Los ‘coworkers’ se van a casa

El coronavirus sume en la incertidumbre a los espacios compartidos de trabajo

Barcelona -
El espacio Coworking Felisa en Barcelona.EL PAÍS

La mayoría de coworkers se han ido a trabajar a su casa. A pesar de que los espacios de coworking pueden seguir abiertos extremando las medidas de higiene y seguridad, el miedo al contagio que conlleva una pandemia se ha extendido y la mayoría de trabajadores prefieren quedarse en casa, aunque se suban por las paredes. Los propietarios de estos centros de trabajo están en ascuas, sin saber si van a poder continuar con su negocio, o esta crisis le...

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La mayoría de coworkers se han ido a trabajar a su casa. A pesar de que los espacios de coworking pueden seguir abiertos extremando las medidas de higiene y seguridad, el miedo al contagio que conlleva una pandemia se ha extendido y la mayoría de trabajadores prefieren quedarse en casa, aunque se suban por las paredes. Los propietarios de estos centros de trabajo están en ascuas, sin saber si van a poder continuar con su negocio, o esta crisis les obligará a bajar la persiana. Desde los más grandes a los más pequeños, todos sufren por lo que pueda pasar, mientras reciben las primeras bajas de usuarios y ponen en marcha recursos en línea para atender a su comunidad.

“La gente dejó de venir gradualmente la semana pasada", cuenta Angie Porcel, propietaria de Felisa Cowork, en Barcelona, un espacio pequeño que comparten unas 16 personas. Aunque el local no está cerrado, solo un profesional sigue acudiendo a trabajar allí, “porque vive al lado y está solo”, argumenta Porcel. Ya ha recibido la primera baja para abril. Unas cuantas más puede suponer entrar en pérdidas. Como parece que la situación puede alargarse, Porcel estudia medidas para evitar la fuga de los coworkers, como una reducción de la cuota, soporte a quienes más lo necesiten o pedir al propietario del local algún tipo de ajuste del alquiler.

Mientras tanto, esta pequeña comunidad de coworkers sigue en estrecho contacto gracias al mundo virtual, como la mayoría de la gente. “Estamos reinventando el valor que aportamos a la comunidad desde casa”, detalla Porcel. La comunidad sigue unida con varias iniciativas que han puesto en marcha, cogiendo la idea del Espacio Arroelo de Galicia, como el desayuno virtual por la aplicación Zoom y otras sesiones en línea para escucharse entre ellos o compartir recursos para sobrellevar mejor el confinamiento. También usan aplicaciones para hacer ejercicio, meditar, para decorar o consejos de nutrición.

En MOB, un coworking con tres sedes en Barcelona que suman más de 400 trabajadores, también está notando la crisis del confinamiento. Los espacios están abiertos, pero acuden muy pocos profesionales, y ya se han dado de baja un 30% de los clientes. Alejandro Papadopoulos, responsable de los espacios MOB, explica que han reducido la franja de apertura, han intensificado el servicio de limpieza y han impuesto una serie de medidas de higiene estrictas. A pesar de todo ello, solo acude una decena de personas a cada espacio.

“La gente no quiere salir de casa”, cuenta Papadopoulos, confuso por la incertidumbre. “No sabemos qué va a suceder, si esto se extiende la gran mayoría se va a ir”. De momento, tienen que afrontar los mismos gastos de infraestructura, mientras se ven obligados a cancelar eventos y alquileres de salas. Uno de sus eventos importantes es un mercadillo de ilustradores que se hace en junio, y por ahora no sabe si lo podrán celebrar. También están organizando actividades online “para que la gente pueda hacer el confinamiento más llevadero”. Compañeros que hacían clases de yoga o meditación, las siguen dando en línea, y están preparando un programa más extenso para ofrecer a los coworkers.

Marc Navarro, consultor de trabajo cooperativo o cotrabajo, está a la expectativa de lo que pueda pasar. El sector “estaba subiendo como la espuma” en los últimos cuatro años en Barcelona, donde se calcula que hay unos 400 espacios, con precios “disparados”. Para una mesa fija de trabajo en los espacios compartidos más punteros se piden unos 350 euros más IVA al mes. Asegura que la gran mayoría de coworkings continúan abiertos ante el estado de alarma, pero pocos profesionales los frecuentan. Los espacios pequeños tienen una comunidad “más fuerte y pueden hacer más piña”, pero sus contratos son mensuales y este confinamiento “les puede impactar más”.

En cambio, en los más grandes, tipo flexwork, que tienen el 80%-90% de su espacio dedicado a oficinas, los contratos suelen ser de 6 a 12 meses, y por ahora la crisis del coronavirus les puede afectar menos. “Los grandes pueden sufrir problemas a la hora de captar capital”, añade. La situación actual también se ha llevado por delante la conferencia anual española The Coworking Conference, prevista en junio en Valencia.

La consultoría inmobiliaria Savills Aguirre Newman asegura que “es muy pronto para anticipar consecuencias porque todo depende de la duración de esta situación”. Creen que habrá “bajas puntuales” porque la ventaja de los coworking es “precisamente la flexibilidad para adaptarse al momento del negocio”. Por eso mismo prevé “que la actividad se recuperará con agilidad una vez se retome cierta normalidad”. El confinamiento está sirviendo para que estas comunidades de profesionales refuercen la necesidad de contacto y de compartir, “que es precisamente otra de las principales ventajas que aportan los espacios de coworking a emprendedores y pymes”, agregan.

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