Barbate lucha por desterrar la huella del narco: “Aquí no queda nada, ni narcotraficantes ni pesca”
Los golpes policiales a principios de los años dos mil erradicaron a las mafias locales, dando paso a la recuperación del turismo como motor para paliar las altas tasas de paro en la localidad
“Este ya no es el pueblo de la droga. El problema es que no hay nada, ni de aquello, ni de lo otro, ¡nada!”. En dos frases, un marinero del puerto de Barbate que prefiere no revelar su nombre resume los males que lastran a su ciudad. Hoy Barbate, de 23.000 habitantes, se encuentra a años luz de la localidad por la que, en los 90, el narco Antón Vázquez se paseaba con una cría de león por la calle. Pero están aún más lejos los años de la segunda mitad del siglo XX, en los que la pesca traía tanta prosperidad que los viernes en los bares parecía festejarse siempre algo. Esto comenzó a perderse h...
“Este ya no es el pueblo de la droga. El problema es que no hay nada, ni de aquello, ni de lo otro, ¡nada!”. En dos frases, un marinero del puerto de Barbate que prefiere no revelar su nombre resume los males que lastran a su ciudad. Hoy Barbate, de 23.000 habitantes, se encuentra a años luz de la localidad por la que, en los 90, el narco Antón Vázquez se paseaba con una cría de león por la calle. Pero están aún más lejos los años de la segunda mitad del siglo XX, en los que la pesca traía tanta prosperidad que los viernes en los bares parecía festejarse siempre algo. Esto comenzó a perderse hace décadas y aún sigue cuesta abajo, lastrado por diversas reconversiones pesqueras. La presencia constante de los narcos remitió con el cambio de milenio, después de un cerco policial similar al del Campo de Gibraltar. Pero la ciudad salió de eso sin un plan B.
“Ahora estamos intentando sacar la cabeza con la hostelería y el turismo. Barbate ya no está en esas”, añade otro parroquiano del único bar del puerto mientras apura un quinto de cerveza. Aunque tampoco niega que el viejo estigma pesa porque hay algo oscuro detrás: “Los que se dedicaron a eso ya están en la cárcel. Pero algunos jóvenes sin nada ven a los narcos como héroes”. Es la explicación que el hombre, de unos 40 años, encuentra para ese número de personas indeterminado que la tarde del viernes se acercó al espigón del puerto a grabar con sus móviles la embestida mortal de la narcolancha, a jalear a los pilotos y a gritar consignas contra los guardias civiles. Laura, una empleada de hotel de 30 años, resume: “Son unos niñatos que nos avergüenzan, porque yo siento vergüenza de que Barbate, otra vez, esté en los telediarios por lo de la droga” Otra vez el estigma. “Los que animaban a los narcos lo hacían porque tienen algo personal contra la Guardia Civil”, añade.
Barbate llegó a tener tasas de paro cercanas al 53% y ahora están cercanas al 27%, como el pasado fin de semana recordaba el alcalde, Miguel Molina, a EL PAÍS. Hoy, el alcalde, del grupo denominado AxSí, que gobierna con un pacto con el PP, al lado de Alberto Núñez Feijóo, tras el minuto de silencio en homenaje a los guardias civiles asesinados, ha querido sacudirse ese estigma y recordar que Barbate es un pueblo “humilde, honrado y marinero, que no quiere dar pasos atrás y que poco a poco se convierte en referencia turística”. El alcalde daba el sábado los datos de paro como consuelo, pero lo cierto es que la falta de oportunidades sociolaborales que quedó tras la estela del narco se aprecia en zonas desfavorecidas como Carrero Blanco, donde hay bloques convertidos en supermercados de la droga de trapicheo. Una profesora de enseñanza media de Barbate recuerda algo clave: “Aquí no hay oportunidades para los que estudian. Esos, se van todos fuera. Y no vuelven. Y eso es triste”.
El hachís comenzó a despuntar en Barbate en la década de los 80. Eran años en los que la droga se movía en pateras de madera y en los que los fardos perdidos los capturaban en la playa los conocidos como busquimanos, como recuerda el periodista Andros Lozano en su libro Costo. Las leyes del Estrecho (Libros del KO). La pérdida de la pesca como principal sustento y el auge del tráfico de drogas, actuando como vasos comunicantes, resultó la fórmula perfecta para degradar socialmente a la localidad. Muchos de los que ganaban dinero fácil con el hachís acabaron enganchados a la heroína. Francisco Mena, presidente de la Coordinadora antidroga local Nexos, rememora cómo Barbate acogió por entonces una de las manifestaciones más numerosas de la provincia que se recuerdan como repulsa a una adicción que se llevó a muchos por delante.
El principio del fin de esa espiral destructiva llegó con la Operación Espejo, una de las primeras que se recuerdan en la zona, que consiguió rastrear de arriba abajo el funcionamiento de una banda del narcotráfico desde su escalafón más alto, Antón Vázquez, el de la cría del león, al más bajo: los busquimanos. Vázquez, que se pavoneaba de “dar más trabajo en Barbate que la Junta de Andalucía” acabó por caer en una redada que se sumó a otros cargos y a otras órdenes de busca y captura hasta acabar apresado en 2004. Para entonces, el Estado había desplegado sus fuerzas de seguridad en un plan con una motivación similar al que ahora opera en el Campo de Gibraltar desde 2018. El problema estuvo en que, tras ese cerco policial, para Barbate no llegó a crearse una alternativa socioeconómica. Tras el estigma, la nada.
Épocas distintas
Para Luis Rosi, periodista local, nacido en Barbate hace 40 años, no se pueden comparar las dos épocas. “A finales de los 90 era otra cosa. Yo recuerdo a un amigo del colegio decirme que, como mi padre tenía una moto, que se la cogiera para irme con él a transportar hachís. Ahora eso no pasa. No es una cosa tan general. Para empezar, los cabecillas están en otra parte, en La Línea o en Algeciras. Y, creo, son de otra estirpe, más peligrosa. Los de antes no iban a matar. Y estos sí”. Rosi añade: “Lo que sí puedo asegurar es que, en la actualidad, Barbate repudia, en su inmensa mayoría, el narco. Antes, en los 90, se miraba para otro lado”. Por aquellos años noventa el nombre de Barbate salía un día sí y otro también en la prensa y en los telediarios asociado con la droga: el estigma de nuevo. Los habitantes de este pueblo llevaban años tratando de sacudírselo hasta que el asesinato del viernes de dos guardias civiles lo ha vuelto a estampar en el pueblo.