El aniversario de la crisis interna revuelve las aguas en el PP

Los casadistas reclaman una rehabilitación política de su líder aunque este no la quiera. Feijóo ha buscado la pacificación con una estrategia de no injerencia en los territorios

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado salen de la taberna El Alabardero en Madrid en la que comieron juntos el pasado miércoles. Foto: ANDREA COMAS

Algunas heridas tardan mucho en cicatrizar. La del PP, un año después de la implosión interna que se llevó por delante a su primer líder elegido en primarias, todavía no está cerrada. El aniversario de aquella crisis que amenazó con hacer sucumbir al principal partido conservador ha revelado cómo de frágiles son las suturas. Lo demuestra que hayan salido ahora a la luz...

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Algunas heridas tardan mucho en cicatrizar. La del PP, un año después de la implosión interna que se llevó por delante a su primer líder elegido en primarias, todavía no está cerrada. El aniversario de aquella crisis que amenazó con hacer sucumbir al principal partido conservador ha revelado cómo de frágiles son las suturas. Lo demuestra que hayan salido ahora a la luz los mensajes del chat del comité de dirección del PP —publicados por EL PAÍS—, donde se ve a algunos de los principales dirigentes de la cúpula de Pablo Casado halagándole en su enfrentamiento con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, apenas unos días antes de participar en la conjura para descabalgarle. Lo revela también que Alberto Núñez Feijóo se fuera a comer esta semana en secreto con su predecesor, y el silencio espeso de Ayuso, la otra parte de aquella guerra, sobre esa cita.

Los equilibrios internos son inestables en el PP, aunque el liderazgo de Feijóo y la cercanía de las elecciones mantienen prietas las filas. “El partido no está unido, el partido está acojonado. El 80% de los cargos actuales fueron nombrados por la dirección anterior, y para renovar en las listas todos saben que se impone la obediencia debida”, asegura un dirigente casadista que sigue dentro del PP. Quedan pocos, porque la mayoría traicionó a Casado y se alineó con Feijóo, pero ese grupo, aunque minoritario, está muy molesto por el trato que el partido está dando a su exlíder un año después de expulsarle del poder.

Casado ha sido borrado del mapa en el PP, “como un Hernández Mancha dos”, dicen en las filas populares. Y a los suyos les escuece. “Quien diga que no es el momento de rehabilitar a Pablo que piense en los miles de cargos y afiliados que le han querido y a los que les gustaría verlo. Otra cosa es que él no quiera”, insiste este dirigente afín a Casado. “No están preparados para hacerlo, en realidad, aquellos que no tienen la conciencia tranquila”, se queja en referencia a quienes le traicionaron.

A pesar del enfado de sus afines, Casado no será un problema para Feijóo. El expresidente defenestrado no quiere acercarse de nuevo a la política porque asegura que es incompatible con su trabajo actual, como captador de inversiones para un fondo de tecnología y defensa, y tampoco quiere dar guerra. Casado mantiene un escrupuloso silencio desde su salida de la política hace un año, y no pretende romperlo, según fuentes de su entorno. Al contrario, está obsesionado con que nadie pueda reprocharle que enreda o que trata de influir en el nuevo rumbo del partido como hicieron algunos de sus predecesores, sobre todo Aznar, que llegó a convertirse en un dolor de cabeza para Rajoy. Aunque reivindica su etapa, y está muy dolido por lo que pasó, el exlíder no hará ruido.

La figura de Casado, en todo caso, es incómoda y controvertida en el PP. “Nadie le echa de menos. Ha pasado como un paréntesis en blanco”, opina un líder territorial de los que estaban en el punto de mira de la anterior dirección. Feijóo sabe que Casado conserva muchos enemigos internos —la principal, y la más poderosa, Isabel Díaz Ayuso—, y que su rehabilitación política tampoco sería pacífica. Por eso optó por una comida que pretendía ser discreta —aunque la reveló EL PAÍS— para acercar posiciones con su antecesor en el cargo sin soliviantar a sus adversarios. “Feijóo es muy inteligente y se ha elevado humana y políticamente con la comida con Casado”, analiza un barón. “Ha buscado lavar su imagen”, opinan en cambio otras voces en el PP.

