Aurora Mancebo, cuando la esperanza se hunde en un pozo
Los padres de la joven desaparecida en 2004 en El Morell (Tarragona) logran que se revise una perforación a la que creen que pudo arrojarla su supuesto asesino
—¡Nooo!
El grito, desgarrador, resuena en medio de una conversación telefónica con María Dolores Leirós. “No”, repite, “lo nuestro no se supera, no… Porque igual me vuelvo terrorista y dejo una nota para que se entere la gente”. Han pasado más de 18 años desde que vio por última vez a su hija Aurora, el 27 de febrero de 2004. “Salía de casa, vi que no llevaba bolso, ni nada, pensé: irá cerca; ¿adónde vas?, le pregunté, y me miró con esa media sonrisa pícara, tenía 24 años, qué le vas a decir, yo estaba deseando que disfrutara y se lo pasara bien porque había pasado años muy malos. Si yo...
—¡Nooo!
El grito, desgarrador, resuena en medio de una conversación telefónica con María Dolores Leirós. “No”, repite, “lo nuestro no se supera, no… Porque igual me vuelvo terrorista y dejo una nota para que se entere la gente”. Han pasado más de 18 años desde que vio por última vez a su hija Aurora, el 27 de febrero de 2004. “Salía de casa, vi que no llevaba bolso, ni nada, pensé: irá cerca; ¿adónde vas?, le pregunté, y me miró con esa media sonrisa pícara, tenía 24 años, qué le vas a decir, yo estaba deseando que disfrutara y se lo pasara bien porque había pasado años muy malos. Si yo hubiese desconfiado…”.
El presunto asesino de Aurora Mancebo Leirós, Edgar Mauriz Granell (de 19 años, entonces), quedó en libertad en 2005, tras un careo ante el juez con un compañero de trabajo que aseguró a la Policía que le había contado —días después de la desaparición de la joven— cómo había muerto y cómo y dónde la había enterrado, en una finca de su familia, en el municipio de El Morell (Tarragona, 3.700 habitantes). Su cuerpo allí no fue encontrado, ni en ningún otro sitio hasta la fecha. Ni rastro. Todas las búsquedas y batidas han sido hasta el momento infructuosas.
Sus ropas, manchadas de sangre, sí fueron halladas en cambio doce días después de su desparición, en una zona boscosa por la que ella solía pasear, a escasos cuatro kilómetros de su casa, en la urbanización los Bosques de Tarragona, a las afueras de la ciudad. Un lugar solitario, a más de 10 kilómetros de El Morell. “Tenían sangre los botines, el puño y el cuello del abrigo”, recuerda su padre, José Luis Mancebo. “Estaban dobladas y sin restos de lluvia, pese a que diluvió aquellos días”.
Nueve jueces, 21 tomos y 15.000 folios después, una providencia del juzgado número 5 de Tarragona establece que este miércoles la Policía Científica revisará uno de los lugares en los que la familia piensa que el presunto asesino pudo deshacerse del cadáver: un pozo perteneciente al ayuntamiento de El Morell. “Han sido años de litigios judiciales”, relatan los padres, apoyados por la Asociación Ciudadana por Aurora Mancebo creada por un grupo de amigos y ciudadanos tarraconenses para poder ejercer la acusación popular en el caso y reivindicar más medios para su búsqueda. “Mi hija no es menos que Marta del Castillo, por ejemplo”, advierten.
“Edgar le dijo a su compañero de trabajo que Aurora se le había muerto en los brazos, haciendo el amor en su coche, y que se asustó y por eso pensó en cómo deshacerse del cuerpo, y la llevó hasta la finca de su abuela, en El Morell, cogió una azada del cobertizo, cavó un hoyo y la enterró”, recuerda su madre que contó en el careo el compañero del chico, y que Edgar gritaba: “!Eso es mentira¡ ¡Eso es mentira!”.
La versión de Edgar, avalada por su madre, es que la noche de la desaparición de Aurora, él no salió de casa. Pero hay llamadas desde el teléfono fijo de su casa a su móvil a las 20.36 horas, a las 6.28 y otras dos a las 7.45. Y varios testigos declararon que les vieron esa noche juntos “acaramelados” en la zona de ocio del puerto deportivo. Además, se encontraron manchas de sangre en su coche que habían sido limpiadas concienzudamente hasta no dejar rastro de ADN.
“Yo quisiera creerle, quiero pensar que mi hija no sufrió antes de morir, que no le pegaron ni la hirieron, pero si a ti se te muere alguien llamas a una ambulancia, y si no lo haces porque te da miedo, abandonas el cuerpo y te vas, pero esa sangre en sus ropas… no puedo creerle”, concluye María Dolores Leirós con una rabia rumiada durante casi dos décadas.
Tanto ella como su marido, vuelven con sus recuerdos a aquellos días como si fuesen ayer. “No hemos pasado duelo, no hemos enterrado, tenemos que seguir luchando porque tengo otro hijo y dos nietos, y delante de ellos procuro ser una persona normal, aunque ni mi marido ni yo podemos ser ya normales”, se lamentaba la mujer el domingo pasado.
Diez años para inspeccionar un pozo municipal
Dicen haber perdido toda esperanza de encontrarla, pero continúan peleando: “Para conocer la verdad, para saber que le pasó a nuestra hija, para acabar con las dudas, para poder cerrar y descansar”, explican, y recuerdan que llevan “diez años intentando que se revise este pozo”, que es propiedad del ayuntamiento de El Morell. “El ayuntamiento quiso evitar su inspección, con el argumento de que es un Bien Cultural de Interés Local, porque forma parte de los restos arquitectónicos de un antiguo monasterio cisterciense en cuyo exterior se realizan actividades culturales”, asegura José Luis Mancebo.
“Pero nuestra obligación es que se revisen todos los pozos posibles, y la de la Administración es, al menos, no poner pegas”, se quejan los padres, tras ganar el recurso contra el sobreseimiento del caso en la Audiencia de Tarragona. Para llevar a cabo esta revisión, el ayuntamiento ha tenido que acometer, previamente, una obra de apuntalamiento del edificio para garantizar la seguridad de los agentes que realicen la inspección.
“Cuando se revisó la parte exterior de ese lugar, hace años, ya hubo que asegurar la zona, un antiguo molino en ruinas, con una inversión --que tuvo que pagar el ayuntamiento-- de 20.000 euros”, recuerda el Alcalde de El Morell, Eloi Calbet Ferran (Junts). “En esta ocasión han sido 30.000 euros, porque lo tiene que efectuar una empresa de arqueología”, dice. Y asegura que el ayuntamiento “ha sido diligente” y que ese complejo arquitectónico está protegido desde hace más de 30 años.
Las esperanzas de encontrar algo que explique “¿qué le pasó y por qué?” a Aurora Mancebo, las obsesivas preguntas que mantienen en la pelea a sus padres, se hunden ahora en ese pozo.