Un mar de falsas promesas engulle el Delta del Ebro

La desatención que sufre el el territorio simboliza el sentimiento de abandono que sufren los habitantes del sur de Cataluña

Tarragona -
La bahía de los Alfaques (Montsià) con los estragos del temporalJosep Lluis Sellart

Por su naturaleza espectacular, clima benigno, playas kilométricas y buena mesa, el Delta de l’Ebre goza de atractivo como destino de escapada relajada. Pero con la fama no le alcanza. “Siempre hemos sido un lugar de fin de semana, para venir aquí de visita y comer una paella, pero ahora es el mar el que se nos come a nosotros” manifiesta Lluís Soler, alcalde de Deltebre. El Delta se hunde y, con él, zozobran las Terres de l’Ebre, un territorio que concentra centrales nucleares y parques eólicos pero que tiene una economía herida y un sentimiento de desatención endémica.

En enero de 202...

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Por su naturaleza espectacular, clima benigno, playas kilométricas y buena mesa, el Delta de l’Ebre goza de atractivo como destino de escapada relajada. Pero con la fama no le alcanza. “Siempre hemos sido un lugar de fin de semana, para venir aquí de visita y comer una paella, pero ahora es el mar el que se nos come a nosotros” manifiesta Lluís Soler, alcalde de Deltebre. El Delta se hunde y, con él, zozobran las Terres de l’Ebre, un territorio que concentra centrales nucleares y parques eólicos pero que tiene una economía herida y un sentimiento de desatención endémica.

En enero de 2020 el temporal Gloria asoló el litoral del Delta de l’Ebre y el entonces presidente de la Generalitat, Quim Torra, visitó las playas arrasadas y los arrozales anegados de salitre. Anunció un “plan de acción inmediato” para proteger la llanura de alto valor ecológico que abraza el tramo final del río Ebro. Aquella borrasca dejó un rastro de daños alarmante y sirvió de amplificador de la fragilidad que sufre un territorio reconocido como Reserva de la Biosfera pero que se desmorona progresivamente bajo el empuje de las olas. “La solución no puede esperar más”, proclamó Torra. Ha transcurrido un año y, Lluís Soler, alcalde de Deltebre, lamenta que las promesas no se hayan concretado en nada: “estamos igual o peor”.Pese a que fue en L’Ampolla donde se tomaron las imágenes más virales del descalabro, con decenas de atunes muertos sobre el paseo marítimo, Deltebre concentró los daños más cuantiosos del Gloria. La factura de reparar infraestructuras y servicios ascendió a 4 millones de euros. La Generalitat le ha concedido al ayuntamiento una ayuda de 200.000 euros.

“Es una burla”, recrimina el alcalde. “Nos reprochan que presentemos daños en caminos de tierra y que no entran dentro de los supuestos, pero esto es el Delta, nos ponemos a asfaltarlo?”, se pregunta Soler, que lidera una lista vinculada a Junts per Catalunya. En total, los costes que ha sufrido el municipio, incluidas las pérdidas de arroceros y pescadores, suben a 11 millones de euros.El Delta languidece frente al envite del mar y los ayuntamientos, regantes, arroceros y mariscadores que viven de él se preguntan porque la Generalitat no ha invertido los 6 millones de euros que presupuestó para, presuntamente, robustecer la franja costera. “La protección del litoral es competencia del Estado”, alega el consejero de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat, Damià Calvet. “Estamos abiertos a colaborar y la Generalitat se compromete a aportar la misma inversión que haga el Ministerio para la Transición Ecológica”, afirma, a la vez que denuncia de que la administración del Estado actúa de manera “unilateral”.

El Ministerio responde que “no es cierto” que el Estado haya denegado la capacidad de actuar a la Generalitat, y que tampoco es correcto alegar que la Generalitat no esté autorizada a actuar con obras de emergencia. “Con el Gloria vinieron aquí a decirnos que nos iban a ayudar, pero hemos pasado de la esperanza a la indignación y eso es lo peor que puede pasar porque sin resolver el problema solo queda una movilización social”, critica Lluís Soler. Si alguien entiende de movilizaciones es la Plataforma en Defensa de l’Ebre (PDE), una entidad que desde hace veinte años galvaniza un sentimiento común de los habitantes de la parte baja del Ebro: “lo riu és vida” (el río es vida), es su mantra. Susanna Abella, una de las portavoces de la PDE argumenta que la reivindicación constante, con populosas manifestaciones y marchas ciudadanas, ha sido clave para dar voz a un territorio relegado por las administraciones: “nos tienen mucho más en cuenta de lo que nos tendrían si no hubiera movilización ciudadana pero, pese a ello, se nos escucha menos de lo que merecemos”. La PDE ha logrado armar un frente común para frenar trasvases que adelgazaban los caudales en la desembocadura.

Aún hoy, evocar el controvertido Plan Hidrológico Nacional (PHN) que pactaron en 2001 el PP de Aznar y la CiU de Pujol equivale a mentar al diablo. Aquel acuerdo, paralizado luego por el gobierno de Zapatero, supuso un terremoto político y los partidos responsables siguen purgando sus consecuencias. Jordi Gas era concejal por el PP en L’Aldea y abandonó el partido por la polémica del PHN. “Independientemente de quien mande, todos dejan vendido al Delta”, afirma. “Esta es una tierra de nadie”, sentencia.

La sensación de desamparo que sufren los ebrenses es crónica.”El sentimiento de abandono es histórico y no es opinable, responde a una realidad”, señala Josep Caparrós, alcalde por Esquerra Republicana en Sant Carles de la Ràpita. Las Terres de l’Ebre suman 180.000 vecinos repartidos en las cuatro comarcas más meridionales de Cataluña. La precariedad de sus conexiones es otra de las reivindicaciones históricas. Para llegar a Barcelona desde Tortosa y Amposta, las dos ciudades más pobladas, hay casi 200 kilómetros. Si se pretende llegar en tren hay que hacerlo por una renqueante línea que alarga el viaje hasta las tres horas.Mientras en la zona litoral las reivindicaciones se centran en el descuido del río y de su desembocadura, en el interior los reproches tienen que ver con la acumulación de infraestructura energética. En la Ribera d’Ebre operan los dos complejos nucleares de Ascó y la Terra Alta clama para que no le planten más parques eólicos.

Esta comarca concentra buena parte de los 328 molinos que hay en las Terres de l’Ebre, el 40% de los instalados en Cataluña. Tanto despliegue energético no evita que aquí se encuentren cuatro de los cinco municipios catalanes con la renta por cápita más baja. Batea, con una media de 16.200 euros de ingreso anual, ocupa el vagón de cola. Para escenificar el descontento por el trato que les da el gobierno catalán, el alcalde, Joaquim Paladella, llegó a amenazar con pedir la anexión a Aragón. La Generalitat “menosprecia” a los vecinos, ha denunciado insistentemente Paladella.

Tras otro temporal, el Filomena, la Generalitat ha movilizado a sus consejeros hacia las Terres de l’Ebre. La consejera de Agricultura, Teresa Jordà, prometió recientemente ayudas para paliar los daños sufridos por los aceituneros pero sin concretar cuánto ni para cuándo.

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