Renta Básica. Ahora es el momento
Necesitamos una medida clara, drástica, que asegure un salario mensual hasta que volvamos a producir, a trabajar, a consumir
Como si hubiésemos apagado el interruptor. El coronavirus ha supuesto un choque externo para la economía mundial de una magnitud, intensidad y consecuencias que ahora mismo es imposible calcular ni valorar con certeza. Es seguro un choque de oferta, ya que muchos bienes y servicios no se pueden producir, distribuir ni prestar porque se ha detenido la actividad. Y lo es, al mismo tiempo, de demanda, pues el confinamiento y la caída de ingresos de trabajadores, autónomos y empresas -sumada a la incertidumbre- provocan una caída de...
Como si hubiésemos apagado el interruptor. El coronavirus ha supuesto un choque externo para la economía mundial de una magnitud, intensidad y consecuencias que ahora mismo es imposible calcular ni valorar con certeza. Es seguro un choque de oferta, ya que muchos bienes y servicios no se pueden producir, distribuir ni prestar porque se ha detenido la actividad. Y lo es, al mismo tiempo, de demanda, pues el confinamiento y la caída de ingresos de trabajadores, autónomos y empresas -sumada a la incertidumbre- provocan una caída del consumo y la inversión. No es una crisis financiera pero puede acabar siéndolo. No hay precedentes en la historia económica contemporánea. Solo una guerra, con la caída y la alteración de la producción, distribución y consumo que conlleva, es comparable. Es como si, en plena actividad, alguien hubiese apagado la luz.
No es suficiente lo que hemos hecho hasta ahora. Los presupuestos públicos deben destinarse, en esta situación, a tres frentes absolutamente necesarios: la dotación de recursos a la emergencia sanitaria de suministros, fármacos y recursos humanos. En segundo lugar, el apoyo a los sectores económicos -la práctica totalidad- que se ven afectados por la caída de actividad. Son necesarios un aumento de las prestaciones por desempleo temporal, créditos y avales públicos para las empresas y un mantenimiento del gasto público con el objetivo de garantizar la renta de los asalariados y autónomos. Y, en tercer lugar, hay que proveer los servicios esenciales para la vida particular y en sociedad. Todas las Administraciones, con más o menos intensidad, con más o menos acierto y con más o menos celeridad, hemos anunciado medidas en este sentido. Bienvenidas.
Pero todo esto es insuficiente. Ha llegado el momento de activar una renta básica de confinamiento. Hay que garantizar el oxígeno de la habitación hasta que volvamos a encender el interruptor. Un ingreso básico, financiado directamente por el Banco Central Europeo, para todos los ciudadanos que no tengan los ingresos garantizados. “Lo que sea necesario” (whatever it takes), en jerga de política monetaria, es eso. Un salario mensual hasta que volvamos a producir, a trabajar, a consumir. No estamos ante una crisis entre acreedores y deudores, sino ante una pandemia global que afectará a toda la humanidad y que rompe las reglas de la economía, la sociedad y la política. Necesitamos, por tanto, una medida clara, drástica, que asegure una renta para los gastos esenciales a la población.
Hoy, no garantizar ingresos vitales a toda la población no es una alternativa. La idea de una renta básica universal, en situaciones de normalidad económica, siempre me había generado reservas por los efectos sobre la inflación, el mercado de trabajo o los posibles incentivos que generaría. Era escéptico. Pero vivimos un momento de extrema anormalidad y la opción de no garantizar unos ingresos para la población (que tampoco podrá trabajar ni buscar trabajo) nos puede llevar a una crisis social y económica tan importante o peor que la de 2008. La financiación vía banco central mediante una donación directa de este a cada ciudadano mientras dure esta situación es la garantía de que no se generará una deuda pública que impida las políticas de reconstrucción económica y social necesarias cuando todo esto haya pasado. En una situación de choque de demanda y oferta por una causa exógena a la economía, los efectos sobre la inflación y el riesgo moral de las crisis de deuda no son aplicables.
En momentos excepcionales, medidas excepcionales. Y no hay nada más excepcional que una crisis sanitaria que afecta al conjunto de la humanidad. Es el momento de una renta básica para apoyar a una ciudadanía que cuando todo haya pasado debe poder recuperar su cotidianidad con normalidad. Es necesaria una renta básica para salvar el futuro de la economía, para salvar la convivencia y un mínimo bienestar para todos. Ahora es el momento.
Pere Aragonès es vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda de la Generalitat de Cataluña.