El Gobierno se debate entre la gestión y el barro del ‘caso Ayuso’

La desafección ciudadana por la crispación inquieta al Ejecutivo y sus aliados. Sumar ha dejado clara su incomodidad por el “espectáculo”

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este sábado en un acto de partido en Mérida.Jero Morales (EFE)

El Gobierno vive un momento de mucho debate interno. Nadie está cómodo en el Ejecutivo y los partidos que lo apoyan con la deriva que está tomando la política española estas semanas. Los datos del CIS, que vuelven a situar a la política como el principal problema para muchos españoles —lo citan de diversas formas casi un 50% de los encuestados en el último barómetro—, inquietan tanto al PSOE y a Sumar, socios de la coalición, como a sus aliados parlamentarios. Están convencidos de que quien más sufre en momentos así es la izquierda, cuyo votante se desmoviliza con más facilidad en un ambiente ...

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El Gobierno vive un momento de mucho debate interno. Nadie está cómodo en el Ejecutivo y los partidos que lo apoyan con la deriva que está tomando la política española estas semanas. Los datos del CIS, que vuelven a situar a la política como el principal problema para muchos españoles —lo citan de diversas formas casi un 50% de los encuestados en el último barómetro—, inquietan tanto al PSOE y a Sumar, socios de la coalición, como a sus aliados parlamentarios. Están convencidos de que quien más sufre en momentos así es la izquierda, cuyo votante se desmoviliza con más facilidad en un ambiente de crispación.

El Ejecutivo discute estos días sobre una disyuntiva difícil: volver el foco a la economía y la gestión o contestar a los ataques de la oposición y, sobre todo, explotar al máximo el caso Ayuso, que tuvo un salto el viernes con la imputación por dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental de su pareja, Alberto González Amador. Los socialistas creen que este caso traerá mucha cola, que habrá más novedades, y que pone en cuestión el propio liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, porque con su apoyo a Ayuso está quedando atrapado en la deriva que pueda tener el escándalo.

Es una tentación demasiado fuerte como para dejarla pasar, explican varios dirigentes, sobre todo para neutralizar la ofensiva del PP que sube cada día el tono y trata de meter en el barro político a la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, por su relación profesional indirecta con Air Europa, una empresa rescatada en 2020 con 475 millones de euros. Sánchez ya dijo en Bruselas el viernes que este asunto no tenía ningún recorrido después de que la oficina del Conflicto de Intereses archivara la denuncia del PP en la que sostenía que Sánchez tenía que haberse inhibido en ese rescate. Al frente de esa oficina está desde 2007, con gobiernos del PSOE y del PP, la misma persona: Flor López, miembro del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.

En pleno ambiente electoral, y con dos comisiones de investigación a punto de abrirse en el Congreso y el Senado, cada una controlada por uno de los bloques, las posibilidades de que el nivel de barro baje son escasas, aunque hay mucho debate en el Ejecutivo sobre cómo ajustar el tono para que la crispación no se vuelva contra la izquierda. El parón de Semana Santa tal vez sirva para calmar algo los ánimos.

Esta discusión está provocando también tensión dentro de la coalición, que ya viene con heridas importantes después de que los Comunes tumbaran los Presupuestos catalanes. Yolanda Díaz y otros dirigentes de Sumar, como Aina Vidal, han dejado muy claro su incomodidad por lo que califican de “espectáculo”. “Más hacer y menos gritar”, dijo Vidal en el Congreso. Mientras, desde el PSOE se critica a Díaz y a Sumar por no apoyar al Gobierno frente a los ataques del PP.

Después de una semana de nuevo durísima en el Senado y el Congreso, donde la gravedad de los cruces dialécticos ya es difícil de superar, Pedro Sánchez mandaba este sábado un mensaje a los suyos: “Ellos a embarrar y nosotros a gobernar para la gente”, dijo en Mérida. Pero no es tan sencillo. La Moncloa prepara mucha agenda de gobierno, y este martes presentará su programa de reformas para este año en el Consejo de Ministros, al mismo tiempo que ha decidido entrar en ese barro para responder al PP. Varios dirigentes del Gobierno y del PSOE insisten en que está asumido dentro del partido que cuando se centraron solo en la gestión y decidieron no contestar a la derecha, se los llevó por delante en las autonómicas y municipales de 2023. Y no van a cometer ese error. En La Moncloa señalan que ellos quieren volver cuanto antes a la gestión, que ojalá lograran que el foco se pusiera de nuevo en la economía, con 21 millones de cotizantes, récord absoluto, o un crecimiento del PIB cinco veces por encima de la media europea, pero nadie juega solo en política. Los rivales condicionan.

El propio Sánchez insistió en Mérida en diferenciarse del PP y sobre todo en tranquilizar a los socialistas sobre la resistencia del Gobierno: “La sensación es que hay mucha crispación, mucha polarización. La derecha y la ultraderecha se mimetizan. Pero hay polarización asimétrica, unos atacan nuestras sedes y otros somos atacados. La pregunta que hay que hacerse es cómo respondemos. Llevan seis años intentando destruir al Gobierno, no lo han logrado y no lo van a lograr, vamos a gobernar nueve años”, clamó.

En Sumar están preocupados por otra consecuencia de este ambiente crispado, al menos desde su punto de vista. En el entorno de Díaz creen que la clave de la recuperación de la izquierda en las elecciones generales no fue, como creen algunos en el PSOE, que salieron a contestar a la derecha. Para ellos, fue decisiva la idea en positivo de un ticket electoral Sánchez-Díaz, con una buena relación que se vio en el debate la última semana, frente al tándem negativo Feijóo-Santiago Abascal, que generaba mucha alarma en sectores muy amplios. Esa batalla fue la que movilizó mucho a la izquierda, creen en Sumar. Y ahora, con la guerra de estos días, interpretan ellos, se está volviendo a un eje bipartidista PP-PSOE que aparca a Sumar, pero también a Vox, y elimina ese enfoque positivo de la coalición que ellos creen imprescindible.

En el PSOE, por el contrario, están cada vez más molestos con Díaz por su intento, tal como lo ven ellos, de no mojarse cuando vienen curvas. Pero sobre todo la acusan de no controlar su espacio político, y de permitir que primero Podemos se fuera al Grupo Mixto, después le votara en contra un decreto, y finalmente los Comunes tumbaran el Presupuesto catalán y ahora el de Barcelona. Los Comunes insisten en culpar al PSC por no ceder con el megacasino en Tarragona, algo que los socialistas ven absurdo.

En cualquier caso, el barro que está invadiendo la política española parece no gustarle a nadie, pero tampoco hay de momento fórmulas claras sobre cómo dispersarlo. Todo indica que se resolverá como siempre en democracia: con los votos. Tres elecciones en tres meses darán sin duda para muchas consecuencias, positivas o negativas.

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