Decenas de personas sin hogar viven confinadas en una casa ocupa de Barcelona

Los integrantes de la Casa de Cádiz llevan desde el sábado encerrados en el local a la espera de que finalice el estado de alarma

Dos mujeres con mascarilla en una habitación de la Casa de CádizCasa de Cádiz

Las 24 personas sin hogar que viven en la antigua casa regional de Cádiz, en Barcelona, se confinaron el pasado sábado en este local ocupado y esperan continuar así hasta que concluya el estado de alarma impuesto por la crisis del coronavirus. El activista de los sin techo Lagarder Danciu ocupó, en noviembre de 2018, junto con otras personas sin hogar, un local en la calle Sardenya -al lado de la Sagrada Familia- que fue la sede de...

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Las 24 personas sin hogar que viven en la antigua casa regional de Cádiz, en Barcelona, se confinaron el pasado sábado en este local ocupado y esperan continuar así hasta que concluya el estado de alarma impuesto por la crisis del coronavirus. El activista de los sin techo Lagarder Danciu ocupó, en noviembre de 2018, junto con otras personas sin hogar, un local en la calle Sardenya -al lado de la Sagrada Familia- que fue la sede de una casa regional. El local llevaba más de una década cerrado y en estado de abandono. Allí, Danciu instaló el primer local autogestionado por indigentes de toda España y decidió mantener el nombre Casa de Cádiz aunque con un añadido: Welcome Sense Sostre (Bienvenidos sin techo). Desde entonces, allí desayunan, cenan y duermen entre 26 y 30 personas a diario. Hay una habitación para hombres, otra para mujeres y diferentes espacios comunes.

En la Casa de Cádiz impera, desde hace meses, la normalidad justa para un lugar de estas características donde hay gente que colecciona problemas y no tiene trabajo (en una de las últimas visitas que hizo EL PAÍS, hace unas semanas, había personas sin techo que trabajaban como repartidores a domicilio de Glovo); personas que llevaban ocho meses esperando que les dieran la primera cita para comenzar a tramitar la petición de asilo; otras que buscaban y buscaban cómo salir de la situación en la que se encuentran a diario, cómo conseguir un bonotransporte de metro… Con esa supuesta normalidad, les cayó encima la crisis del coronavirus a una población acostumbrada a hacer casi todo en grupo: comer en comedores sociales, ducharse, hablar con asistentes sociales, policías… Danciu lo tuvo claro. El sábado pasado decidió que había que aislarse para que la enfermedad no se apoderara de la Casa de Cádiz.

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“Desde el sábado estamos aquí confinadas 24 personas [seis mujeres y 18 hombres]”, informa el fundador de la Casa de Cádiz por teléfono. La Guardia Urbana les ha visitado desde entonces en varias ocasiones pidiendo que no acojan a nadie más y que mantengan las puertas del local cerradas. “Estamos llevando la reclusión como podemos. Jugamos al dominó, algunos hacen clases de español… Cada día tomamos dos veces la temperatura a cada uno de nosotros. De momento parece que todos estamos sanos”, advierte. De entre las 24 personas hay tres que podrían ser incluso más vulnerables: Pedro de 81 años, Lilian de 67 y Miquel de 63. “A ellos, y a otros, les obligamos a ir siempre con mascarilla hasta que se acabe toda esta pesadilla”, advierte.

El grupo de limpieza de la Casa de Cádiz están haciendo esfuerzos por limpiar diariamente con “mucha lejía” toda la instalación. “Ya hemos preparado nuestro propio protocolo en el caso de que alguien en una de esas dos mediciones tenga la fiebre alta. Lo primero ponernos en contacto con emergencias. Si el caso es leve hemos preparado una habitación, lo más aislada que hemos podido, para que aquel que de positivo en coronavirus pueda quedar aislado”, advierte.

Faltan todavía muchos días y no saben si tendrán suficientes provisiones. “Nosotros íbamos a Mercabarna y cogíamos toda la fruta y verdura picada. Eso no lo podemos hacer ahora. También se nos está acabando el alcohol desinfectante de manos”, alerta Danciu.

La Casa de Cádiz no es la única que se enfrenta al problema de la enfermedad. Incluso las instituciones y albergues reglados no saben cómo deben actuar si un sin techo da positivo en coronavirus. “¿Alguien se ha planteado como sostener un confinamiento en un albergue de literas? Un positivo puede significar el confinamiento de decenas de personas en espacios no aptos”, tuiteaba el domingo el politólogo, experto en sinhogarismo, Albert Sales. El especialista apuntaba también a la solución: “Ahora, más que nunca, son necesarios espacios dignos con habitaciones pequeñas o individuales. Menos literas de campaña y más espacios dignos para pasar esta crisis. Muchos hoteles quedarán vacíos en toda Cataluña”.

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