, lamenta. El problema es que este tipo de actitudes y explotaciones tiende a copiarse en plataformas de limpieza a domicilio, montaje de muebles... “Y con el aumento de servicios el acoso a mujeres cada vez va a más”, lamenta.

El informe de CC OO recoge algunos testimonios, anónimos, que apuntan a clientes que incluso cometieron actos delictivos. “El cliente abrió la puerta y estaba desnudo y la rider le dejó el pedido y se fue rápidamente”, “Eres muy guapa, dame tu número…”… Repartidoras que acabaron a patadas con un cliente que se sobrepasó y posteriormente el cliente se vengó: “Me puntuó mal, dijo que nunca le había entregado el pedido y que nunca llegué. Me bajaron la puntuación y me cerraron la cuenta durante tres días en los que no pude trabajar”.

La mayoría de riders no se atreven a denunciar las situaciones de acoso y menos a criticar públicamente a las plataformas. Camila, nombre ficticio, tiene 34 años, es especialista en Marketing y hace tres años que migró desde su Venezuela natal hasta Barcelona. Ha tenido encontronazos de todos tipos. “En los bares se sorprenden cuando ven que es una mujer rider y, a veces, te acosan. Luego, los clientes. He tenido clientes que salen a buscar el pedido en ropa interior o con una toalla. Yo siempre intento quedarme con el ascensor abierto, no entrar en el piso y no dar pie a nada pero es difícil. También me he topado con situaciones complicadas como que te rodeen en plena calle y te intenten robar”, lamenta.

Por su parte, las plataformas se escudan en documentos internos contrarios a estas actitudes. Glovo ha asegurado a EL PAÍS que tienen una “política de tolerancia cero contra el acoso o la discriminación”. La plataforma cuenta con un código de ética y conducta empresarial que fija la relación entre la plataforma y sus clientes, proveedores, repartidores… en el apartado número tres de este documento se puede leer: “No se toleran la violencia física, las amenazas, los castigos corporales, la coerción mental, el abuso verbal, el comportamiento irrespetuoso, la intimidación o el acoso de ningún tipo”. Una portavoz de la empresa asegura que de producirse una situación de acoso las riders pueden “reportar la información a la compañía para su análisis y valoración”. La misma fuente asegura que la plataforma “colabora activamente” con las policías a la que entrega todos los datos si se abren investigaciones.

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