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Vox desorienta al PP e inquieta al Gobierno

Génova se plantea adelantos electorales para frenar a los ultras, pero La Moncloa descarta las generales en 2026: “Sánchez quiere agotar los fondos europeos, es el año clave”

Prácticamente sin moverse, sin apenas iniciativa política ni gestos de impacto, con apariciones muy escasas de su líder, Santiago Abascal, y una actividad parlamentaria nada destacable, Vox se está convirtiendo en el gran protagonista silencioso de la política española. Montado en la antipolítica que crece con las catástrofes ―ya sea incendios o danas―, en la ...

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Prácticamente sin moverse, sin apenas iniciativa política ni gestos de impacto, con apariciones muy escasas de su líder, Santiago Abascal, y una actividad parlamentaria nada destacable, Vox se está convirtiendo en el gran protagonista silencioso de la política española. Montado en la antipolítica que crece con las catástrofes ―ya sea incendios o danas―, en la ola antiinmigración que recorre el mundo, y en su éxito en las redes sociales y especialmente entre los más jóvenes, el crecimiento de Vox, que amenaza el espacio natural del PP, está poniendo tan nerviosos a los populares que les hace cometer errores claros como sumarse a su posición sobre un supuesto síndrome posaborto que la ciencia no avala.

Los nervios del PP son evidentes porque ya empiezan a publicarse las primeras encuestas que señalan que por culpa del mordisco de Vox, de más de un millón de votantes, ya está perdiendo incluso el privilegio decisivo de ser el primer partido. El PSOE, que resiste mucho mejor de lo esperado pese a los escándalos de corrupción, amenaza esa primacía. Vox ha logrado en varias ocasiones desorientar a los populares, que no acaban de entender cómo hacerle frente, algo parecido a lo que le pasó al PSOE con el primer Podemos, que estuvo a punto de dar el sorpasso en 2016, aunque se quedó a 350.000 votos. En pleno nerviosismo, Génova se plantean adelantos electorales en varias autonomías para intentar frenar el ascenso del partido de Abascal antes de que vaya a más.

En La Moncloa siguen con sorpresa el estallido de la guerra en la derecha y las reacciones nerviosas del PP, que le abren un enorme espacio al PSOE: esta semana Pedro Sánchez aprovechó el error del PP sobre el aborto para reactivar la idea de incluirlo como derecho en la Constitución. Pero esta situación de la derecha, con su guerra por varios asuntos cómodos para el Gobierno ―desde el aborto a la masacre en Gaza― no cambia, según distintas fuentes consultadas al máximo nivel, los planes de Sánchez de agotar la legislatura o al menos llegar hasta 2027. El año 2026, señalan estas fuentes, habrá varias elecciones autonómicas si así lo quiere el PP ―dos son obligadas, Castilla y León y Andalucía, y dos están en el aire, Aragón y Extremadura― pero no será un año de generales. “Sánchez ya ha dicho en varias ocasiones que sus verdaderos Presupuestos son los fondos europeos, y 2026 es el último año para gastarlos. Ese es su proyecto de fondo y lo va a culminar. Ir a elecciones antes es parar esa maquinaria. No lo va a hacer”, señala un miembro del Gobierno. El propio Sánchez ha insistido varias veces en que seguirá sin las Cuentas porque puede sacar adelante otras medidas y tiene una buena situación económica.

Pero en La Moncloa tampoco ocultan que les inquieta mucho el crecimiento de Vox. Aunque pueda convenirles para dividir el voto de la derecha y lograr arrebatarle la primacía al PP, distintas fuentes insisten en que un crecimiento desorbitado altera toda la política, supondrá que podrá gobernar en varias autonomías y ayuntamientos, y amenazará años de consenso y derechos adquiridos desde el aborto a las políticas a favor de una inmigración que es clave para el crecimiento de España, como insiste en reivindicar Sánchez y todo su Gobierno.

Mientras el PP culpa a Sánchez de engordar a los de Abascal por interés partidista, en La Moncloa señalan que es el líder popular quien está fracasando en su obligación de frenarlo. “Feijóo vino para hacer algo distinto a Pablo Casado, buscar el centro, y al final está haciendo lo mismo o peor, se ha derechizado aún más que él y ha perdido completamente su perfil”, dice un ministro. “Por mucho postureo que haga Feijóo, unos días de extremo centro y otro de extremo derecha, no tiene credibilidad entre su electorado. Alguien que venía con marca propia ha terminado siendo una marca blanca de Vox. Es increíble su caída”, resume otro miembro del Ejecutivo.

En el PP, por el contrario, piensan que las cosas no están tan mal como dicen las últimas encuestas, y sostienen que es Sánchez el que se está hundiendo de manera constante aunque no lo detecten los sondeos, y más cuando aparecen detalles sobre el dinero opaco en efectivo que manejaban José Luis Ábalos y Koldo García, como ha señalado el informe de la UCO de este viernes. Los socialistas aseguran que ese informe demuestra que no hubo financiación ilegal y que Ábalos y García pudieron corromperse al margen del partido, pero todo lo que tiene que ver con el dinero del PSOE está en regla, declarado y fiscalizado. Y sobre todo creen que el PP se equivoca apostando toda su estrategia a la corrupción, porque quien se beneficia de ese mensaje es Vox, que mueve el discurso antisistema y dice que todos son igual de corruptos.

