Opinión

El test a la política del coronavirus

ERC desteje de noche lo que teje de día. De día consigue en Barcelona la abstención de los ‘comunes’ en los Presupuestos de la Generalitat, y de noche los deja plantados en Madrid con un no al estado de alarma

José Luis Atienza
Gabriel Rufián, en el Congreso, el pasado 6 de mayo.Pool Efe (GTRES)

En algunas intervenciones del debate del 6 de mayo no se notó nada que la pandemia ha cambiado la vida a todos los ciudadanos. Su reino, o su república, no debe ser de este mundo cruel, donde el miedo al hoy y al pasado mañana no impide a la gente aplaudir en los balcones a quien se rompe la cara contra el virus. El coronavirus es también un test a la política. Se ha tenido que renunciar a lo que era nuestra vida cotidiana, a cobrar cada mes, a ir al trabajo, a estudiar. Ha dejado las tiendas con la persiana cerrada y los aeropuertos vacíos. Hemos perdido personas amigas, familiares y abuelos ...

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En algunas intervenciones del debate del 6 de mayo no se notó nada que la pandemia ha cambiado la vida a todos los ciudadanos. Su reino, o su república, no debe ser de este mundo cruel, donde el miedo al hoy y al pasado mañana no impide a la gente aplaudir en los balcones a quien se rompe la cara contra el virus. El coronavirus es también un test a la política. Se ha tenido que renunciar a lo que era nuestra vida cotidiana, a cobrar cada mes, a ir al trabajo, a estudiar. Ha dejado las tiendas con la persiana cerrada y los aeropuertos vacíos. Hemos perdido personas amigas, familiares y abuelos atascados en las residencias y la canción del olvido.

Sin embargo, el PP a lo suyo, como si su calendario hubiese quedado confinado en el marzo del Día del Padre. Como la política hace extraños compañeros de cama, Vox tuvo compañía en la litera del no, ensanchada hasta cama de matrimonio para que cupiesen los procesistas del Congreso. Entre ellos, ERC. Esquerra Republicana nunca decepciona. Un amigo dice que siempre ha sido un coche de alto precio y bajas prestaciones, que se para cuando llueve porque se le moja el delco y en las cuestas apea a los compañeros de viaje porque teme que el peso añadido les cale el motor.

Lector de odiseas y de ítacas, el partido de Oriol Junqueras practica la estrategia de Penélope. Destejen de noche lo que tejen de día. De día persiguen y consiguen en Barcelona la abstención de los comunes en los Presupuestos de la Generalitat, y de noche los dejan plantados en Madrid con un no al estado de alarma. De día empujan una moción de censura y de noche arremeten con los presupuestos que le daban sentido y recorrido a aquella moción.

Es evidente que el Gobierno Sánchez, UP y los comunes tienen poco ensayada y menos practicada la concepción federal y plurinacional, pero también lo es que exige algo que hoy se echa en falta en la política española autonómica, un ingrediente tan imprescindible como el agua para el caldo, sin la cual, por mucha retórica que se le eche, ni habrá escudella ni cocido, ni letra ni música federal: la lealtad. No la ha habido desde la autonomía catalana ni desde la madrileña. Tampoco ERC ha pecado nunca de excesiva lealtad a los socios, ni en el viejo tripartito de izquierdas ni en el bipartito de derechas, aunque en el procesismo todo se perdona. Excepto una cosa, decidir desde el sentido común.

Eso parece haber hecho Ciudadanos. La geografía variable de los apoyos expresa la levedad del ser de las mayorías parlamentarias en estos tiempos revueltos. El temor y la esperanza es que todo aguanta frágil, como soldado con saliva, y que aquí y allá la política tiene que sacar partido de la suma de debilidades, no de afinidades. Ahora necesitaríamos que sacase un aprobado en el difícil arte de escribir recto con renglones torcidos.

José Luis Atienza es coportavoz de Comunes Federalistas.

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