Ayuso es la clave. Feijóo no puede ni quiere enfadar a la presidenta de Madrid, que hace un año estaba reclamando la expulsión del PP de todos los que hubieran participado en la “campaña” contra ella, es decir, al intento de Casado de que rindiera cuentas por los negocios de su hermano con el Gobierno de Madrid por la venta de mascarillas en plena pandemia. En Génova saben que un acercamiento a Casado podría abrir la caja de los truenos con Ayuso, y prefieren evitarlo. De ahí la comida, ante la que Ayuso ha guardado un elocuente silencio mordiéndose la lengua. “Las cuestiones del PP las trato en el PP”, ha replicado la líder madrileña revelando su incomodidad con ese encuentro.

Algunos en el PP interpretan que el patio interno está tranquilo por la cercanía a las elecciones, pero que hay figuras que permanecen agazapadas. “Hay dos personas en una posición de cautela hasta las generales”, analiza un dirigente que estuvo con Casado pero participó de su caída. “Una es Ayuso, y la otra es Aznar. Ayuso ahora no muerde porque hace muy poco que mordió. Ella va a aguantar y va a esperar a ver si tiene que dar el salto en seis meses desde sus elecciones como salvadora del partido, en caso de que Feijóo no ganara, manteniendo una buena imagen interna. Y Aznar está en que hay que tratar de echar a Sánchez como sea, y luego ya veremos. FAES está ayudando mucho con toda la labor preprogramática. Son las dos posiciones de custodia del partido”.

Feijóo ha pacificado además el PP internamente con una estrategia de no injerencia en los territorios. A diferencia de las prácticas invasivas de Casado y su lugarteniente Teodoro García Egea queriendo controlar a las direcciones territoriales, Feijóo ha dejado manos libres a los barones. Ha revalidado a la mayoría de los candidatos de la dirección anterior —como a Carlos Mazón, en la Comunidad Valenciana; Jorge Azcón, en Aragón; María Guardiola, en Extremadura; y Marga Prohens en las Islas Baleares— y ha dejado a todos que diseñen libremente su campaña. Él solo irá a donde le llamen. “Alberto no va a tocar nada hasta las generales”, analiza un dirigente. “Está actuando en un modelo de confederación de partidos. Así, si las cosas fallan, podrá decir que eran los candidatos del pasado. Si es un acierto, el mérito será suyo”.

Feijóo también ha lanzado otro mensaje importante. En Valencia, en el foro intermunicipal de principios de febrero, cuando se escenificó la reconciliación entre Aznar y Rajoy, el líder solemnizó ante los suyos que no pretende atrincherarse en el cargo si no gana. Al contrario, les dijo que en ese caso se irá, y de ese mensaje han tomado nota en todas las direcciones territoriales. “Hoy estoy seguro de que España va a tener un mejor Gobierno. Y ya sabéis que no me gusta hablar por hablar”, dijo ante la plana mayor del PP y los dos expresidentes del Gobierno. “Si no consigo ganar, no merezco ser presidente del partido. Por tanto, ayudad un poco. ¡Echad una mano!”, clamó.

La mayoría en el PP interpreta ese mensaje como que Feijóo tiene la convicción de que va a ganar las elecciones, y por eso se compromete. Las buenas perspectivas electorales actúan como un bálsamo pacificador, como también las decisiones tácticas del líder pensadas para evitar marejadas internas. El aniversario de la crisis ha puesto de manifiesto que el PP tiene heridas sin cerrar, pero las suturas solo estallarán si las cosas no salen en diciembre como el líder espera.

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