El Cruïlla nos devuelve la primavera en una noche de verano
El Ensemble de la Orquesta del Liceo interpreta en los jardines del TNC la popular versión de Max Richter de ‘Las cuatro estaciones’ de Vivaldi
Noche a recordar la del jueves en los jardines del Teatre Nacional de Catalunya (TNC). El festival Cruïlla nos devolvió la perdida primavera con una hermosa velada de música, aire tibio y atmósfera bucólica y romántica protagonizada por el Ensemble de la Orquesta Sinfónica del Liceo, que interpretó Las cuatro estaciones de Vivaldi en la tan popular (sería anatema decir que casi como el original) versión de Max Richter (hoy repiten, a las 21 h). “A lo mejor se saltan la primavera, como nosotros”, comentaba una espectadora acomodándose en las sillas dispersas dispuestas en la escalera de ...
Noche a recordar la del jueves en los jardines del Teatre Nacional de Catalunya (TNC). El festival Cruïlla nos devolvió la perdida primavera con una hermosa velada de música, aire tibio y atmósfera bucólica y romántica protagonizada por el Ensemble de la Orquesta Sinfónica del Liceo, que interpretó Las cuatro estaciones de Vivaldi en la tan popular (sería anatema decir que casi como el original) versión de Max Richter (hoy repiten, a las 21 h). “A lo mejor se saltan la primavera, como nosotros”, comentaba una espectadora acomodándose en las sillas dispersas dispuestas en la escalera de entrada del TNC, convertida en el estupendo anfiteatro que soñó en su día Flotats. El Ensemble no se la saltó, la primavera, y hasta pareció reivindicarla interpretándola con un énfasis especial que quizá eran las ganas que teníamos todos.
Gran éxito del Cruïlla, que demuestra de nuevo que su formato XXS para la crisis, con todas las medidas de seguridad, incluido aforo reducido, distancias y mascarilla obligatoria, funciona. Se agotaron las localidades con un público deseoso de música en directo, magia y esperanza en estos tiempos de rebrotes. La gente podía sentarse delante del escenario, colocado al fondo del jardín entre los olivos, enfrente del edificio del teatro, o en las escaleras convertidas en gradas. En el primer caso, disponías incluso de mesita con código QR y te servían consumiciones del bar instalado para la ocasión. Vamos es que ni en Mantua. En las escaleras no se estaba peor y una pareja se había repantigado tan ricamente en sus sillas con una botella de verdejo metida en una cubitera.
Las Four Seasons recomposed son esa versión de Richter que se publicita como el número 1 en descargas en iTunes. Es verdad que engancha cantidad y sobre todo le da un toque diferente, marchoso -no sé si se dice molto marchoso, o allegro marchoso-, a una composición que en algunos pasajes estacionales de tan oída le romperías el violín en la cabeza al solista. No solo no ocurrió eso (su instrumento es además un bonito Guadagnini de 1781) con el canadiense Kai Gleusteen, primer violín de la orquesta del Liceo y solista y director del Ensemble, sino que le aplaudimos mucho, a él y toda la formación de una veintena de músicos que tocaron con notable entrega. Tanta satisfacción hubo y la gente era tan reacia a marcharse que con su simpático acento Gleusteen nos preguntó: “¿Repitemos algo?”. Y ante el entusiasmo del público, que visto desde el escenario, con todos embozados, debía ser como actuar en un salón de Dodge City para la familia Dalton al completo, señaló: “Como es verano, pues verano”. Y nos volvieron a tocar el tercer movimiento de la estación en que estamos y que, de momento, parece que no nos van a birlar, al menos no con noches como la del jueves. Hasta se integraba el paso regular del tranvía que te hacía pensar que estabas en Viena. Luego repitieron también el invierno. Y era una delicia estar allí, mientras anochecía, grandes garzas imperiales pasaban arriba y abajo por el gran ciclorama del cielo, camino del parque de la Ciutadella, y una melancolía infinita llenaba la atmósfera cargada de todo lo que hemos perdido, de todo lo que amamos y de lo que, poco a poco, vamos recuperando.