Hallada en Salamanca la primera representación gráfica de un guerrero alano en Hispania
El soldado aparece en un grabado sobre pizarra junto con su escudero, caballo y estandarte en forma de serpiente
El imperio romano de Occidente se desmoronaba a principios del siglo V. La guerra entre el emperador Honorio y el usurpador Constantino III desangraba las tierras de Hispania y facilitaba la violenta irrupción de tribus bárbaras ante la impotencia de las legiones....
El imperio romano de Occidente se desmoronaba a principios del siglo V. La guerra entre el emperador Honorio y el usurpador Constantino III desangraba las tierras de Hispania y facilitaba la violenta irrupción de tribus bárbaras ante la impotencia de las legiones. El obispo cronista Hidacio de Chaves, testigo directo de estos acontecimientos, narra que en el año 411, los bárbaros sellaron un pacto para repartirse la península. Los suevos se asentarían en Gallaecia (Galicia) meridional, los vándalos en el norte de Gallaecia y la Bética (Andalucía) y a los alanos ―un pueblo iranio procedente de las estepas— les tocó en suerte la Cartaginense (centro peninsular) y la Lusitania (Portugal y Extremadura), donde llegaron a crear un efímero reino. Pero tras sucesivas derrotas a manos de los godos de Walia y muerto su rey Addax, el reino colapsó finalmente en 419. A pesar de su poderío, la brevedad de su existencia ha provocado que la investigación apenas haya reparado en su historia. Ahora, un nuevo estudio rescata la imagen que existe de uno estos guerreros iranios en Hispania en una pizarra del área salmantina.
Los arqueólogos Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos y Dionisio Urbina Martínez, de las consultoras Audema y de Archeospain, explican en su artículo La esquiva presencia del elemento alano en Hispania. Nueva lectura de la pizarra visigoda de San Vicente del río Almar (Salamanca), publicado por la revista Arpi, que el grabado fue encontrado en un pequeño caserío de Alconada (Salamanca). Se trata de una pieza de pizarra de 47 x 36cm que incluye dos figuras humanas a pie, un caballo de perfil y una serpiente que desciende en diagonal desde el ángulo superior.
El primer personaje, situado en la parte central de la imagen, aparece revestido con una túnica de manga larga y extiende su brazo derecho hacia un segundo personaje. Este último lleva lo que parece ser una gorguera y un cinturón reticulado. Del caballo, se distinguen las bridas y las riendas, así como un chamfron o protector del frontal del animal. Una última figura es una serpiente que se dirige en sentido oblicuo y descendente desde el ángulo superior derecho hacia el caballo. Por desgracia, esta parte se encuentra fragmentada y la representación está incompleta. Aun así, es posible distinguir las escamas y una especie de barbas o pelos que brotan de la piel.
La pieza en cuestión fue objeto de un primer análisis de los arqueólogos M. Santonja y M. Moreno, que concluyeron que “se trataba de una ilustración del célebre pasaje apocalíptico de la Ramera de Babilonia montada sobre la Bestia”. No obstante, ambos autores admitieron “importantes variaciones” con respecto a lo que señala la tradición de los códices medievales. El nuevo estudio, sin embargo, concluye que es muy improbable que se trate de este tema, ya que se aparta mucho de la tradición iconográfica del Apocalipsis. Por ejemplo, la Bestia se representa sin las siete cabezas y los diez cuernos y tampoco aparece la copa de oro llena de impurezas y abominaciones que sostiene la Prostituta, parodia del Santo Cáliz, elemento que constituye uno de los motivos distintivos del relato apocalíptico.
Para los autores, el cinturón y la gorguera de malla de la figura central formaban parte de un atuendo militar que completaba la armadura que cubre el cuerpo. Esto les lleva a interpretar dicha figura como un guerrero ataviado con yelmo y verdugo de malla, armadura de láminas y cíngulo militar. Pero no se trataría de un guerrero al uso, “sino de un tipo especial de hombre de armas que precisamente por su carácter singular debió llamar la atención del dibujante hasta el punto de querer plasmar su imagen para la posteridad”.
El equipamiento militar parece señalar que se trata de un jinete de la caballería pesada tipo clibanarii o catafractarii, típico de ciertas tropas de élite de la caballería del Bajo Imperio. La misma montura, con el lomo rayado y el extraño diseño de la testa, así como la particular forma de las orejas como cuernos y rematadas en un abultamiento peculiar, sugiere una cabalgadura con defensas de láminas y/o peto y barda acolchados. Los detalles que presenta la figura subordinada, que aparece ataviada de forma similar a la anterior, pero sin cinturón ni gran yelmo, les lleva a interpretarla también como el palafrenero o escudero del caballero.
La misteriosa serpiente que ondea sobre el caballero permite conjeturar razonablemente que se trata de un draco, el estandarte típico de la caballería pesada de tipo alano-sármata, quizás mal interpretado por el dibujante, pues lo usual en todas las representaciones conocidas y en los ejemplares documentados arqueológicamente es que la cabeza estuviera fija al mástil. No es el único error de interpretación: los apéndices del cinturón del personaje principal, señalan los expertos, indican que se tratan de un cinturón compuesto, elemento típico de la caballería nómada. También en este caso, el dibujante parece haber malinterpretado el motivo, quizás porque observó las placas al vuelo mientras el jinete cabalgaba, o quizás porque no entendía su función o simplemente por falta de pericia.
Estos errores deben imputarse a que el dibujante debió realizar el grabado después de memorizar la escena, “seguramente impactado por el recuerdo de la imponente y rara estampa del guerrero”, aseveran los expertos. Conocidos desde antiguo entre las poblaciones nómadas de las estepas, los estandartes en forma de manga de viento fueron adoptados por los escuadrones de caballería pesada del imperio a partir de los siglos II y III d.C. fruto del contacto de Roma con las poblaciones dacias y sármatas, si bien, como añaden los investigadores, eran muy contadas las unidades que los utilizaban, generalmente tropas de caballería cercanas al emperador. Por esta razón, concluyen que representaciones como esta de Alconada debieron ser “producto del impacto que este tipo guerreros, por su rareza y espectacularidad, produjo entre las gentes que asistían asombrados al desfile de jinetes y monturas, probablemente fruto de un interés por reflejar la realidad circundante o, más bien, de recordar un suceso que el autor había contemplado y le había impactado sobremanera”.
La integración de los alanos en otras estructuras étnicas como los vándalos o los visigodos después del colapso del reino de Addax no debió de ser total y, de hecho, no parece haber sido un obstáculo para que algunos de sus miembros se mantuvieran fieles a sus tradiciones ancestrales, lo cual se demuestra por la perduración de cierta onomástica, algunas anomalías en el registro funerario y, por supuesto, en el mantenimiento de un equipo militar propio, aunque ya no hubiera reino que defender.