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Los “regalos” millonarios que el rey emérito no explica en sus memorias

Juan Carlos I elude detallar en su libro los pagos y cuentas que manejó en el extranjero desde el inicio de su reinado

El rey emérito aborda en su libro de memorias Juan Carlos I d’Espagne. Réconciliation, editado por Stock, los aspectos fundamentales de una larga vida, algunos de su naturaleza más íntima, política y personal, pero pasa de refilón por el origen de su...

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El rey emérito aborda en su libro de memorias Juan Carlos I d’Espagne. Réconciliation, editado por Stock, los aspectos fundamentales de una larga vida, algunos de su naturaleza más íntima, política y personal, pero pasa de refilón por el origen de su fortuna y finanzas que todavía siguen sin aclarar. Es precisamente este aspecto el que más ha dañado su reputación, el que ha generado más dudas y preguntas sin respuesta. Y el que, como él mismo reconoce en este libro, le empujó a tomar la decisión, en el verano de 2020, de abandonar el Palacio de la Zarzuela y establecerse en su nueva residencia en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos).

La única explicación a una parte de este misterio ha llegado cinco años después de que EL PAÍS revelara la existencia de la cuenta suiza con los 100 millones de dólares (65 millones de euros), transferidos en 2008 por el Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí y la donación del entonces jefe del Estado de esa cantidad a su entonces pareja Corinna Larsen. Una donación forzada por la decisión del banco de cerrar su cuenta cuando estalló el escándalo de la cacería de elefantes en Botsuana. “Fue la presión de los medios y del Gobierno, tras la revelación de una cuenta bancaria que tenía en Suiza y por acusaciones totalmente infundadas, decido partir para no dificultar el buen funcionamiento de la Corona ni molestar a mi hijo en el ejercicio de sus funciones de soberano”, explica.

La cuenta en el banco Gonet & Cie figuraba a nombre de la fundación panameña Lucum, en la que aparecía como primer beneficiario Juan Carlos I y como segundo, su hijo Felipe VI. “Un regalo que no supe rechazar. Un grave error... Un acto de generosidad de una monarquía hacia otra”, afirma. Con esa fortuna aspiraba a cubrir las necesidades de su familia y a “asegurar mi retiro lejos de la vida oficial española”, según su testimonio.

Este gift (regalo) —así figuraba en el documento de ingreso que rellenó el gestor de la cuenta, Arturo Fasana— era el colchón económico que el entonces rey Abdalá de Arabia Saudí entregó a su “hermano” para un nuevo proyecto de vida con Corinna Larsen, con la que Juan Carlos I barajó abdicar y contraer matrimonio, un plan que no confiesa en sus memorias, en las que define la relación como “la debilidad de un hombre”. Pero, cuando estalló el escándalo, así lo confesaron en su descargo alguno de sus más íntimos. En especial, cuando trascendió que el fiscal suizo Yves Bertossa investigaba este pago como una supuesta comisión por las obras del AVE a la Meca construido por un grupo de empresas españolas. Un caso que se archivó por falta de pruebas, pero en el que Bertossa destacó el ánimo de “ocultación” de esta fortuna.

Fundaciones opacas

Y ocultación es la palabra más precisa para definir otros pagos, “regalos”, cuentas y fundaciones en las que ha figurado el entonces jefe del Estado desde su nombramiento como rey en 1975. Como su presencia como tercer beneficiario en la fundación Zagatka de su primo lejano Álvaro de Orleans, de la que recibió durante once años siete millones de euros en pagos de vuelos privados y por la que tuvo que pagar a Hacienda 4,3 millones ya que eran pagos en especie no declarados. Esta fundación se creó en Liechtenstein el 1 de octubre de 2003 y abrió una cuenta en el banco suizo Credit Suisse, donde llegó a administrar más de 10 millones de euros.

La decisión de la Casa del Rey de retirarle la asignación presupuestaria se produjo en marzo de 2020, el día después de que EL PAÍS publicase que el rey emérito figuraba como tercer beneficiario de esta fundación, en la que Felipe VI aparecía como cuarto y sus hermanas Elena y Cristina, en quinto y sexto lugar. Entonces, La Zarzuela afirmó en un comunicado que Felipe VI desconocía “por completo” su designación como beneficiario de los fondos de Zagatka y de Lucum. Y añadió que renunciaría a la misma.

Una fortuna en las Islas Vírgenes

Las memorias del rey emérito, tampoco dan luz a la opaca fortuna de 15 millones de euros que Juan Carlos I mantuvo escondida desde 1995 en las Islas Vírgenes Británicas y en Jersey con la ayuda de su amigo y administrador Manuel de Prado y Colon de Carvajal, al que presentaba a los reyes árabes como “my banker” (“mi banquero”). La transferencia más importante a ese oscuro fondo la hizo Simeón de Bulgaria desde una cuenta suiza. Y ayudó durante un tiempo a administrar fondos en el extranjero del rey.

En 2004, el entonces jefe del Estado decidió pasar la titularidad de esta fortuna a Romero Maura, estrecho colaborador del administrador. Según declaró este último a responsables de la docena de bancos por los que circuló el dinero, el entonces rey temía que se revelara su existencia y que dañara la reputación de la monarquía. Hoy, este dinero ha terminado en manos de una ONG británica por expreso deseo de Romero Maura, ya fallecido.

La Fiscalía Anticorrupción investigó el fondo JRM 2004 Trust (las iniciales de Romero Maura) y su relación con Juan Carlos I, pero archivó las diligencias al constatar que desde 2004 el rey emérito no fue su beneficiario, ni consta que haya recibido cantidad alguna de sus cuentas. Pero el misterio del origen del dinero, antes de que lo traspasara al hombre de confianza de Colón de Carvajal, sigue sin resolverse. El traspaso fue un movimiento similar al que años más tarde repitió con Corinna Larsen al donarle los 65 millones de euros.

En Abu Dabi, Juan Carlos I no ha ocultado ante personas de su confianza su malestar por la gestión de este dinero que él todavía considera de su propiedad. Al igual que la fortuna suiza reclamada en un reciente pleito a su antigua pareja, pese a que la donación señalaba que era “irreversible”.

En las más de las 512 páginas del libro, escrito por el rey emérito junto con Laurente Debray, no se explican los 10 millones de dólares recibidos a los pocos meses de su coronación del rey Jaled Bin Abdelziz de Arabia Saudí y otros entregados posteriormente “para ayudar a la monarquía española”; ni los 1,7 millones que Juan Carlos I entregó en Ginebra en 2010 en una maleta a su gestor Fasana asegurando que era otro “regalo” del rey de Baréin, Hamad bin Isa Al-Khalifa; ni los seis millones que recibió Corinna Larsen de Kuwait y Baréin, semanas después de un viaje a ambos países del entonces jefe del Estado.

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