Cataluña en marcha
Debemos incidir decisivamente en el Congreso de los Diputados: si a España le va mal, a Cataluña también
Es fácil encontrar en la actividad política y las redes opinadores que hagan diagnósticos de la actual situación. Los problemas son muchos y denunciarlos es sencillo. Pero no lo es tanto encontrar personas capaces de aportar soluciones y menos aún de priorizarlas. Peor todavía, estamos escasos de liderazgos capaces de hacer realidad las ideas y mejorar la situación social y económica.
El nuevo catalanismo deberá ser capaz de encontrar soluciones realistas, consensuadas por amplia mayoría y ser un proyecto transformador de la sociedad. El independentismo de CUP, ERC y JxCat tuvo la oport...
Es fácil encontrar en la actividad política y las redes opinadores que hagan diagnósticos de la actual situación. Los problemas son muchos y denunciarlos es sencillo. Pero no lo es tanto encontrar personas capaces de aportar soluciones y menos aún de priorizarlas. Peor todavía, estamos escasos de liderazgos capaces de hacer realidad las ideas y mejorar la situación social y económica.
El nuevo catalanismo deberá ser capaz de encontrar soluciones realistas, consensuadas por amplia mayoría y ser un proyecto transformador de la sociedad. El independentismo de CUP, ERC y JxCat tuvo la oportunidad de gobernar los últimos años, pero fallaron en el intento. La diagnosis era en parte correcta: Cataluña es una realidad política que muchos catalanes sentimos como nación, mientras que una parte del Estado no cree en el estado plurinacional. Hay carencias de financiación, los catalanes más desfavorecidos son los principales perjudicados y la crisis social es palpable en muchos barrios. Ante este diagnóstico, estos partidos siguen apostando por la solución equivocada. El proyecto independentista no es la terapia correcta para los males del país, y de ahí el bloqueo actual.
Hay que construir un nuevo proyecto de renovación para pasar página a la parálisis actual y superar la crisis de la covid. Es el catalanismo que propone Units per Avançar, que defiende Albert Batlle, y que queremos impulsar más allá del partido.
Nuestra propuesta no va contra los independentistas. Al contrario, damos la bienvenida a los que se sienten independentistas y quieran trabajar en un proyecto que vaya más allá de ellos mismos, que quieran poner Cataluña en marcha y compartan estas prioridades: reactivar la economía, priorizar la educación y salvaguardar el Estado de Bienestar. Nosotros sí creemos que son catalanes todos los que viven y trabajan en Cataluña.
Es urgente encontrar buenas soluciones a una situación muy difícil. Debemos hacerlo con consenso, activando nuestras fortalezas y sin destruir lo que funciona. No hay estado de bienestar que se mantenga sin una economía operativa. Es necesario, pues, apoyar a la empresa y al ahorro para que se transforme en inversión que incremente la productividad, y hacerlo sin aumentar la presión fiscal. Hay que impulsar la concertación público-privada como motor de Cataluña, tanto en la sanidad como en la educación. Impulsar a todos los sectores económicos, porque no hay que cambiar de modelo económico —como dicen algunos—, sino que funcionen mejor los existentes. Debemos reducir el paro por debajo del 7% en ocho años. Es prioritario revisar el gasto administrativo de la Generalitat y de las entidades locales para garantizar que los recursos se dedican allí donde más se necesitan. No podemos mantener Agencias, Institutos y Consejos convertidas más en oficinas de colocación que instrumentos al servicio ciudadano.
El nuevo catalanismo debe ser una fuerza regeneradora en muchos ámbitos, desde la cultura a la convivencia en los barrios. Un proyecto para los catalanes y no en contra de una parte. Debe incidir decisivamente en el Congreso de los Diputados, porque si a España le va mal, a Cataluña también, y no nos lo podemos permitir. Creemos, pues, en una lealtad recíproca. El catalanismo reformista que queremos, probablemente el único posible, no renuncia a nada y pone en primer lugar la reconstrucción de Cataluña. Tras la pandemia, hay que priorizar a la gente que lo está pasando mal y a las empresas preocupadas por la incertidumbre. Ahora toca un bon govern con los pies en el suelo, que apueste por recuperar nuestro país.