Un mes después del infierno entre León y Zamora: “Los mayores están psicológicamente machacados”
Cunde la resignación en los pueblos leoneses y zamoranos afectados por el incendio de Molezuelas de la Carballeda y dudan de que lleguen las ayudas
El incendio ha quemado los árboles y las voces del bosque. El silencio abruma al caminar entre arboledas muertas. La carretera atraviesa masas de ceniza con algún lunar verde u ocre. El incendio de Molezuelas de la Carballeda, uno de los más devastadores de la historia de España, causó dos muertes y quemó más de 32.000 hectáreas entre León y Zamora. Dos provincias aquejadas de despoblación, pérdida del sector primario y sensación de abandono han visto cómo el escaso patrimonio que les quedaba, la naturaleza y el paisaje, quedó arrasado, cruelmente igualado por la acción del fuego. Pasa un mes ...
El incendio ha quemado los árboles y las voces del bosque. El silencio abruma al caminar entre arboledas muertas. La carretera atraviesa masas de ceniza con algún lunar verde u ocre. El incendio de Molezuelas de la Carballeda, uno de los más devastadores de la historia de España, causó dos muertes y quemó más de 32.000 hectáreas entre León y Zamora. Dos provincias aquejadas de despoblación, pérdida del sector primario y sensación de abandono han visto cómo el escaso patrimonio que les quedaba, la naturaleza y el paisaje, quedó arrasado, cruelmente igualado por la acción del fuego. Pasa un mes del 10 de agosto, inicio del siniestro, y los vecinos empiezan a dudar de que lleguen las ayudas prometidas.
Castrocalbón: “Siempre hubo fuego pero no así”
El viaje comienza en La Bañeza (León). Bajar hacia la comarca del río Jamuz supone adentrarse en un desierto de negrura, con rapaces buscando carroñas o presas despistadas. Se ha quemado lo antiguo, una cabaña en el campo, y lo moderno, placas solares combadas por el calor. El asfalto desgastado conduce a Castrocalbón (600 habitantes). El camión de fruta y pescado de José Antonio Prieto, de 57 años, rompe el silencio. “Los mayores están psicológicamente machacados”, asegura.
Paula Alonso y Ana María Fernández, de 71 y 75, intercambian pareceres. “Alguna ayuda hemos solicitado, va lentito”, afirma Paula. Ana María abunda: “La gente está cabreadilla. Estamos desatendidos, aquí no vino nadie y los jóvenes y los valientes hicieron que no se quemara el pueblo. Sufrimos abandono”.
De Castrocalbón a los pueblos de La Valdería. Valentín Turrado, de 82 años, sacude con su bastón las peras y manzanas asadas de árboles chamuscados. El leonés habla con pesar. “Jodidos, pero andamos”, resume, tras tramitar ayudas. “El dinero estaría mejor empleado dándoselo al que se le quemó la casa que a mí por esto”, apunta.“Tenía que llegar el día. Siempre hubo fuego, pero nunca así”, afirma Turrado. “Será duro no venir cada septiembre a por manzanas”, murmura, y se agacha con apuros para agarrar una pera chamuscada, podrida: “Estaban para coger”.
Felechares de la Valdería: “Gracias, héroes del pueblo. Vosotros solos lo salvasteis”
La estrecha comarcal surca Calzada de la Valdería. Cuelga una sábana pintada en una casa abandonada: “Gracias, héroes del pueblo. Vosotros solos lo salvasteis”. Aparte, carteles contra el proyecto de una planta embotelladora que temen que seque el valle. Los perros preceden al pastor Moisés Aldonza y a sus 300 ovejas en Felechares de la Valdería. Al ganadero se le quemaron 15 animales y otro compañero perdió 20. Un tercer pastor del pueblo también sufrió bajas, en este caso de vacas. Solo quedan ellos tres de los 15 pastores cuando Aldonza empezó. El vecino narra los tres días que pasó en el monte apagando las llamas sin bomberos. “De verlo todo verde a verlo todo negro…”, resopla, blandiendo el cayado.
Las llamas tumbaron varias casas en Felechares, con unos columpios frente a los escombros. Pepe Ballesteros, de 68 años, cuida su huerto tras agotarse en el monte sin apenas brigadistas. “Los incendios se controlan al principio, pero lo descuidaron”, se queja sobre la acción de la Junta de Castilla y León, gobernada por el PP ininterrumpidamente desde 1987. Álvaro Lobato, apicultor de 41 años, ha perdido “el medio de vida” que lo llevó de La Bañeza a Felechares en 2010. Miles de abejas han muerto y las que han sobrevivido no tienen dónde libar.
Lobato tardará en recuperar sus colmenas, pero ha dejado algunas, poco productivas, en suelos dañados para que la polinización contribuya a resucitarlos. “La democracia no funciona si no se premia o castiga a los políticos por su responsabilidad”, lamenta Lobato: “La gente vota si son o no los suyos, no entienden que la política debe ser responsable”. En una colmena superviviente hay más avispas buscando detritus que abejas trabajando. Alrededor, silencio y brasas. Unas vacas pacen en un oasis amarillo entre el paisaje carbonizado.
Ayoó de Vidriales y Congosta: “Se quitan las ganas de salir a pasear”
La carretera atraviesa pueblos en los que las telarañas capturan cenizas. Nadie en Fuente Escalada; una mujer y un bebé en Ayoó de Vidriales (Zamora, 270 habitantes). Bushra Omarda, marroquí de 34 años, tiene los tres únicos niños del pueblo tras el espejismo infantil veraniego. Dos bajan del minibús escolar, pues estudian en otro municipio. Papá, albañil, tiene mucho trabajo: junto al campo de fútbol, el esqueleto de un tractor bajo un tejado hundido. Tras las porterías, parcelas negras. En las calles se ven carteles: “Se busca peña”. Varios de estos locales en los que los jóvenes organizan fiestas ardieron.
Hasta 13 de los 70 censados en Congosta acuden al centro de mayores. Preparan café y tapete: “Comemos a las dos, siesta y al tute”. “No sé si quiero acordarme del fuego”, murmura una. “Si no llega a estar mi nieto, se quema mi casa”, agrega otro. “Se quitan las ganas de salir a pasear”, asegura un tercero. Los ancianos presumen de fotos escolares, con ellos de mocitos. Hermelinda Casado, de 72 años, sonríe al señalarse: “Ahora solo quedan dos niños”. Un anciano carraspea: “Como no vayas al hospicio a ver niños…”.
Cubo de Benavente: “De verlo verde a verlo así…”
Hay frases repetidas. La pena, la resignación, el paisaje. Andrés Paramio, de 82 años, camina entre bodegas chamuscadas en Cubo de Benavente (117 habitantes). “Es muy triste salir al campo”, expresa, pero peor lo pasó quien perdió fincas o animales. “¡Los políticos hablan mucho y ayudan nada!”, se despide este hombre, que fue evacuado ante el peligro: de quedarse le hubiera “dado algo”. El recorrido acaba en Molezuelas de la Carballeda (Zamora, 40 habitantes), donde nació el incendio, pero poco afectado. También hay partida, pero allí apenas hubo tensión. En el bar, un paisano compra lotería de Navidad. Como en agosto, a veces toca.