La Línea de la Concepción: cómo darle la vuelta a una ciudad estancada
El municipio gaditano afronta las elecciones con una altísima abstención del 52,6% y problemas estructurales necesitados del auxilio del Gobierno y la Junta
“Nunca he votado y pienso sinceramente que mi vida no va a cambiar si voto”. Mientras prepara un palangre con 2.000 anzuelos de caballas y lachas antes de zarpar, Juan Miguel Argüez, de 30 años, demuestra la primera clave de estas elecciones municipales en La Línea de la Concepción (Cádiz): su altísima abstención del 52,6%, que hace cuatro años dejó en casa a 25.868 vecinos con nulo interés o desilusionados con sus candidatos, de una población con 63.000 habitantes.
Al sur del sur, esta localidad pegada a ...
“Nunca he votado y pienso sinceramente que mi vida no va a cambiar si voto”. Mientras prepara un palangre con 2.000 anzuelos de caballas y lachas antes de zarpar, Juan Miguel Argüez, de 30 años, demuestra la primera clave de estas elecciones municipales en La Línea de la Concepción (Cádiz): su altísima abstención del 52,6%, que hace cuatro años dejó en casa a 25.868 vecinos con nulo interés o desilusionados con sus candidatos, de una población con 63.000 habitantes.
Al sur del sur, esta localidad pegada a Gibraltar afronta la cita con las urnas del domingo con una lista enorme de problemas y tristes récords: es el municipio con más desempleo de España (29,3% según el INE), la segunda peor esperanza de vida con 79,3 años tras Ceuta, un gasto menor a 1.000 euros por habitante (tres veces menos que la vecina San Roque), una renta disponible media de 24.081 euros y un enorme problema con el narcotráfico, enquistado en el Estrecho. Hartos de la desidia durante años de las Administraciones, la incógnita es si el domingo los vecinos que acudan a los colegios electorales volverán a votar en masa al partido independiente La Línea 100x100, que en 2019 arrasó al obtener 21 de los 25 concejales en liza. Solo PSOE con tres ediles y PP con uno lograron arañar sillones.
El alcalde, Juan Franco, con llamativas zapatillas rojas y camiseta naranja, es puro nervio. Reparte abrazos, se para cada pocos metros con los vecinos y responde raudo a las peticiones, que se repiten en un asalto continuo. Para tomar nota y echar balones fuera. Está muy alerta cuando un señor mayor le aborda en la calle Archena.
-Con usted quería yo hablar.
-Dígame, le escucho.
-Vivo en la calle Burgos, arreglada hace poco, y quiero poner un toldito, pero sin permiso.
-Póngalo, pero discreto, sin que llame mucho la atención. Yo no voy a mandar a la policía- le dice con tono jocoso.
Tras despedirse, el regidor matiza: “Este por lo menos pregunta”.
Después de ocho años en el cargo y a la espera del domingo, su desgaste parece escaso. De tono campechano que la oposición tilda de populista, Franco defiende su gestión actual, con más de 50 millones de inversión en proyectos en marcha, con la peatonalización, la plaza de abastos, el estadio de fútbol y la remodelación de la plaza de toros como banderas. El alcalde acude cada mes a una cafetería distinta de la ciudad para escuchar a los vecinos de los barrios, que ahora ha trasladado al metaverso con una asistencia virtual de 100 personas, según asegura su equipo.
A pie de playa, junto al Fuerte de Santa Bárbara, cuando la lluvia da un respiro, la espontánea Rosa María Ruiz se para y le agarra del brazo: “No es de mi partido, pero me cae estupendo este señor”, dice esta votante del PP. A un escaso kilómetro y medio, de fondo, las nuevas y enormes torres de Hassan le han pegado un bocado a una deslucida postal del Peñón.
La candidata socialista Gemma Araújo critica: “El alcalde empezó con un discurso victimista con su idea de convertirse en ciudad autónoma, que ha sido una absoluta mentira. Los 45 millones recibidos estos cuatro años no han repercutido en puestos de trabajo y todavía estoy esperando una reunión para contar con el PSOE sobre cómo mejorar la ciudad. No hay stand de Fitur que pague las campañas sobre la nula habilidad de los jóvenes de La Línea”.
En su censura, la también exdiputada nacional socialista toca un tema espinoso y que a menudo genera polémica: la mención explícita que hace Franco sobre los narcos. Mientras este habla sin pelos en la lengua sobre la pérdida de valores de esos jóvenes y sus extensas familias, que copan algunos barrios y a veces combaten a las Fuerzas de Seguridad, la oposición critica que le hace un flaco favor a la ciudad porque la imagen proyectada es de miseria y tráfico ilegal de hachís. “¿Has oído a la alcaldesa de Marbella hablar del crimen organizado? La Línea tiene un problema que resolver y el alcalde votó en contra de hacerle un seguimiento a esos jóvenes que se quieren autoexpulsar del instituto”, añade Araújo.
