Opinión

Empezar por los cimientos

Con el PSC y Comuns, ERC podría comenzar a ganarse a pulso su futuro como partido de gobierno en una España federal o una Cataluña independiente, con más argumentos sociales, económicos y éticos

Marta Rovira conversa con Oriol Junqueras en el Parlament, en una foto de archivo.A. Garcia

No estoy tan seguro de que el procés esté finiquitado, como dejó entrever en alguna entrevista el exmiembro de Podemos en Cataluña, Xavier Domènech. Lo que sí que creo es que se está viendo otro proceso, el de descomposición del bloque de derechas del independentismo, que lo tiene, y es más acentuado de lo que ellos mismos son capaces de reconocer. Declarada esa guerra civil dentro del independentismo, como la calificó el mismo vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, no queda más que esperar a ver con qué alforjas recurrirá la izquierda catalana a las próximas elecciones, dando...

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No estoy tan seguro de que el procés esté finiquitado, como dejó entrever en alguna entrevista el exmiembro de Podemos en Cataluña, Xavier Domènech. Lo que sí que creo es que se está viendo otro proceso, el de descomposición del bloque de derechas del independentismo, que lo tiene, y es más acentuado de lo que ellos mismos son capaces de reconocer. Declarada esa guerra civil dentro del independentismo, como la calificó el mismo vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, no queda más que esperar a ver con qué alforjas recurrirá la izquierda catalana a las próximas elecciones, dando por sentado este opinador que Esquerra Republicana pertenece todavía a esa izquierda.

Creo que quedó claro que en la machada unilateral del independentismo del 2017, ERC colaboró (Junqueras y Rovira) muy activamente en el comienzo de la construcción de la casa por el tejado. Tal vez hubo alguien, a lo sumo, que intentó evitar el monte y encarar unas elecciones que nos hubieran llevado probablemente al mismo punto en el que nos encontramos pero sin las traumáticas consecuencias institucionales y personales que esa gravísima imprudencia estratégica y política llevó a sus actores. Ni los daños colaterales que eso trajo para toda Cataluña, incluidos los no independentistas.

En estos mismos días en que se está hablando y barajando alianzas y acuerdos de cara a los Presupuestos que el Gobierno de Pedro Sánchez (y la ciudadanía toda del Estado) necesita aprobar lo antes posible, y en que el fugado de Waterloo llama a la “confrontación inteligente con el Estado español”, se publica Tornarem a vèncer (i com ho farem), de Oriol Junqueras y Marta Rovira, precisamente los mismos que impidieron que Puigdemont convocara elecciones aquella infausta mañana de octubre. (El título del libro, por cierto, se las trae, desde luego. El subtítulo es un poco engorroso de entender. Si has vencido una vez (Volveremos a vencer), que reza el título, por qué tienes que explicar cómo lo harás de nuevo (cómo lo haremos). Si ya has vencido una vez, se supone que esa estrategia te servirá de nuevo para la segunda vez, suponiendo que haga falta volver a repetirlo puesto que ya has vencido la primera vez). Pues bien, se enrocan los autores en la convocatoria de un referéndum de autodeterminación como eje central, junto a la amnistía a los políticos presos, en la inminente mesa de negociación entre el Govern y el Ejecutivo central para desbloquear el conflicto territorial que planea sobre la política española (y catalana) desde hace casi una década.

El libro señala algunos errores tácticos, entre ellos no haber aspirado a obtener más peso electoral en el área metropolitana de Barcelona. Dan por sentado que el referéndum es una exigencia democrática. Yo lo dejaría en una exigencia (por exigir que no quede), pero de ahí a que sea democrática queda un largo trecho. Tal vez Junqueras y Rovira entiendan y sientan que no se respetan sus derechos como sujetos de un pueblo llamado Cataluña. Pero deberían saber, si ese fuera el caso, que la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos estipula, dentro de las varias acepciones que tiene el concepto de autodeterminación en el lenguaje jurídico internacional, por ejemplo, que el derecho de autodeterminación no se tiene que articular exclusivamente con la fórmula de la independencia. También existen el autogobierno, el gobierno local, el federalismo, el confederalismo, pero respetando siempre la soberanía y la integridad territorial. La pregunta surge por su propio peso: ¿En Cataluña no hubo una suerte de referéndum cuando se votó el Estatut de 2005 y el Tribunal Constitucional lo “cepilló” por razones electoralistas del PP de entonces, con la alegre aquiescencia del llamado socialista Alfonso Guerra?

Volvamos a lo que nos depararán las próximas elecciones. Si yo fuera Rovira y Junqueras, apoyaría los Presupuestos de Pedro Sánchez y dejaría despejada esa delicada materia económica social que tanto necesitan que se resuelva España y Cataluña, sean sus ciudadanos del partido que sean. Si yo fuera Rovira y Junqueras, encararía las próximas e inexorables elecciones catalanas que se nos vienen —no dejando de nombrar un nuevo president en caso de que Torra sea inhabilitado por la Justicia— con la aspiración de formar un nuevo tripartito y comenzar el edificio por donde deben comenzar, por sus cimientos. Con el PSC y Comuns, ERC podría comenzar a ganarse a pulso su futuro (dos o tres generaciones) como partido de gobierno en una España federal o una Cataluña independiente. Así se comenzará a ganar, con más argumentos sociales, económicos y éticos, esa amplia base electoral que se necesita, si se insiste en el sueño de la independencia, para exigir legítimamente un referéndum de autodeterminación. Y si yo fuera Rovira y Junqueras, la amnistía la dejaría en indulto. Con él saldrán, más temprano que tarde, los políticos presos.


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