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La hagiografía desde la que Antonio Garrigós se erigió en el tío Toni: el líder narcisista, abusador y perverso de La Chaparra

Sus libros autoeditados y los relatos a sus adeptos describen el “perfil psicopatológico” del gurú fallecido y el ideario adoctrinador con el que atrapó 30 años a tres generaciones de familias en la idílica masía de Vistabella

Antonio Garrigós, bautizado como el tío Toni en La Chaparra, forjó su condición de líder espiritual desde el mismo patrón emocional con el que captó a sus adeptos. Desde su propia vulnerabilidad y sufrimiento. Lo describe ya en uno de sus libros autoeditados, Los secretos del padre (1993), que movió entre su entorno: “A través del sufrimiento he llegado a encontrarme”.

Venía de una infancia sin apegos. De una adolescencia difícil. Y plasmó en la masía de Vistabella un proyecto que supliera esas carencias vitales: crear una gran familia donde fuera venerado, revirtiendo así la “gran humillación que para un narcisista como él suponía su larga situación de minusvalía por la poliomielitis”, explica el psicólogo clínico experto en grupos coercitivos Miguel Perlado. Desde un “comportamiento psicopatológico” se valió de la enfermedad para “desatar compasión” e intensificar los cuidados de sus fieles, perfilando una visión grandiosa de sí mismo.

Esas carencias le llevaron a un intento de suicidio. Quiso precipitarse con su coche por un barranco, pero se salvó de esa escena ―narró a su entorno― porque unos ángeles le ayudaron. Descubrió entonces que era un protegido. Un enviado. Ese día murió Antonio Garrigós y nació el tío Toni. El gurú. El líder. “Así como el Padre permite las fuerzas del mal, también envía guías blancos a la Tierra […] El que te habla es uno de ellos”, recoge en la misma publicación.

“Este tipo de fundadores, por mi experiencia, y en el caso del tío Toni igual, tienden a construir una suerte de hagiografía, una versión absolutamente fantástica y distorsionada de su historia pasada”, sostiene Perlado, que ha intervenido como perito en medio centenar de juicios civiles y penales contra sectas, entre ellas la de Los Miguelianos en Galicia, el del falso homeópata de Sabadell o el de la Escuela Aquí y Ahora en Valverde de la Vera (Cáceres).

Todos estos “tips de información” para entender la figura de Antonio y el impacto de su alargada sombra se extraen del análisis documental de sus escritos y libros autoeditados ―Los procesos del padre (1993); La respuesta que dio un guía (1996) y Buenos días, mente (2008)― y de los datos recopilados en las entrevistas de este experto a las víctimas. “Relatos de lo que el tío Toni iba dosificando acerca de su propia historia”, indica. Varias de esas personas “dañadas por esta comunidad” son las que recurrieron al psicólogo en busca de ayuda. Plasmó la veracidad del horror narrado por las víctimas en informes forenses que motivaron la denuncia de cuatro de ellas a la policía, precipitando la desarticulación del grupo asentado en La Chaparra.

Hallado muerto en la celda donde cumplía prisión preventiva tras su detención dos meses antes en la redada policial, el tío Toni es el gran ausente en el juicio contra la secta sexual que atrapó durante 30 años a cientos de personas de tres generaciones. Familias enteras sobre las que proyectó abusos a diferentes escalas: sexuales, morales y económicos. Su responsabilidad penal expiró con su fallecimiento. En el banquillo se sientan, acusados de delitos sexuales, también contra menores, seis integrantes de su círculo más cercano. La primera órbita concéntrica que operaba, según los peritos, como “brazo” del líder. Entre ellos, su propia mujer, y su nuera.

Los seis declararán desde este lunes en la recta final de un juicio que habrá necesitado de 18 sesiones para reproducir la vida en esta comunidad y tratar de demostrar los abusos que, como parte de rituales sanadores, habría cometido el líder, con la cooperación necesaria ―según las acusaciones y testimonios de víctimas, exintegrantes y peritos― de los seis procesados, a quienes psicólogos de las defensas presentan como personas “tan abducidas como el resto”.

