El pueblo de Las Médulas pide poner el foco en las necesidades de los vecinos: “Teníamos que haber protestado más”
Los residentes del entorno de la mina romana cercada por los incendios ruegan que se mantenga la atención sobre los pueblos y en el yacimiento romano de oro, Patrimonio de la Humanidad
La población del entorno de Las Médulas (León) ha perdido miles de hectáreas de un entorno natural privilegiado, medios económicos como los castaños o la apicultura y varios centímetros de altura, al menos temporalmente: la gente camina con la cabeza gacha, meditabunda, entre la negrura colindante a sus casas. Varias personas hacen cola en silencio, resignadas, hast...
La población del entorno de Las Médulas (León) ha perdido miles de hectáreas de un entorno natural privilegiado, medios económicos como los castaños o la apicultura y varios centímetros de altura, al menos temporalmente: la gente camina con la cabeza gacha, meditabunda, entre la negrura colindante a sus casas. Varias personas hacen cola en silencio, resignadas, hasta sollozando, ante el Consistorio. Allí tramitan sus peticiones de ayudas para intentar paliar el daño material del fuego, para el reequilibrio emocional queda mucho. Al menos tienen algo de foco: el yacimiento romano de oro, Patrimonio de la Humanidad, acapara miradas hasta internacionales con la Junta de Castilla y León (PP) cuestionada por su gestión. Los vecinos valoran esa atención pero piden ampliar el visor hacia sus males, con miedo a sufrir un abandono mayor como el que condenó a sus montes.
Amadita Ramos (67 años) vive en Las Médulas, una pedanía de Carucedo, Ayuntamiento del que dependen los núcleos correspondientes a este Parque Nacional y Parque Natural, donde habitan unas 70 personas. La mujer lagrimea, armada con una carpeta con documentación, junto a varios residentes en esta zona de la comarca de El Bierzo. Le costará olvidarse del humo, de la lengua de fuego avanzando hacia sus viviendas, las pavesas expandiendo los focos hacia solares abandonados, del calor, de la tensión, de abandonar el pueblo y dejar a sus hijos peleando contra las llamas, sin apenas bomberos ni medios profesionales. “Yo no tengo cabeza, estoy deshecha”, musita la mujer, abrazada por su hijo, José Alfredo Milano, de 45 años. “Hay que solicitar todo pero somos algo incrédulos, mira lo del volcán de La Palma, la dana de Valencia… la gente sigue en casas de lata”, lamenta. Y añade “no llegaron los medios, ¿cómo van a llegar las ayudas?”. La gente recuerda que el incendio comenzó el 10 de agosto y que tardaron horas en ver camiones y mangueras profesionales; hasta entonces, solo tractores, tubos de huerto y oraciones. Primitivo Álvarez (58 años) tiene su huerto y su gallinero rodeado por suelo quemado. Él, carpintero, tendrá que buscarse la vida para encontrar castaños de donde nutrirse.
A José María Rodríguez, de 87 años, lo conocen como Campeón porque antaño hacía infinidad de viajes de camión llevando los áridos del cercano pantano construido hace décadas. Ahora habla con nostalgia, el cráneo protegido por una boina y algún carraspeo tras la mascarilla, pues el humo sigue danzando en el aire e impregnándose en las gargantas. “Aún no me arranca del todo”, señala el gaznate, y desarrolla sus emociones durante el agosto fatídico: “Sigo con susto, tuvimos que ser evacuados, no aguantaba el picor de los ojos”. El anciano afirma que han puesto un depurador de aire en casa para limpiar esas moléculas dañinas y su hija María José, de 53 años, sintetiza: “Hemos ardido por el abandono. No hay cortafuegos, las pistas están desatendidas y recuerdo de pequeña subir a Las Médulas por un camino que ya no existe”. El bosque ha engullido la civilización, herida por la despoblación. “Todo ese monte era cereal”, señala su padre con su bastón. Ahora es una jungla ideal para las llamas, como trataron de hacerle ver al Rey en su visita a Las Médulas junto al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP). “Queremos futuro, no cenizas. El pueblo también es Patrimonio”, rezaba una pancarta.
