Un termómetro de la salud de la ciudad
Ricard Llansà era farmacéutico pero quiso dedicarse a la medicina natural. Cuando murió, su madre heredó el oficio y se lo enseñó a Francesca, la actual propietaria
Es imposible entrar en el Herbolari Llansà y no sentir (además de olor a hierbas) una mezcla de admiración y nostalgia. Admiración por haber llegado de 1907 a 2020. Nostalgia por los comercios como este que desaparecen y mutan en tiendas iguales, sea en el Portal de l’Àngel que en París o Tokio. “Urbanalización” lo llamó el geógrafo y urbanista Francesc Muñoz.
Pero volvamos al Herbolari Llansà. Calle de Elisabets, la que va de la Rambla hasta el MACBA. Aquí no. Aquí siguen las vitrinas del primer día. Cajones de madera de tres o cuatro tamaños. Cestos de mimbre. Todo con cartelitos escr...
Es imposible entrar en el Herbolari Llansà y no sentir (además de olor a hierbas) una mezcla de admiración y nostalgia. Admiración por haber llegado de 1907 a 2020. Nostalgia por los comercios como este que desaparecen y mutan en tiendas iguales, sea en el Portal de l’Àngel que en París o Tokio. “Urbanalización” lo llamó el geógrafo y urbanista Francesc Muñoz.
Pero volvamos al Herbolari Llansà. Calle de Elisabets, la que va de la Rambla hasta el MACBA. Aquí no. Aquí siguen las vitrinas del primer día. Cajones de madera de tres o cuatro tamaños. Cestos de mimbre. Todo con cartelitos escritos a mano que revelan qué contienen. Botes de cristal. Sobres de cartón. Estantes de mil tamaños. Dos escaparates de esos que hay que ir con cuidado al meter la mano, porque tocas una cosa y caen tres. Y sobre el mostrador, la estrella del lugar: una balanza de las de antes, de las que tienen dos platos y se calcula el peso con piezas metálicas.
Todo en tonos verdes y vigilado por Sant Ponç, el patrón de los herbolarios. Está en un estante que mira al mostrador y da la espalda a los clientes. Encima de la miel, de mil tipos. La jefa, propietaria y alma del espacio es la nieta del fundador, Ricard Llansà: Francesca Ubach Llansà. “¿El tomillo lo quieres picado o en rama? Porque si es en rama lo están cogiendo ahora y hasta mañana no llega”, responde a una clienta. No para. Pero atiende sin prisa.
El abuelo de Francesca, Ricard Llansà, “era farmacéutico”, cuenta, “pero quiso dedicarse a la medicina natural”. Cuando murió, su madre heredó el oficio y se lo enseñó a Francesca. “Yo hasta entonces me había dedicado a la música, daba clases de piano y tocaba el violín en la orquesta del Liceo”. A la pregunta de cómo definiría su oficio contesta que “la música y los remedios naturales son oficios que se complementan: si la música cura el alma, las plantas también ayudan al cuerpo”.
Francesca ha visto la evolución de los herbolarios desde dentro. “Antes los remedios caseros se tenían muy en cuenta, luego la gente joven prefirió ir a la farmacia y el 85% de nuestra clientela eran personas mayores. Ahora los jóvenes han vuelto buscando remedios que sirvan para prevenir y valoran los productos naturales, jabones, cremas, cosmética, productos que habían estado arrinconados”, relata. Ojo, dice: “Yo soy muy profesional y sé muy bien hasta dónde podemos llegar con las hierbas. No debemos caer en el error de pensar que lo podemos resolver todo. Dolencias leves se pueden resolver con hierbas y para enfermedades serias hay que acudir a la medicación”.
El sector también ha evolucionado. Los herbolarios siguen vendiendo hierbas para infusionar, pero también preparados de laboratorio que se comercializan en pastilla o en gotas. Para las dolencias más comunes, Francesca los encarga y los etiqueta con la marca de su casa.
“No debemos caer en el error de pensar que lo podemos resolver todo. Dolencias leves se pueden resolver con hierbas y para enfermedades serias hay que acudir a la medicación”Francesca, propietaria del Herbolari Llansà
En este año pandémico y atípico, la inmensa mayoría de los clientes que cruzan la puerta del herbolario le piden o preparados para aumentar las defensas (própolis, equinácea) y prevenir resfriados; o bien hierbas para los nervios o el insomnio. Las ventas de este pequeño local del Raval son un termómetro de la salud de la ciudad. “Aquí vemos de qué sufre la sociedad”, presume. En realidad, de la ciudad y de fuera de ella, porque Francesca tiene clientes de fuera, que se desplazan varias veces al año y hacen grandes compras.
Otras fuentes de clientela eran locales que iban de camino al MACBA o al CCCB, algún turista e incluso compradores de la Boqueria. Han desaparecido todos. “Esto es como una tercera Guerra Mundial en el siglo XXI”. No lo duda, han vivido otras crisis, las del siglo pasado, la de 2008, el atentado de la Rambla… “pero esta es la peor”. De hecho, justo lo está contando cuando entra la propietaria de una tienda de la calle que acaba de cerrar. Viene a buscar “las hierbas del hígado” para su madre.
Francesca no habla mucho del futuro. Aunque alguna pista da. Por un lado, tiene un dependiente y se está formando, además de ayudarle a impulsar las ventas por internet. Por otro, explica que se ha dado hasta fin de año para pensar. “Esta profesión es parte de mí y me cuesta mucho dejarla, y si tuviera que ser otra persona me gustaría que lo conociera y mantuviera el espíritu”.
Año de apertura: 1907
El producto más destacado de la tienda: amplísimo surtido de plantas medicinales y más de 40 tes
Proyecto inmediato: vender por internet