Aun con esa ausencia física, la omnipresencia de Antonio se sigue proyectando tres años después de su muerte en la sala de la Audiencia Provincial de Castellón. Su nombre emerge constantemente en testimonios que se cuentan por decenas. Del “ser de luz” que “con su palabra te sanaba” al hombre que “arruinó” vidas enteras. Piezas de un rompecabezas con las que el tribunal ha de reconstruir el alcance de un liderazgo, como apunta el psicólogo clínico, “de incubación lenta”. “Un líder no se gesta de un día para otro. Él estaba convencido, en buena medida, pero con finalismos, del don que tenía”, señala Perlado.

Entre sus fines estaba el sexo como camino para sanar. “[…] El sexo es el tabú más grande que aún hay en la Tierra… A través del sexo se puede controlar y canalizar la energía: hacer el amor en el astral es un cauce continuo de luz”, indica en Las respuestas que dio un guía. Las referencias sexuales son constantes en sus notas. “Debes entender que a Dios se le sirve follando y sin follar”, sostiene. “¿Y el placer qué es? ¿Encuentras placer masturbándote o abrazando a un niño y consolándolo? Cuando se conoce ya esa clave no se masturba, canaliza la masturbación. El placer lo aumenta, lo sube tres veces más”, añade en otra página. El sexo irrumpía también en la cotidianidad de La Chaparra. Durante una comida, obligando a las mujeres a desnudarse y mostrar su pecho para derribar tabús, o preguntándoles si se masturbaban.

Ir poco a poco le permitió asentar un proyecto gestado con un fin tan loable como engañoso. La Chaparra se presentó como un espacio transformador y de ayuda. Un hogar para quienes estaban solos, que jamás lo fue. Desde una estrategia dogmática clara: erosionar, primero, las personalidades adultas, “dominadas por el miedo ante las salidas de humor del líder”, la masía se convirtió en un búnker. En un espacio de pureza frente a lo impuro del exterior, acrecentando así la dependencia de los miembros. Un lugar secreto y silenciado donde “transgredir todos los límites”. De los abusos a menores al incesto: exintegrantes de la secta, hijos biológicos del líder, mantuvieron relaciones sexuales con éste y otros miembros ignorando esos vínculos de sangre.

Las frases de sus escritos “son suficientemente gráficas de ese contexto de adoctrinamiento”, apunta Perlado. “Siempre lo he dicho, no soy un curandero, soy un guía. Yo me enfrento con la suciedad que lleváis dentro que es donde está vuestro contrario. Yo me encargo de pulir, vosotros sois los diamantes” se lee en Las respuestas que dio un guía.

La misma incubación lenta siguió con los abusos. Esa “línea creciente”, de ir “poco a poco”, les dieron larga vida sin despertar señales de alarma previas. Anulados los adultos, el objetivo pasaba a los niños, “la generación más pura”. Se afanó en esculpir para ellos dos mundos. Sobre un escenario idílico en la infancia, en el que suplantaba las figuras paternas ―sometiéndolas a extenuantes jornadas laborales que no daban lugar al cuidado de la prole ni a la reflexión― modelaba la personalidad de los más pequeños y los preparaba para normalizar los abusos sexuales en la adolescencia como parte necesaria de un proceso sanador.

Estos documentos reflejan también, a juicio de este experto, el “perfil narcisista y perverso” del tío Toni. Era, insiste, “un padre narcisista, abusador e incestuoso”. Y “maligno”, apostilla, “porque no se contenta con que le adoren, sino que va más allá: disfruta abusando, rompiendo a las personas, a las que convence de que no lo hace por él, sino por ellas”. Como creador y guía, se autoproclamó “fecundador” para ejecutar el plan extraterrestre para implantar embriones que se aproximaba a la Tierra. Así nacerían niños guía. Su legado. “Cuando yo muera […] ellos canalizarán mi frecuencia de energía”.

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