Una vida entre el oro y el cava
Nirka Panoso, hija y hermana de mineros en Bolivia, emigró a Sant Sadurní d'Anoia para criar a sus hijos. Hoy es diseñadora de joyas
La familia de Nirka Panoso explota oro en Bolivia. Oro com el que ella trabaja con sus joyas en Sant Sadurní d’Anoia. Panoso es nieta, hija y hermana de mineros en la región de los Yungas. Su madre, Felipa, crio sola a cinco hijos: su marido murió en un accidente de tráfico, en una de esas estrechas carreteras sobre el abismo que serpentean las montañas ricas en minerales, codiciadas por europeos desde la Conquista, luego por norteamericanos y ahora, por empresas chinas.
La mina dio una oportunidad para tirar adelante a una familia campesina de Sucre. Los Panoso se movían de un lado a o...
La familia de Nirka Panoso explota oro en Bolivia. Oro com el que ella trabaja con sus joyas en Sant Sadurní d’Anoia. Panoso es nieta, hija y hermana de mineros en la región de los Yungas. Su madre, Felipa, crio sola a cinco hijos: su marido murió en un accidente de tráfico, en una de esas estrechas carreteras sobre el abismo que serpentean las montañas ricas en minerales, codiciadas por europeos desde la Conquista, luego por norteamericanos y ahora, por empresas chinas.
La mina dio una oportunidad para tirar adelante a una familia campesina de Sucre. Los Panoso se movían de un lado a otro del país. Nirka nació en Cochabamba en 1977 y creció en La Paz. Luego, el destino la llevó al otro lado del mundo, al Penedès. Se mudó a Sant Sadurní en agosto de 2002 junto a sus dos hijos. Tenía 25 años. “Me echaron del colegio de monjas de La Paz donde estudiaba porque fui madre con 17 años. Tuve que sacarme el bachillerato de noche”.
Emigró por motivos económicos, siguiendo la estela de su hermana mayor, que se había erradicado en Sant Sadurní. Su hermana, a su vez, se desplazó a Cataluña por una tía que había llegado años antes. La reagrupación familiar, coincide Panoso con otros testimonios de esta serie de entrevistas, es la principal razón por la que los latinoamericanos optan por establecerse en una región determinada de España. Lo primero que recuerda al llegar fue el mar; nunca había visto el mar. También le llamó la atención que la gente aparcara el coche en la calle. “En La Paz eso no era posible, te lo robaban”. Lo peor fue el invierno, demasiado frío para ella. Estuvo a punto de volver a Bolivia, pero perseveró. “Es duro cuando llegas, pero aquí hay más oportunidades, si trabajas mucho y bien, se abren las puertas”.
En Bolivia era contable en un banco. “Puede parecer que trabajar en un banco sea algo que aporte una estabilidad, pero mi sueldo no nos daba para vivir. Por eso tuve que emigrar, y de verdad que no quería irme de mi país”. En Cataluña empezó rápido a trabajar asistiendo a ancianos, también como cuidadora de niños. Todavía hoy, los fines de semana, hace algunas horas extra. Mientras se deslomaba para sacar adelante a sus hijos, empezó a estudiar un nuevo oficio: el diseño de joyas. Afirma que tomó la decisión por el prestigio que vio que tenía el diseño en Cataluña y por el ascendente tan importante que tienen las artesanías en su país, porque Panoso continúa sintiéndose boliviana.
Mientras trabajaba, cursó el grado superior de diseño de joyas en la escuela municipal de arte Arsenal, en Vilafranca del Penedès. También se formó en la Escola Massana y aprendió encuadernación en la Escuela Industrial de Barcelona. Ha recibido distinciones y sellos de calidad, ha participado en ferias y no fue hasta el año pasado que no se decidió a abrir su propia tienda. Se ubica en la plaza del Ayuntamiento de Sant Sadurní y la inauguró el pasado diciembre. Por la epidemia de la covid-19, poco tiempo ha podido estar abierta. En esta empresa la ha ayudado su familia política. Panoso está casada desde 2014 con Jordi, miembro de una conocida familia de productores de cava.
Panoso es un caso atípico. Se siente netamente boliviana pero no mantiene contacto alguno con sus compatriotas. Dice que se debe a que está alejada de Barcelona, pero lo cierto es que más que Bolivia, su patria parece ser su familia, su madre Felipa y su hermana, que ahora viven en Londres, sus hijos y Jordi. También es una boliviana de corazón atípica porque solo se plantea vivir en Sant Sadurní, un pueblo que, asegura, la ha acogido de la mejor manera. Recalca que nunca ha sufrido vejaciones por ser extranjera, ni racismo ni rechazo por hablar en castellano.
Panoso tiene clientes que ven en sus joyas aspectos exóticos, detalles bolivianos. En verdad, corrige ella, no es así, por lo menos de forma consciente. Hay una serie que sí recuerda a los tejidos andinos. La naturaleza es su gran inspiración, también su apego a la tierra en la que ha encontrado un hogar; ejemplo de ello es su colección inspirada en las ramas de la vid.
Solo encuentra un punto negativo de España, los largos trámites burocráticos para obtener la ciudadanía española. Cree que los latinoamericanos residentes en España, por la relación de siglos, por el pasado colonial, deberían tener más facilidades para ser españoles de pleno derecho. El recorrido de Panoso hasta llegar a su estabilidad actual ha sido duro. Opina que no ha hecho nada especial, solo trabajar con empeño y valorarse a sí misma, “creer que puedes aportar algo”.
Una boliviana en la tierra del vino
Año y lugar de nacimiento: 1977, Cochabamba, Bolivia.
Cuando llegó a Cataluña: En 2002, se instaló en Sant Sadurní d’Anoia junto a sus dos hijos, siguiendo el ejemplo de su hermana.
Qué determina que viva lejos de su país: La necesidad económica para dar un sustento a su familia.
Ocupación: diseñadora de joyas, con una tienda propia en la plaza del Ayuntamiento de Sant Sadurní.