Abanderado de Menorca
Emili de Balanzó fue un embajador informal, referente cultural y personaje clave de la sociedad civil menorquina
Ha muerto recientemente, en Maó, a los 80 años y aquejado por el coronavirus, Emili de Balanzó. El que últimamente venía desempeñándose como síndic de greuges de Menorca siempre había sido un defensor del pueblo menorquín, incluso antes de que existiese esa figura institucional.
En realidad dedicó medio siglo de su vida profesional (de 1968 a 2017) a dirigir el Patronat del Turisme de la isla, de la que se convirtió en embajador informal, referente cultural y personaje clave de su sociedad civil. Fue uno de los factores esenciales para que la segunda de las Baleares alcanzase a o...
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Ha muerto recientemente, en Maó, a los 80 años y aquejado por el coronavirus, Emili de Balanzó. El que últimamente venía desempeñándose como síndic de greuges de Menorca siempre había sido un defensor del pueblo menorquín, incluso antes de que existiese esa figura institucional.
En realidad dedicó medio siglo de su vida profesional (de 1968 a 2017) a dirigir el Patronat del Turisme de la isla, de la que se convirtió en embajador informal, referente cultural y personaje clave de su sociedad civil. Fue uno de los factores esenciales para que la segunda de las Baleares alcanzase a organizar un sector turístico modélico y equilibrado basado en compaginar el desarrollo económico con la excelencia medioambiental —como condición de sostenibilidad—, a la que siempre fue sensible.
Y es que, no en vano, Emili era ya un tipo con grandes inquietudes culturales, musicales y literarias antes de aterrizar en Menorca. De una rama familiar de médicos e intelectuales, se licenció en Derecho, donde se fraguaba el Sindicat Democràtic d’Estudiants, y trabajó en la discográfica barcelonesa Discos Vergara (Dúo Dinámico, los Sirex, Lita Torelló, Peret…). De esa época se conservan imágenes suyas con artistas como Charles Aznavour. El joven Emili era ya un moderno, un hombre de su tiempo. En Menorca repartió su tiempo entre el oficio y la conspiración política, en la Assemblea Democràtica y la Junta Democràtica, pasión que más tarde le llevaría a comprometerse como concejal socialista de Maó (2007). Y a escribir periódicamente sus columnas en es diari, el Menorca, bajo el título de Xerrar boig y la excelente batuta del director Bosco Marqués, uno de los grandes periodistas desde la Transición en las islas.
Apoyó con su nombre y presencia activa en sus cúpulas organizativas la Obra Cultural de Menorca, la Fundació Teatre Principal —el teatro de ópera más antiguo de España, vivero de grandes artistas— y el Museo de Ca n’Oliver, una magnífica apuesta arquitectónico-pictórica impulsada por Ángeles Hernández, otro relevante personaje de la isla.
Así que Emili de Balanzó, hijo y nieto de otros famosos Emilis, fue protagonista, acompañante y cómplice de todas las movidas menorquinas de este tiempo: el de la introducción de la modernidad en la isla. Supo cohonestar el compromiso político con la transversalidad y la vocación de consenso; la apuesta turística con el conservacionismo ecológico; el mundo de la empresa con el de la cultura. Cultivaba la ironía —un rasgo muy familiar— y, como dijo de sí mismo en su novela Del color dels ocells, era “un gran aficionado a la lectura, a la música y al arte, a los viajes y a la pesca”, y un tipo “testarudo, coleccionista de sueños, aunque un punto escéptico, y perfeccionista”. No extrañará a nadie que con esas credenciales dispensase una universal acogida, cálida, próxima, de antigua usanza, a propios y extraños. Incluidos a los primos de la lejanía.