De diseños de pasarela a batas de hospital

Miriam Ponsa y Josep Abril se pasan a la producción de equipos de protección para sanitarios

Josep Abril y Miriam Ponsa con las batas que han diseñado.EL PAÍS

Cuando Míriam Ponsa cerró sus tiendas de moda y el taller donde confecciona su propia marca por la crisis del coronavirus, sentía una gran inquietud dentro. No solo por la afectación de la pandemia, sino por cómo podía aportar algo en esta grave situación. Su profesión es el diseño de moda, algo totalmente prescindible en una crisis como esta. “Todos tenemos ropa de sobras para seguir vistiéndonos”, reconoce ella misma. Pero quizá sus conocimientos y su estudio podían servir para fabricar otro tipo de vestimenta, la de protecció...

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Cuando Míriam Ponsa cerró sus tiendas de moda y el taller donde confecciona su propia marca por la crisis del coronavirus, sentía una gran inquietud dentro. No solo por la afectación de la pandemia, sino por cómo podía aportar algo en esta grave situación. Su profesión es el diseño de moda, algo totalmente prescindible en una crisis como esta. “Todos tenemos ropa de sobras para seguir vistiéndonos”, reconoce ella misma. Pero quizá sus conocimientos y su estudio podían servir para fabricar otro tipo de vestimenta, la de protección que necesitan los sanitarios. Así que cuando el diseñador Josep Abril la llamó porque había recibido el encargo de hacer batas y mascarillas, en seguida se entusiasmó y empezaron un proyecto común. Empezó así una radical transición: de diseñar una colección para su próxima pasarela a confeccionar prendas para la protección de sanitarios en los hospitales.

Para ella era importante hacer las cosas a su manera, es decir, trabajando con estándares de calidad, dando valor a los proveedores locales y la fabricación de proximidad. Para ello buscaron un tejido homologado, que fuera idóneo para batas, pantalones y mascarillas de protección, y se pusieron manos a la obra. Del patronaje y el diseño se encargó Abril, y Ponsa se ocupa de la confección, con la ayuda de varios talleres de su comarca, el Bages, que este martes, con el levantamiento del confinamiento más estricto, tenían previsto empezar a coser las prendas.

Estos equipos irán destinados a profesionales de la salud de hospitales públicos y privados. A diferencia de otros, son equipos que se pueden reusar hasta 140 veces si se lavan a una temperatura de 120 grados, ya que el tejido aguanta perfectamente sin perder propiedades de protección. Es uno de los motivos de orgullo de Ponsa, que ve con cierto reparo tantos equipos de usar y tirar procedentes de países lejanos. Para ella, la sostenibilidad y la proximidad siguen siendo valores importantes.

De hecho, cree que esta crisis es una oportunidad para reivindicar “la proximidad y la producción local”. “Lo que se está viendo es que en una situación super dramática, quienes realmente nos estamos ayudando somos los del territorio, suerte de los payeses y las producciones locales para abastecernos”, remarca. “Los que producimos aquí estamos trabajando con unos valores que no tienen nada que ver con los de los que se van a producir fuera, son valores intrínsecos a la marca”, opina.

Cree que una de las lecciones de esta crisis debería ser que “la gente se dé cuenta que si no ayudamos a los pequeños ahora, no saldremos de esta”, reconoce. A nivel personal, ve peligrar su negocio “en función de la acción de compra de la gente”. “Si la gente continúa comprando camisetas a 3 euros en el fast fashion, estamos en peligro, pero si la gente apuesta por los productos de proximidad tenemos una oportunidad”, enfatiza.

Antes de que estallara esta crisis, Ponsa estaba terminando parte de la producción de la colección que debería venderse ahora en las tiendas, y diseñando la colección del verano de 2021, que hubiera presentado con un desfile en junio. “No me sentía nada cómoda siguiendo con la colección, estaba muy agobiada porque quería hacer algo para ayudar”, insiste. Así que para ella poder hacer batas para sanitarios es una “terapia”. “Todos necesitamos actos de generosidad, más que nunca debemos estar al lado de la gente que está sufriendo”. Reconoce que el hecho de poder ayudar des de la creación ha sido un alivio.

Como tiene el taller debajo de su casa, en Manresa, cuando salió la oportunidad, ella y su marido se pusieron a trabajar. Solo ellos porque para el personal de su empresa ha hecho un ERTE. Admite que la manera de trabajar actual le recuerda a la de una guerra o posguerra. “Me siento como si estuviera haciendo estraperlo, para conseguir un velcro o una cinta, hay lo que hay, no se pueden escoger materiales, cuando antes tenía mil posibilidades y fornituras”.

Esta situación de carencia le lleva a recordar una de sus últimas colecciones, Arte Povera, donde precisamente apelaba a utilizar las cosas que se tienen “y darles mucho valor”. “Si tengo 400 metros de una cinta que no uso, debo encontrar la manera de aprovecharla”, dice a modo de ejemplo de lo que está viviendo ahora. “Arte Povera significaba esto, darle valor a lo costumbrista, a lo del día a día”, recuerda en referencia a la colección de primavera-verano 2016. Se inspiró en un movimiento de artistas plásticos italianos de los años sesenta, que usaban materiales considerados pobres, es decir, habituales y cotidianos, sin valor aparente. Como hasta hace poco podían parecer las batas de sanitarios.

Una confección terapéutica

Nombre. Miriam Ponsa, 47 años

Qué hacía antes de la crisis. Estaba terminando la producción de la colección de este verano y ya estaba creando la del verano de 2021.

Qué hará cuando acabe la crisis. Le gustaría continuar con su marca creativa pero no quiere dejar esta nueva línea de trabajo porque le parece mucho más necesaria. Si puede continuar haciéndolo lo hará.

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