El feroz baile de Wim Vandekeybus aterriza en el Mercat de les Flors
Los Cárpatos, los osos y el pueblo romaní inspiran el espectáculo ‘Traces’
Agresivo, voraz, hermoso, demasiado largo —150 minutos— y con un vocabulario coreográfico menos rico y fluido que en obras anteriores resultó el espectáculo Traces, la pieza que baila estos días en el Mercat de les Flors de Barcelona la compañía Última Vez del belga Win Vandekeybus. El grupo vuelve a la capital catalana y al espacio escénico del Mercat, que en tantas ocasiones ha acogido las creaciones de este polifacético artista: coreógrafo, bailarín, cineasta y fotógrafo.
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Agresivo, voraz, hermoso, demasiado largo —150 minutos— y con un vocabulario coreográfico menos rico y fluido que en obras anteriores resultó el espectáculo Traces, la pieza que baila estos días en el Mercat de les Flors de Barcelona la compañía Última Vez del belga Win Vandekeybus. El grupo vuelve a la capital catalana y al espacio escénico del Mercat, que en tantas ocasiones ha acogido las creaciones de este polifacético artista: coreógrafo, bailarín, cineasta y fotógrafo.
Traces nació como parte del Festival Internacional de las Artes de Europalia, que en esta ocasión quería crear una pieza sobre Rumania y eligieron a Vandekeybus para hacerla. Razón por la que el autor viajó a aquel país y se adentró en su naturaleza y cultura, dejando a un lado la vertiente política, ya que considera que sus habitantes aún están traumatizados por la represión del durante tantos años dictador Nicolae Ceausescu.
El coreógrafo sitúa la acción en un paraje inhóspito, concretamente en un descampado con un contenedor de basura por donde se esconden los bailarines y una montaña de neumáticos de coche como su escenografía.
Los mejor del espectáculo Traces son sus nueve magníficos bailarines, que a sus excepcionales cualidades físicas hay que sumarles su fuerte personalidad escénica. Ellos engrandecen, proyectan y dinamizan el baile de Vandekeybus, que en esta ocasión no destila la riqueza de otros montajes.
La pieza emana la fascinación que el autor sintió por los Cárpatos y muy especialmente por los osos tan presentes en aquel país. Los fragmentos en que algunos bailarines bailan vestidos de plantígrado junto a sus compañeros resultan fascinantes. Es desgarrador ver cómo el ser humano ejerce su dominio cruel sobre estos animales, amaestrándolos sin miramientos, mientras que en otras escenas es el oso el que se impone al hombre.
Otra fuente de inspiración ha sido el libro Gypsies (1975), del fotógrafo de origen checo-francés Josef Koudelka, que plasma con gran realismo la errante vida el pueblo romaní. Y esa condición nómada de ese pueblo está muy presente en la pieza. Al igual que aparece reflejada la agresividad humana contra la naturaleza. En una escena, un árbol se derrumba sobre una bailarina, como si se tratara de una venganza del medio natural.
Inquietante y bella es la partitura musical, creada por compositores de diferentes nacionalidades y estilos. Trixie Whitley, Shahzad Ismaily, Ben Perowsky y Daniel Mintseris y como artista invitado el guitarrista Marc Ribot. Debido a la pandemia no han podido viajar para interpretarla en directo.