Opinión

La escopeta de todos

El Parlament se convirtió en un cineclub donde se debatía sobre el mensaje de ‘La Escopeta Nacional’

Un fotograma de José Sazatornil y Mónica Randal en 'La Escopeta Nacional'

Gusta de ver que, en alguna ocasión, los parlamentarios catalanes demuestran compartir un mismo universo cultural, aunque estén políticamente alejados. En unos tiempos en que la fractura entre unos y otros parece más grande que la Falla del Rift, en que se sugiere que hay más semejanzas entre un diputado y un habitante de Nauru que entre dos diputados de partidos opuestos, tranquiliza verlos debatiendo sobre algo que ambos conocen y valoran. Aunque sea una película.

Por eso me ha alegrado de que este miércoles, el hemiciclo se haya convertido por un instante en un cineclub donde se deba...

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Gusta de ver que, en alguna ocasión, los parlamentarios catalanes demuestran compartir un mismo universo cultural, aunque estén políticamente alejados. En unos tiempos en que la fractura entre unos y otros parece más grande que la Falla del Rift, en que se sugiere que hay más semejanzas entre un diputado y un habitante de Nauru que entre dos diputados de partidos opuestos, tranquiliza verlos debatiendo sobre algo que ambos conocen y valoran. Aunque sea una película.

Por eso me ha alegrado de que este miércoles, el hemiciclo se haya convertido por un instante en un cineclub donde se debatía sobre el mensaje de La Escopeta Nacional, la película con la que Luis G. Berlanga retrató el último franquismo con tino y gracia. Tanto tino y tanta gracia que casi se ha convertido en un tópico usarla como metáfora de cierta España. Por si no la han visto o no la recuerdan, la sinopsis es esta: un empresario catalán -José Sazatornil, “Saza”- sufraga una cacería con gerifaltes y potentados del régimen, ministro incluido, para ver si logra colocar sus porteros electrónicos en las nuevas urbanizaciones por construir. Todo en un espléndido tono berlanguiano, por supuesto.

Alejandro Fernández (PP) ha aludido a la película para acusar a Pere Aragonès de ser peor que ese empresario catalán, que iba a Madrid a vender sus productos. En cambio, Esquerra, según Fernández, “va allí a hacer daño a los demás” (ese “daño” es la queja de ERC por la baja presión impositiva de la Comunidad de Madrid, que los republicanos califican de dumping fiscal. Hoy mismo lo ha sacado en el pleno el diputado republicano Ernest Maragall).

El vicepresidente/presidente de la Generalitat ha entrado al trapo del cinefórum: lo que denuncia Berlanga -dice Aragonès- es la connivencia entre el poder político y el económico en el seno del Estado. Daba gusto oírlos debatir sobre cine y sobre su significado. Y resultaba inevitable trasladarse mentalmente a las escenas de la peli. Entre tantas escenas espléndidas y frases impagables, destaca aquella en que el cura carpetovetónico (Agustín González) vocifera: “lo que yo he unido en la Tierra no lo separa ni Dios.” El sacerdote se refiere a un matrimonio, pero no es difícil buscarle paralelismos políticos. Incluso hoy.

En fin, que ese intercambio intelectual entre Fernández y Aragonès a cuenta de una película de referencia, esa constatación de un terreno cultural común por encima de ideologías, ha sido seguramente lo más chispeante de una sesión bastante tediosa. Incluso cuando se habla de las medidas de control de la pandemia, fundamentales a la vez que algo titubeantes en ocasiones, el Parlament de Catalunya es víctima de una sensación general de epílogo. Algunos diputados son tan conscientes de ello que utilizan el hemiciclo más que nada como caja de resonancia de mítines o espacios gratuitos de propaganda electoral. Desde los partidos que forman parte del Govern, las intervenciones suelen ser masajes con jabón y sin rubor a los consellers, olvidando incluso formular el peloteo en forma de pregunta. La oposición, por su parte, se dedica en buena parte a sacar lemas de campaña y meter con calzador conceptos clave aprendidos en reuniones con directores de comunicación.

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