Un asesino oculto ocho años en una masía del Penedès
El arrestado, que en 2002 mató de un tiro a un empleado durante un atraco al almacén de una empresa de Tarragona, vivía con una identidad falsa
El tiempo siempre había jugado a su favor, pero ahora se ha detenido.
El 25 de julio de 2002, Ramón M. y otros dos hombres asaltaron el almacén de bebidas de la empresa Discoda en el polígono Entrevies, en Tarragona. Iban armados con un revólver y una escopeta de cañones recortados y ocultos con pasamontañas. Al entrar en las oficinas, ordenaron a los trabajadores que se tirasen al suelo. Cuando ya se habían apoderado del botín y se marchaban, uno de los empleados, Juan Antonio L., se abalanzó...
El tiempo siempre había jugado a su favor, pero ahora se ha detenido.
El 25 de julio de 2002, Ramón M. y otros dos hombres asaltaron el almacén de bebidas de la empresa Discoda en el polígono Entrevies, en Tarragona. Iban armados con un revólver y una escopeta de cañones recortados y ocultos con pasamontañas. Al entrar en las oficinas, ordenaron a los trabajadores que se tirasen al suelo. Cuando ya se habían apoderado del botín y se marchaban, uno de los empleados, Juan Antonio L., se abalanzó sobre uno de los atracadores. Ambos rodaron por el suelo, forcejearon, el empleado logró incluso descubrir su rostro. Ramón M. le disparó en la cabeza y los hombres se dieron a la fuga.
Pese a los esfuerzos de la investigación, el caso se archivó inicialmente por falta de pruebas. Hasta que la ciencia forense avanzó en detección dactilar y perfiles genéticos. Esas mejoras fueron suficientes para que la policía extrajera huellas válidas del Opel Corsa usado para cometer el asalto y que fue abandonado en una gasolinera.
Había pasado una década cuando, en 2012, Ramón y otros miembros de una peligrosa banda de atracadores de L’Hospitalet de Llobregat, con más de 80 robos a sus espaldas, fueron detenidos. Pero en cuanto el juez le dejó libre con cargos, Ramón aprovechó para huir. En 2014, la Audiencia de Tarragona le condenó a 25 años de cárcel por asesinato.
Desde entonces, Ramón se convirtió en uno de los fugitivos más buscados de la justicia española. La escapada ha durado ocho años, el tiempo que ha necesitado la Policía y los Mossos d’Esquadra para dar con su escondite: una masía aislada en Castellví de la Marca, un pueblo en la zona de viñedos del Penedès, a 70 kilómetros de Barcelona.
Ramón sabía que aún le buscaban y adoptó todo tipo de precauciones. Apenas salía de la vivienda unas horas al día. Asumió la identidad de otra persona. No tenía coche a su nombre, tampoco propiedades. No trabajaba ni disponía de ingresos, pero se mantenía con el apoyo material de sus familiares. Inició, además, una nueva vida: tenía pareja y una hija. Según la policía, las dos mujeres no sabían nada sobre su oscuro pasado y se mostraron “sorprendidas” al conocer sus antecedentes.
La detención estuvo a la altura de su historial. Cuando los agentes se presentaron en la casa para registrarla y detenerle, Ramón logró huir por una puerta trasera y se refugió en un bosque cercano junto a su pareja. Ambos recorrieron los poco más de dos kilómetros que separan la masía del pueblo de La Múnia, donde unos familiares esperaban a Ramón para permitirle prolongar su huida. Los agentes llegaron antes y le detuvieron.
Los familiares fueron clave en la investigación, reactivada por la policía en 2017 tras constatar que seguían vigentes hasta cuatro reclamaciones judiciales contra Ramón. La más señalada, la orden de detención e ingreso en prisión por el homicidio y el robo con violencia en el polígono de Tarragona. Los investigadores comprobaron que algunos de ellos eran propietarios de fincas en distintas localidades de la provincia de Barcelona.