Un consejo de cuatro sabios reunidos en torno a una partida de julepe y unos chatos de vino explica lo que se puede apreciar en sendas fotografías enmarcadas en el bar desde hace décadas: en ellas se ve cómo antaño Las Médulas y esos municipios tenían alrededor un anillo de labranzas que los protegían y evitaban el azote del fuego. Hoy son broza. Felipe Rodríguez, de 68 años, se erige cabecilla. “Mira cómo estaba antes y cómo está ahora”, insiste. Imposible no ver una bandera de El Bierzo con el lema “Algún día es mucho tiempo”, en alusión al pobre servicio oncológico del hospital comarcal, un nuevo recorte de servicios que alimenta el éxodo rural y aviva las chispas. “Teníamos que haber protestado más antes, ahora en cuatro días se nos olvida”, comentan, hastiados, y el más optimista o renegado de los parroquianos agrega “Bueno, en 20 años estará otra vez igual”. Veinte años es mucho tiempo, rebaten los otros, mirando al Gobierno autonómico y al paisano de a pie: “Todos tenemos algo más que dar, tanto el médico que no viene como nosotros mismos pero culpamos al otro”. Como ejemplo, los problemas que le dieron en un municipio cercano a un pastor colombiano que vino con lo más ansiado en estos lares: 600 ovejas y tres niños: “Deberían ayudarlo, mira que luego hay casas abandonadas en el pueblo”. Casas abandonadas, fácilmente inflamables, un peligro para la casa cuidada.
Bautista Álvarez, de 62 años, pasó días haciendo cortafuegos artesanales con su maquinaria agraria. Levantar terreno para que no arda. Ahora le toca levantarlo para sacar patata, un remolque de tubérculos ante la vivienda donde se asoma su madre, anciana, palco ideal para ver a Sus Majestades desde unos 100 metros, pues no se acercaron a saludar a la comitiva reunida ante su visita. “Una cosa es anunciar ayudas y otra cuándo llegarán, burocracia no faltará y con la experiencia del terremoto de Lorca o Valencia… ninguna esperanza”, aprecia el berciano, con el clásico “se veía venir”.
Ahora se apunta a los despachos. La Junta de Castilla y León tenía caducado desde 2022 un plan específico de gestión de Las Médulas y tampoco disponía de un programa de actuación directa. De los tres pueblos donde se encuentra el término del yacimiento (Carucedo, Borrenes y Puente de Domingo Flórez), solo el primero, y en proyecto, se implicó en diseñar un plan obligatorio propio contra las llamas. Roberto Milano, de 44 años y habitante de Las Médulas, censura el “abandono institucional” y que ahora la Junta prometa 2,4 millones de euros para arreglar el mirador y el aula arqueológica. Bien, pero qué hay de la gente. “No sabemos cómo nos ayudarán ni si cambiarán los planes de incendios, las cuantías para viviendas… Está bien que el Rey diga que el anillo de Las Médulas se ha salvado pero espero que las ayudas lleguen. Estamos resignados porque no hay responsables, alguien tiene que ser responsable, ¿a quién pedimos responsabilidades?”, dispara. “¿Dónde está el dinero de ser Patrimonio de la Humanidad desde 1997?”, remacha. Su vecina Mónica Pérez, de 52 años, remata el papeleo abrumada por los trámites: “Nos tienen locos, he traído fotos y documentos de los castaños que ha perdido mi madre”. Su última proclama, que nada cambia pese a perderlo todo: “Estamos quejándonos de que ardió porque no se escuchó a los vecinos pero no cuentan con nosotros. Van a hacer lo que quieran otra vez, da rabia que se quemó todo porque lo hicieron todo mal y siguen igual desde el despacho”.