El candidato de Izquierda Unida, Francisco Dorado, abunda en la comparación con la ciudad malagueña, a 70 kilómetros de distancia: “Estamos muy cansados porque la crítica es intencionada y clasista, es la gota que va calando. En Marbella están los grandes narcos y hay ajustes de cuentas y asesinatos, pero su imagen es el turismo de lujo. La imagen que transmite Franco es lamentable”. El regidor se defiende: “La táctica siempre fue esconder la realidad, pero es la que es”.
De fondo subyace el fracaso social del Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar, lanzado por el Gobierno en 2018 para combatir la impunidad de las mafias de narcos con más policías y guardias civiles. El despliegue policial ha aumentado las incautaciones de droga y los encarcelamientos de delincuentes, pero las ayudas sociales para paliar el desempleo, incluidas “sendas formativas a las personas adultas con baja cualificación”, siguen en el aire. Los candidatos reprochan al Gobierno su falta de inversiones para la población, tanto como a la Junta (PP), con competencias en ayudas sociales y educación.
La realidad del narcotráfico, que afecta a solo una parte de la población, a menudo se extiende a todos los linenses en el imaginario del resto del país gracias a documentales televisivos que relatan la adrenalina de la lucha policial y las narcolanchas.
En un café del mercado provisional, tres amigas debaten mientras tapean sobre si merece la pena votar. “Necesitamos un parque en condiciones para que los niños se diviertan, que el de aquí está hecho polvo y hay que ir a San Roque. Tenemos un hospital nuevo, pero falta personal. Llevo un año esperando para que vea un internista y me diga por qué se me baja el azúcar”, protesta Daniella Lucena, de 20 años y con su bebé en brazos. A su lado, Natalia Ruiz, de 23 años y enfermera, dice que no votará por un problema en el censo, pero que “le gusta cómo está arreglando las cosas el alcalde y la seguridad está más controlada”.
Los siete partidos que compiten en las elecciones están de acuerdo en reclamar a la Junta y al Estado más inversiones, porque el presupuesto municipal de 53 millones es insuficiente para darle la vuelta a una ciudad con características muy especiales, encajonada entre el Peñón y el polígono industrial más importante de Andalucía, lo que deviene en un término municipal muy reducido, de solo 19 kilómetros cuadrados. La cercanía a las chimeneas industriales y el trasiego de unos 20.000 vehículos que cruzan a diario la Verja hacen que la contaminación y la calidad del aire sean deficientes. En el mar, el buque granelero OS35 lleva varado frente a la Roca desde el pasado agosto, cuando produjo vertidos sobre la costa linense.
Entre las tareas pendientes, Franco admite la deficiente red de carril bici con solo siete kilómetros en una ciudad con continuos atascos, y la nula construcción de vivienda protegida en sus dos mandatos. “Llevo 52 años en casas alquiladas de la Junta en El Junquillo y hace años que no hacen VPO”, se queja Trinidad Tomás, viuda de 64 años, que cruza la Verja a diario para limpiar en casa de una familia gibraltareña, por lo que recibe unos 600 euros al mes. Tomás vota al PSOE en las autonómicas y generales, y a Franco en las municipales.
Las carencias también incluyen que la ciudad no tenga una escuela oficial de idiomas (competencia de la Junta) pese a su trasiego con Gibraltar, adonde acuden a diario unos 7.500 linenses; que solo tenga una biblioteca para 63.000 habitantes; y que apenas reciba un pellizco de los 11 millones de turistas que visitan la Roca cada año. Para lograr recursos económicos, Franco apostó por conseguir el estatus de ciudad autónoma y tras la negativa del Consejo de Ministros el pasado octubre, el regidor recurrió la decisión ante el Tribunal Supremo, donde está pendiente de resolverse. Para la oposición, la solución para La Línea es la carta de municipalidad o la carta económica especial, que le reportaría más millones de los que le pertenecen por población en los Presupuestos Generales del Estado.
“La Junta se fijó 112 medidas en 2019 para tratar de paliar los efectos del Brexit y recuperar el Campo de Gibraltar, especialmente La Línea. Seguimos a la espera de la mayoría de medidas”, lamenta Dorado sobre el tradicional desamparo institucional que sufre la ciudad.