Lo de El Barato no sale caro

La tienda de tejidos situada en pleno centro de Reus cumplirá 140 años revitalizada por el empuje de la costura en tiempos de coronavirus

Josep María Casas en su comercio El Barato de Reus (Tarragona). Josep LLuis sellart (EL PAÍS)

La pandemia ha obligado a la familia Casas a poner un cartel en la entrada de su tienda: “Esperad a que os atiendan”. La recomendación se agradece, pero, con un vistazo al interior de El Barato, hasta el cliente más atrevido da por sentado que necesita un guía para orientarse por entre la pila de telas que abarrotan los pasillos del local. “Lo que no encuentres aquí, no lo vas a encontrar en ningún lado”, ha sido, durante años, el lema de El Barato, un popular comercio de tejidos y disfraces, situado en pleno centro de Reus, a escas...

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La pandemia ha obligado a la familia Casas a poner un cartel en la entrada de su tienda: “Esperad a que os atiendan”. La recomendación se agradece, pero, con un vistazo al interior de El Barato, hasta el cliente más atrevido da por sentado que necesita un guía para orientarse por entre la pila de telas que abarrotan los pasillos del local. “Lo que no encuentres aquí, no lo vas a encontrar en ningún lado”, ha sido, durante años, el lema de El Barato, un popular comercio de tejidos y disfraces, situado en pleno centro de Reus, a escasos pasos del ayuntamiento. Este año próximo la tienda cumplirá 140 años y lo hará con las magulladuras propias de haber peleado contra una pandemia que obligó a tener las persianas bajadas durante dos meses. Un cerrojazo insólito en El Barato, que no cierra nunca. “Dos semanas enteras de vacaciones no las hago desde que me casé”, confiesa Josep Maria Casas, actual responsable del negocio y continuador de una saga que arrancó su tatarabuela Francesca Prats en 1881. Ella, la primera emprendedora de la familia se dedicaba a vender telas por los pueblos y montó un puesto fijo en la plaza de las Peixateries Velles, a tiro de piedra del local de la calle Major donde está ubicada la tienda.

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Las mujeres han sido el puntal de este negocio familiar que ahora guía Josep Maria, con la complicidad de su madre, Anna Misericòrdia, y con el brillo de sus ojos puesto en Anna, la mayor de sus hijas. “Por ahora, ella dice que le gustaría continuar con el negocio”, cuenta el padre, con indisimulado orgullo. “Es que yo me lo paso muy bien viniendo a la tienda”, confiesa. Incluso cuando se le señala que ser botiguer entraña un incuestionable horario esclavizado, Josep Maria responde que el apego por el mostrador va más allá de hallar una caja rellena de dinero al finalizar la jornada. “Mucha gente que viene a comprar pasa a ser parte de nuestra vida, yo piso poco la calle y me entero de lo que pasa por lo que me cuentan los clientes”, dice. Mientras, en un rincón al fondo de la tienda, desgrana sus años de vivencias en El Barato, la charla sufre varias interrupciones. Algunos cortes responden a demandas de su personal, que pide aclaraciones sobre precios y referencias, pero otros muchos obedecen a acercamientos de clientes: “solo te quiero desear Feliz Navidad”, repiten.

Algo parecido le sucede con los comerciales y proveedores: “tengo productos que no se venden mucho, pero a los que me une un sentimiento especial porque recuerdo cuando los compré y quien me los ofreció”, revela el tendero. La suya tiene que ser, pues, una memoria enciclopédica porque en la tienda dice tener no menos de “7.000 referencias”.

En ese océano de paños relucen los rollos con lentejuelas y relieves brillantes. “Estamos especializados en trajes de fiesta y de carnaval”, revela Josep Maria. ¿Y eso? “Fue mi madre quien le dio este carácter al negocio, a principio de los años ochenta, y de no haber sido por ella no sé si ahora estaríamos aquí”. La especialización en atuendos carnavaleros le otorga a El Barato una dimensión que va mucho más allá de Reus. “El cliente sabe que si viene aquí va a encontrar lo que buscaba”. La tienda ofrece las telas, a metros o ya confeccionadas, y además dispone de un gran surtido de complementos: pelucas, plumas, máscaras, sombreros, forros o rellenos. Lo que convenga. Familias, grupos y congas acuden cada otoño a El Barato para preparar, con meses de antelación, el desfile del año próximo.

El negocio ha sufrido este año un batacazo por la cancelación de las rúas y por la suspensión de un sinfín de fiestas mayores. “También solemos trabajar mucho con trajes de cabezudos, gigantes y bailes populares y, claro, este año no ha habido nada de esto”, dice el responsable de El Barato. Sin embargo, el obligado encierro por el confinamiento ha activado un filón de negocio: la costura doméstica. “Métete en Instagram y verás la de gente que hay que cose en casa”, informa Josep Maria. La afición por la aguja, y la demanda de tejidos protectores para hacer mascarillas, han permitido a El Barato capear el temporal. Eso, y el otro puntal del negocio: la danza y el ballet. La tienda tiene un inacabable muestrario de tutús, maillots, medias y zapatillas. ¿Sabía que hay una marca de zapatillas, Gaynor Minden, que de cada número de pie ofrece hasta diez modelos distintos, en función de la dureza de la punta? Pues, sin saberlo, no se puede trabajar en El Barato.

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Todo para celebrar rúas y carnaval

Año de fundación: 1881

Producto más destacado: Las telas, los atuendos de carnaval y los uniformes para danza y ballet

Proyecto inmediato: Empezar a comercializar sus productos, más de 7.000 referencias, por internet.


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