Cuando Errejón le tocó el culo a una mujer de madrugada en un festival... ¿qué hizo Más Madrid?
La participación del partido en el silenciamiento de la queja explícita de una joven sobre el comportamiento del diputado nacional exige una explicación urgente
Cuando salta una noticia como la de la dimisión de Íñigo Errejón por una serie de acusaciones por violencia machista es fácil perderse entre los centenares de informaciones que se van publicando. Y esta confusión favorece a aquellos que no quieren dar demasiadas explicaciones. Una gran pregunta sobrevuela este caso desde el principio: ¿todo el mundo lo sabía y nadie hizo nada? Pero la respuesta no es fácil. Porque, en primer lugar, ¿quié...
Cuando salta una noticia como la de la dimisión de Íñigo Errejón por una serie de acusaciones por violencia machista es fácil perderse entre los centenares de informaciones que se van publicando. Y esta confusión favorece a aquellos que no quieren dar demasiadas explicaciones. Una gran pregunta sobrevuela este caso desde el principio: ¿todo el mundo lo sabía y nadie hizo nada? Pero la respuesta no es fácil. Porque, en primer lugar, ¿quién es todo el mundo? Y, ¿qué se sabía exactamente? Se rumoreaba que el diputado salía mucho de noche, que podía tener algún problema con las drogas, ponerse pesado con las mujeres... ¿Pero alguien sabía que había denuncias concretas de agresiones machistas? ¿Quién sabía qué? Y, sobre todo, ¿qué sabía Sumar? ¿Qué sabía Más Madrid? ¿Debieron hacer algo que no hicieron?
Mientras las grandes preguntas se resuelven, casi siempre es útil bajar a los detalles conocidos y ordenarlos cronológicamente. Arrojar algo de luz incluso a lo que puede parecer menos grave. Así que vamos a ir hasta a Castellón de la Plana, a junio de 2023, a la precampaña electoral, a aquel día en el que una chica asegura que el diputado Errejón le tocó sin su consentimiento (y sin conocerla de nada) la cintura y el culo en un festival, el Tremendas Femfest, de temática precisamente transfeminista.
Sobre la una de la madrugada, según el relato de la joven, mientras estaba bailando notó la mano de Errejón en la cintura. Ella se movió. Él volvió a hacerlo. Una amiga suya le apartó la mano de un manotazo. La chica no daba crédito. Pensó que se estaba equivocando. “¿Cómo iba a ser posible que viniese aquí un político de nivel nacional, conocido precisamente por ser de izquierdas y feminista, y me metiese mano justamente a mí?”, se preguntaba en el relato de hechos que hizo después en Twitter (y que más tarde borró). Pero no era un error. Él no paró. Luego, le tocó el culo. Un rato largo. La chica fue a quejarse a una de las organizadoras del evento, que fue a hablar con el grupo de Errejón.
Al día siguiente, domingo, ella se quejó por WhatsApp y por escrito a dos personas de la organización, que le expresaron su apoyo. Le dijeron que un amigo de Errejón les había hecho llegar este mensaje: “De hecho me dice (Errejón) que si os podía trasladar que se pone a vuestra disposición por si puede hacer cualquier cosa para remediar la situación, y que lo lamenta muchísimo”. Y le dijeron también si podían pasarle su teléfono a una colega que había estado presente esa noche. Ella accedió. La “colega” resultó ser Loreto Arenillas, diputada de la Asamblea de Madrid por Más Madrid.
En este punto es donde todo el caso deja de ser solo una conducta exclusivamente atribuible a Errejón, y donde el partido interviene. Los hechos sucedieron un sábado. Ese mismo domingo es cuando recibe la llamada de la diputada Arenillas. Es decir, un miembro del partido la llama por teléfono no porque hayan visto una denuncia anónima en Twitter que aún no existía. La llaman porque saben fehacientemente que una chica se ha quejado a la organización del festival de tocamientos sin consentimiento por parte de Errejón y hay testigos. No están gestionando una crisis reputacional que ha estallado en redes sociales sobre una acusación que no saben si es real o no. Están intentando controlar que no se conozca algo que saben que es real y que ha sucedido.
Un día antes de que la joven escriba en Twitter es cuando Arenillas la llama. De forma muy educada se ofrece a mediar, y añade que el “escarnio público” no le parecía la manera más adecuada de gestionar las cosas.
Al día siguiente fue cuando la mujer lo contó todo en Twitter. ¿Por qué? Lo explica ella: “Me metió mano en un bar y lo estoy contando porque estoy HARTA de los hombres cis heteros de izquierdas que se aprenden el discurso transfeminista mejor que nosotras, se pintan las uñas y parece que ya esté todo hecho. Y entonces nosotras los dejamos entrar en espacios supuestamente seguros para que después actúen como auténticos cerdos y nos agredan igualmente”.
Ella dice que dudó de si contarlo o no porque, “dentro de lo que cabe, no ha sido un suceso de gravedad”. “No me han violado, no voy a tener un trauma de por vida, no es la primera vez que me manosea un tío de fiesta, ni la peor, ni será la última”, continúa. Y añade una frase que resume las claves para entender el caso Errejón: “Pero no fue un tío cualquiera, fue un representante público que ha hecho carrera a base de protestar continuada y abiertamente contra este tipo de situaciones”.
Exactamente: era un representante público que defendía públicamente el feminismo. Y lo que hizo este representante público lo sabían otros representantes públicos. Como Loreto Arenillas, que intentó mediar para que no se supiera. Pero no solo. Cuando la chica lo contó en Twitter, a un exmiembro del partido le llegó, por parte de otros miembros de Más Madrid, que Loreto lo estaba “parando”. Otra persona, miembro del partido en ese momento, leyó en un chat interno que Loreto estaba “gestionando” este asunto mientras se insinuaba que lo que contaba la mujer no era cierto a pesar de que gente del partido sabía que sí lo era, como muestra de forma nítida el orden cronológico en el que sucedieron los hechos.
Más Madrid no puede seguir callado ni navegando entre autocríticas generales. Ni la responsabilidad termina en Loreto Arenillas. Ella hizo la llamada, pero era algo que conocían otros miembros del partido. Hubo una responsabilidad compartida en la gestión de esa crisis, que no tenía que ver con ningún invento tuitero sino con que, incomprensiblemente, un diputado nacional se ponga a tocar culos ajenos en un festival, que una mujer se queje por ello y que la maquinaria del partido se ponga al servicio del silencio. Precisamente, lo que el feminismo de Más Madrid y Sumar critican siempre.