El del aborto es el último ejemplo de cómo Vox marca el compás. Una propuesta de los ultras en el Ayuntamiento de Madrid para informar obligatoriamente a las mujeres que quieran abortar de un supuesto síndrome posaborto no avalado por la ciencia, que Almeida apoyó pese a contar con mayoría absoluta en el Pleno municipal, ha metido esta semana a los populares en un embrollo político. La extrema derecha ha logrado de nuevo desorientar a los populares, que se vio obligado a rectificar en 24 horas y a dar marcha atrás en una medida que para la oposición era una forma de coaccionar a las mujeres en el libre ejercicio de su derecho al aborto previsto en la ley.

El gol se lo metieron al PP del Ayuntamiento de Madrid, mientras en el entorno de Feijóo se lamentaban de que hubieran cometido un error de principiantes. Algunos dirigentes se movilizaron para que el PP de José Luis Martínez Almeida enmendara su error lo más rápido posible. “¿Os dais cuenta del daño que nos hace esto?”, les dijeron, porque enredar al partido en la polémica abría una vía de agua en la estrategia de Génova para captar el voto femenino, después del fallo de las pulseras antimaltrato que ha provocado problemas al Gobierno.

Con el aborto, Vox metió en un doble problema a los populares. Primero, cuando logró arrastrar al PP hacia su posición. Y, después, con la rectificación al poder retratarlos como la “derecha cobarde” que no representa al ala más dura de los conservadores.

Los populares tratan de evitar ser rehenes de la agenda de los ultras, pero estos ya han logrado arrastrarles en materias como la inmigración. El PP ha endurecido su posición política sobre los extranjeros, acercándola a la de Vox, en una estrategia de asimilación que despierta recelos en el ala más moderada del partido.

El momento de “eclosión de Vox”, como lo analizan en la dirección el PP, preocupa al cuartel general de los populares sobre todo por el calendario electoral de 2026. De momento, hay dos citas electorales en el horizonte: las elecciones de Castilla y León, previstas para marzo, y las de Andalucía, para junio. Pero a medida que pasa el tiempo aumentan los nervios en el PP por “el poselectoral de Castilla y León”. El temor que se extiende en el PP es que Vox obtenga un buen resultado en esa comunidad autónoma y fuerce mucho la negociación con Alfonso Fernández Mañueco, desde una posición de fuerza. Cómo pueda afectar esa situación a las siguientes elecciones andaluzas es un interrogante y, por eso, aumentan las voces que creen que Juan Manuel Moreno Bonilla debería adelantar su cita con las urnas, aunque éste se niega.

Por el mismo temor, y porque no tienen presupuestos, otras comunidades del PP sopesan un adelanto electoral, como Extremadura o Aragón. Aunque una operación coordinada de las baronías populares para ir a elecciones a la vez “está muy muy verde”, apuntan fuentes de la cúpula popular, precisamente porque el momento al alza de Abascal desaconseja abrir las urnas antes de tiempo. “Vox está en un momento de eclosión, el tiempo juega a favor del PP y no de Vox”, razona un dirigente. Mientras, desde La Moncloa creen que el tiempo juega en contra del PP, porque su líder se está desgastando en la guerra con Vox, y explican con datos objetivos que el PP está ya peor en los sondeos que en las generales de 2023 y, por el contrario, el PSOE se está recuperando. Ese es otro motivo por el que Sánchez no tiene intenciones de adelantar, porque cree que estos dos años se le van a hacer muy largos al PP.

Además, en Extremadura y Aragón todavía confían en que los ultras les saquen adelante sus presupuestos, pese a que la estrategia de Vox a escala nacional es muy beligerante. “No demos por hecho que no les van a aprobar las cuentas, a Vox tampoco le interesa ir a unas elecciones en bloque contra el PP porque les han tumbado la legislatura y hay riesgo de que vuelva la izquierda”, analiza otro dirigente. “Ahora bien, si te tiras un órdago”, dice en referencia al PP, “lo mismo tienes que cumplirlo”. La presidenta de Extremadura, María Guardiola, ha anunciado que irá a elecciones si los ultras no le aprueban las cuentas.

La extrema derecha aprieta mientras desarrolla el arte de desorientar al PP. Y el Gobierno, también inquieto con ese ascenso imparable de la ultraderecha por sus consecuencias para el futuro, está cómodo con la sensación de frustración que se instala en la derecha por la resistencia de Sánchez, que contra todo pronóstico está recuperando voto después de estar muy cerca de caer en junio por el caso Cerdán. La salida a este embrollo depende casi en exclusiva de Feijóo, el gran perjudicado por el ascenso de Vox, pero de momento no parece haber encontrado la tecla adecuada.

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