El modernismo y Gaudí no son un ‘bolet’

El Museo del Diseño reivindica el vínculo entre las artes decorativas de comienzos del siglo XX y la artesanía actual

Dos de las puertas de Gaudí para la Casa Batlló que se pueden ver en la exposición del Museo del Diseño.Albert Garcia (EL PAÍS)

Hay un vínculo de unión entre las creaciones que desarrollaron vidrieros, ebanistas, encuadernadores, ceramistas y forjadores a caballo de los siglos XIX y XX, que estallaron en el modernismo y que, pese a los cambios formales, se mantuvo en el novecentismo, en el art déco, el racionalismo e incluso en el GATCPAC, que ha llegado hasta la actualidad en la tradición artesana. O lo que es lo mismo: el modernismo está en la base y fue el inicio de la cultura del diseño.

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Hay un vínculo de unión entre las creaciones que desarrollaron vidrieros, ebanistas, encuadernadores, ceramistas y forjadores a caballo de los siglos XIX y XX, que estallaron en el modernismo y que, pese a los cambios formales, se mantuvo en el novecentismo, en el art déco, el racionalismo e incluso en el GATCPAC, que ha llegado hasta la actualidad en la tradición artesana. O lo que es lo mismo: el modernismo está en la base y fue el inicio de la cultura del diseño.

Es lo que proponen y reivindican Pilar Vélez, directora del Museo del Diseño de Barcelona, y la historiadora del arte Mireia Freixa en la exposición Modernismo. Hacia la cultura del diseño que posibilita hacer un recorrido por las ideas, las técnicas, los materiales, la promoción, la difusión y el uso de muchos objetos creados en ese momento de esplendor artístico de la mano de creadores tan conocidos como Antoni Gaudí, a partir de exponer por primera vez las piezas depositadas por la cátedra Gaudí de la Escola Superior de Arquitectura de la Universitat Politécnica, como puertas de la Casa Batlló y una reja de la Casa Damià Mateu de Llinars del Vallès, hoy desaparecida; pero también, de otros poco o casi nada famosos como Mateu Culell, Víctor Brosa, o Jeroni Granell. “Queremos romper con el mantra de que nuestros grandes artistas han florecido en un país de idiotas. Aquí a Gaudí lo presentamos en contexto, dentro de un tejido riquísimo”, según Freixa que insiste: “Hay todo un ecosistema, Gaudí no es un bolet aislado”.

Uno de los escaños que se pueden ver en la exposición de modernismo como fuente del diseño, en el Museo del Diseño de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

“La exposición quiere incidir en el debate sobre la idea del diseño antes del diseño”, puntualiza la profesora, mientras que Vélez remarca que “no se trata de una típica y tópica exposición de modernismo”. Las dos coinciden en que: “No hemos ido a buscar las joyas, sino a hacer una muestra de tesis, en el que se pueden ver piezas creadas para vivir, algo que seguro sorprenderá. Hemos hecho un planteamiento provocador que no todo el mundo compartirá”. Por eso, la exposición atraviesa todos estos periodos para ver la relación entre los primeros trabajos y los más recientes.

Para las comisarias la gran diferencia entre el modernismo catalán y el que se hace en Europa, centrado en la pieza única elaborada artesanalmente, es que aquí, “el diseño va más allá del objeto acabado; da importancia a todo el proceso, desde el concepto al uso que se hace de él, por lo que es muy importante el proceso industrial”. Otra de las diferencias es que los modernistas catalanes “miraron hacia el pasado y hacia el futuro a la vez, hacia las novedades foráneas, pero también hacia las raíces autóctonas y las propias formas”, subrayan. Un modelo que el novecentismo “pese a que repudió las formas del modernismo continuó con la idea de que el diseño estaba al servicio de la identidad, recuperando técnicas y materiales propios de Cataluña”, siendo una de las propuestas más arriesgadas de la muestra, porque siempre se había visto este movimiento como una ruptura con lo anterior.

Réplicas de muebles de Gaudí y joyería de Masriera que se pueden seguir comprando hoy en día.Albert Garcia (EL PAÍS)

En la exposición pueden verse piezas que no se habían visto nunca como un escaño neogótico del taller de Josep Ribas; un mueble “parlante”, ya que se pueden leer en la tela estampada inscripciones que enaltecen el arte y la industria catalanas como esencias fundamentales, que se expone junto a otro mueble parecido de Gaspar Homar para la Casa Lleó y Morera; el conjunto del mobiliario del comedor del arquitecto Granell; piezas cerámicas del Palau de la Música; una jarra de cerveza de Els 4 Gats, comprada recientemente en subasta; los dibujos originales de las marqueterías de la Casa Lleó i Morera de Josep Pey; un exquisito bordado realizado por Cristina Ribera; piezas y documentos de la firma Escofet, que recientemente depositó su documentación histórica en el museo; un espléndido y enorme marco de Rafael Masó; una vidriera emplomada de Rigalt y Cía y una luz déco de laca urushi de Lluís Bracons, entre otras muchas piezas. “Pese a exponer obras que han prestado coleccionistas y museos, como el MNAC, el Museo Marès o el Museo de Historia de Barcelona, el 90% son fondos propios del museo”, aclara Vélez.

Tras una sección con piezas de autores anónimos: cristales, cerámicas y espejo, que hablan de un modernismo nada elitista, la muestra sigue con las creaciones novecentistas en las que es posible ver la continuidad que se propone, y luego creaciones más recientes, sobre todo cerámicas, firmadas por Picasso y Miró, entre otros muchos, y la butaca racionalista que creó Torres Clavé dentro del GATCPAC en 1937, de madera y cuerda, en el que se vuelve a reivindicar lo artesano. Se acaba con el redescubrimiento del modernismo y la reedición dentro de los “clásicos del diseño” de piezas a partir de los años setenta del siglo XX: sillas, bancos, colgadores y pomos de Gaudí, mesitas de Juyol y colgantes de oro, diamantes, perlas y esmaltes realizados a partir de los modelos del gran joyero y diseñador Lluís Masriera que se siguen produciendo y que pueden ser adquiridos, por todos o casi todos, hoy en día.

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