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‘Txiki’ y Otaegi, ¿luchadores por la democracia o solo contra el franquismo?

Políticos e historiadores discrepan sobre la figura de los dos miembros de ETA fusilados por el franquismo en 1975 tras un juicio sin garantías

Los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 provocaron la movilización de decenas de millares de personas, con huelgas y manifestaciones sin precedentes en el franquismo, especialmente en Euskadi. Fue una marea de indignación contra la brutalidad del régimen que asesinó, tras un juicio militar sumarísimo sin garantías, a cinco jóvenes encuadrados en organizaciones que practicaban la violencia contra la d...

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Los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 provocaron la movilización de decenas de millares de personas, con huelgas y manifestaciones sin precedentes en el franquismo, especialmente en Euskadi. Fue una marea de indignación contra la brutalidad del régimen que asesinó, tras un juicio militar sumarísimo sin garantías, a cinco jóvenes encuadrados en organizaciones que practicaban la violencia contra la dictadura. Tres eran del FRAP ―Humberto Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo― y dos de ETA ―Juan Paredes, Txiki, y Angel Otaegi―. Hubo un sentimiento solidario hacia las víctimas de la atrocidad franquista, centrado en Euskadi en las figuras de Txiki y Otaegi, con ramificaciones internacionales.

Con motivo de su cincuenta aniversario, EH-Bildu lanzó una campaña de homenaje a Txiki y Otaegi que culmina con un acto en Pamplona el próximo sábado, día que se cumple el 50 aniversario, y en la que los presenta como “luchadores por la libertad”. La respuesta de los partidos ha sido crítica.

“Cuando matas a una persona eres un asesino sea en Irán, en la España franquista o en la Cuba castrista”, señaló el presidente del PP Vasco, Javier de Andrés. “Una cosa es reconocerles como víctimas del franquismo y otra, justificar el empleo de la violencia”, señaló el líder del PSE, Eneko Andueza. “Su fusilamiento fue una barbaridad intolerable, pero tampoco deben utilizarlo para ensalzar la trayectoria de ETA”, señaló el presidente del PNV, Aitor Esteban. No obstante, ha habido un acuerdo político en el pleno del Ayuntamiento de Zarautz, localidad de Txiki, en que PNV, EH-Bildu y PSE han encontrado un denominador común al reconocerles como “víctimas del franquismo” y “parte de nuestra memoria”.

Sin embargo, hay un debate de fondo. 50 años después de los fusilamientos de Txiki y Otaegi, ¿fueron luchadores por la libertad, como reivindica EH-Bildu? Su respuesta no es simple porque su fusilamiento cruza la memoria democrática con la de las víctimas del terrorismo. Fueron las últimas víctimas de una dictadura ―Franco murió dos meses después― que asesinó a innumerables personas, pero pertenecieron, a su vez, a una organización que, en democracia, asesinó al 95% de sus 853 víctimas.

La injusticia de sus fusilamientos tuvo su primera respuesta institucional 37 años después, el 19 de noviembre de 2012, con la resolución de la comisión constituida en Euskadi por mandato parlamentario para reparar a las víctimas de la violencia política. Declaró que “un Consejo de Guerra vulneró el derecho a un juicio justo” a Txiki y Otaegi. “No planteamos un homenaje sino su condición de víctimas de violación de derechos humanos”, según un comisionado.

El historiador y director de Gogora, memorial del Gobierno vasco, Alberto Alonso, considera, además, que el juicio-farsa y la inexistencia de presunción de inocencia impiden conocer si fueron autores de los delitos por los que fueron condenados, si fueron los victimarios del policía Ovidio López y del guardia civil Gregorio Posadas. “Se sabe que López y Posadas fueron víctimas de ETA, pero no si lo fueron de Txiki y Otaegi”. El eco de los fusilamientos las tapó.

La siguiente pregunta, antes de responder si Txiki y Otaegi fueron luchadores por la libertad y la democracia, es si fueron luchadores antifranquistas. Alberto Aguirrezabal, exmilitante de Euskadiko Ezkerra de Zarautz, asegura que sí. Conoció a Otaegi y conoce a miembros de la célula de ETA político-militar a la que pertenecía Txiki. ”Muchos de sus compañeros entraron en Euskadiko Ezkerra con la democracia. Después, algunos se unieron al PSE y fueron atacados por ETA. No sabemos si Txiki hubiera seguido ese camino. Su fusilamiento impide saberlo”, señala Aguirrezabal.

