Los evacuados por el incendio de Las Hurdes siguen sin poder regresar a sus casas: “Lo que hemos perdido no lo vamos a recuperar nunca”
Más de 200 vecinos afrontan su tercer día hospedados en un pabellón deportivo del pueblo cacereño de Moraleja
“¡Mirad! Vienen los portugueses a ayudarnos”, exclamaba la noche del viernes Amparo García, de 90 años, que formaba parte del grupo de vecinos de Las Hurdes que han tenido que ser desalojados por el incendio que golpea esta comarca cacereña desde el miércoles. Algunos de esos evacuados, entre los que estaba esta mujer, observaban el tránsito de un coche de bomberos portugués que pasaba a toda velocidad por la avenida de Lusitania, en ...
“¡Mirad! Vienen los portugueses a ayudarnos”, exclamaba la noche del viernes Amparo García, de 90 años, que formaba parte del grupo de vecinos de Las Hurdes que han tenido que ser desalojados por el incendio que golpea esta comarca cacereña desde el miércoles. Algunos de esos evacuados, entre los que estaba esta mujer, observaban el tránsito de un coche de bomberos portugués que pasaba a toda velocidad por la avenida de Lusitania, en el pueblo de Moraleja (Cáceres). En el pabellón deportivo Adolfo Suárez se hospedan temporalmente más de 200 personas desalojadas por su cercanía a las llamas de los municipios de Cadalso, Descargamaría y Robledillo de Gata. Es su tercer día fuera de casa y sus rostros están cansados. García comentaba que la llegada de refuerzos “es buena señal”.
El incendio aún continúa activo este sábado, pero la evolución es favorable, según el último balance. Más de 600 efectivos trabajan para sofocar las llamas que ya han calcinado más de 10.000 hectáreas, según las estimaciones de Copernicus, la herramienta de observación de la Tierra del programa espacial de la Unión Europea. Durante estos días, han llegado bomberos de varias comunidades autónomas —Madrid, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Andalucía, y también de Portugal—. El foco de Ovejuela es el punto más crítico, aunque ya se encuentra contenido. Los Servicios de Prevención y Extinción de Incendios Forestales de la Junta han pedido prudencia porque se producirán reactivaciones de las llamas “con total seguridad”.
Mientras tanto, en Moraleja, los vecinos especulan sobre quién ha podido ser el culpable del incendio, cuya causa ha sido humana e intencionada, según confirmaba el viernes Guillermo Fernández-Vara, presidente extremeño, durante su visita al puesto de mando. “Yo agarraría bien al que ha hecho este fuego y lo ataría al pino más alto para que se calentara bien”, dice indignado Massimo Lucio, de 79 años. Este vecino de la zona recuerda que en Cadalso “llovía ceniza y olía todo el pueblo a quemado”. Sus compañeros asienten y coinciden en la desgracia que supone que arda el paisaje que rodea sus casas que tanto aprecian. “Lo peor va a ser cuando volvamos y veamos el desastre de la naturaleza que hemos perdido y que nunca vamos a poder recuperar”, lamenta Lucio García, otro vecino. Este hombre, de 86 años, nació en Cadalso y relata que en su pueblo posee grandes campos de olivares. “Supongo que alguno se habrá quemado”, dice con pesar.
El pabellón deportivo se ha convertido en el refugio de los evacuados. “Yo he dormido regulín porque he pasado un poco de frío, pero la atención está siendo excelente”, comenta Lucio García. En el interior, se observan decenas de camas portátiles sobre las pistas de fútbol y baloncesto, también en las gradas, zona que los vecinos consideran “las suites” porque se escucha menos ruido. Además, hay un espacio dedicado a proporcionarles comida, de lo que se ha encargado el Ayuntamiento con la colaboración de Cruz Roja. Varios psicólogos y trabajadores sociales también se encuentran en el área para proporcionar asistencia a aquellos que lo necesiten.
Emi García, una mujer de 64 años que vive en Bilbao, estaba pasando unos días de vacaciones con su marido en Descargamaría, donde se encuentra su segunda residencia. “El jueves por la noche estaba pintando los barrotes de la ventana de la casa cuando, de repente, vi una nube de humo que venía de Ovejuela”, explica. Se fue a dormir y a las tres de la mañana los despertó un vecino para comunicarles que tenían que abandonar el pueblo. El fuego estaba demasiado cerca. Ella y su marido fueron los primeros en llegar al pabellón. “En principio, iba a ser solo una noche fuera, ahora solo queda esperar”. Los vecinos se preparan para pasar su segunda noche en el centro deportivo. Todavía no saben cuándo van a poder regresar a sus casas. Suenan las sirenas. Un coche de bomberos pasa deprisa por la avenida de Lusitania. “Ahí va otro”, señala Amparo García.