El historiador Antonio Ribera les considera luchadores antifranquistas pues admite que, aunque la ideología oficial de ETA era antiespañola, sus miembros eran una amalgama con mucho peso antifranquista. También les considera víctimas del franquismo porque fueron fusilados tras un juicio sumarísimo sin garantías.

Pero Ribera discrepa que fueran luchadores por la libertad y la democracia porque ETA militar, finalizado el franquismo, utilizó su memoria para reivindicar la continuidad del terrorismo. “Txiki y Otaegi son víctimas del franquismo, pero no pueden ser referencia cívica porque quien ha reclamado su memoria, ETA, lo ha hecho para justificar su proyecto totalitario tras proclamarse la amnistía. El franquismo arrebató a Txiki y Otaegi, al fusilarles, la posibilidad de ser demócratas”.

El director de Gogora, Alberto Alonso, introduce la figura de Mario Onaindia, condenado a muerte por el franquismo por terrorismo, en 1970, en un juicio farsa como Txiki y Otaegi. Onaindia fue indultado y, fallecido Franco, trabajó por la democracia hasta morir en 2003. “Tuvo una oportunidad que no tuvieron Txiki y Otaegi. Hoy nadie cuestiona su aportación a la democracia, de modo que ETA le amenazó en los años noventa y tuvo que llevar escolta”.

El historiador Gaizka Fernández, del Memorial de Víctimas del Terrorismo, precisa el uso que ETA militar hizo de la memoria de Txiki. “Era un mártir de origen extremeño lo que le otorgaba un potencial extraordinario para movilizar la causa abertzale, convirtió su tumba en lugar de peregrinación y, cada 27 de septiembre, en una celebración ritual”.

Al haber sido Txiki poli-mili, Euskadiko Ezkerra y Herri Batasuna (HB) celebraron sus primeros aniversarios conjuntamente, pero en 1980 el posicionamiento pro-HB del hermano de Txiki, Mikel, y la presión de ETA-m hizo que su entorno monopolizase su memoria. Sin embargo, HB fue más allá. “En 1981, bautizó Gudari Eguna el aniversario de los fusilamientos con lo que vampirizó la figura del gudari (soldado vasco) vinculada al PNV en la Guerra Civil. HB trató de conectar la figura de los gudaris de ayer, que lucharon contra Franco en 1936, con los de hoy, ETA. Finalizado el terrorismo, ha cambiado. No exalta la violencia política y reivindica a Txiki y Otaegi como luchadores por la democracia”, señala Fernández.

Fernández destaca cómo el franquismo fracasó con los fusilamientos. La semana siguiente hubo nueve asesinatos de los Grapo, ETA y FRAP. Los fusilamientos impulsaron a ETA, que siguió 35 años más hasta sumar 853 muertos. El FRAP duró muy poco tiempo y los Grapo, algo más. También fracasaron. Ninguno, incluida ETA, logró sus objetivos políticos.

El director de Gogora, que trabaja por el reconocimiento igualitario de todas las víctimas ―del franquismo, de ETA y de la guerra sucia― reconoce que Txiki y Otaegi fueron luchadores antifranquistas y marca tres pautas de actuación. La primera es reconocer como víctimas de la violencia política a quienes lo acrediten en una comisión mixta de evaluación integrada por expertos elegidos por el Gobierno y el Parlamento vascos. En el caso de Txiki y Otaegi, se acreditó, en 2012, su condena injusta por un juicio farsa, vulnerarse su presunción de inocencia y ser torturados, señala Alonso.

La segunda es el recuerdo colectivo. Alonso defiende la celebración de actos de recuerdo de estas víctimas para desmontar el franquismo, especialmente cuando la ultraderecha, negacionista con la dictadura, está en auge. Defiende ese recuerdo para Txiki y Otaegi. La tercera es el homenaje a referentes cívicos. Alonso concede especial valor a quienes protagonizaron movimientos pacíficos (reivindicaciones obreras y vecinales) contra la dictadura, con muchos de sus protagonistas reprimidos por el franquismo. “La reivindicación la hacemos en el presente. El futuro fue incompatible con la violencia que practicó una minoría. La verdadera revolución fue la democracia, como decía Mario Onaindia”, señala Alonso.

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