La flota de los oligarcas rusos en Barcelona
El director de la Fundación Anticorrupción creada por Alexéi Navalni explicó el pasado octubre cómo se ahoga la disidencia en Rusia y cómo actúan los ‘comandos’ paraoficiales del régimen
Iván Zhdanov, que dirigió la Fundación Anticorrupción creada por Alexéi Navalni, habló de la persecución que padecía, del encarcelamiento perverso de Navalni, del asedio que sufren plataformas de denuncia de la corrupción. El 28 de octubre de 2021, Zhdanov contó en el Col·legi de Periodistes cómo se ahoga la disidencia en Rusia, describió cómo actúan los comandos paraoficiales del régimen, y señaló la estructura mafiosa que es parte de la au...
Iván Zhdanov, que dirigió la Fundación Anticorrupción creada por Alexéi Navalni, habló de la persecución que padecía, del encarcelamiento perverso de Navalni, del asedio que sufren plataformas de denuncia de la corrupción. El 28 de octubre de 2021, Zhdanov contó en el Col·legi de Periodistes cómo se ahoga la disidencia en Rusia, describió cómo actúan los comandos paraoficiales del régimen, y señaló la estructura mafiosa que es parte de la autocracia imperialista. Y, con una media sonrisa, al denunciar a los oligarcas, se refirió a un yate que con frecuencia atracaba en la Marina del Port Vell de Barcelona: el Dilbar. Todo el mundo sabe que es propiedad de Alisher Usmanov y que le costó 600 millones de dólares, pero no todo es tan sencillo.
Usmanov, que en los ochenta pasó años encarcelado, empezó a forrarse tras el colapso soviético. La base de su fortuna ha sido Metalloinvest, empresa dedicada al sector de la minería y la metalurgia. Digamos que a este uzbeko de 68 años las cosas no le han ido del todo mal. Tiene una fortuna de unos 19.500 millones de dólares, según el índice de Forbes. Pero desde la semana pasada está en otras listas. En un comunicado, la Unión Europea informó el lunes de que congelaba sus activos y no podría viajar por su territorio: “Es un oligarca pro-Kremlin con vínculos particularmente estrechos con el presidente ruso”. En el Reino Unido lo mismo, a pesar de que patrocinaba al Everton (y antes al Arsenal) o que conserva un casoplón en la zona más exclusiva de Londres —la compró al emir de Qatar por 48 millones de libras—. Y el jueves fue sancionado por la Casa Blanca, que lo describió como “un aliado cercano de Putin”.
En el comunicado del Departamento del Tesoro, que daba cuenta de sanciones a ocho oligarcas, se incluyó una fotografía del Dilbar. El yate lo construyó la más que centenaria naviera Lürssen en su astillero de Bremen. El Project Omar, que así se conoció durante los 52 meses de trabajo, se botó el 14 de noviembre de 2015. A mediados de 2016 se dirigió a Tánger, donde iba a ser entregado a su propietario. Tenía 156 metros de longitud, 18 camarotes para 36 invitados y 40 camarotes más para los 84 miembros de la tripulación. La piscina cubierta más grande que se había instalado en un barco, cuatro cubiertas abiertas en popa, tres en proa con techo y así como dos helipuertos. Airbus hizo el helicóptero a medida, con una zona delantera tipo salón y otra trasera con sofás y una cocina.
En 2016 Usmanov inauguró el Dilbar. Lo amarró frente a su palacio en la costa Esmeralda (Cerdeña). Además de los fuegos artificiales y la cena gran gourmet, amenizaron la velada Robbie Williams, Bocelli, Aznavour o Carla Bruni. Uno de los puertos donde ha amarrado es el de Barcelona y desde octubre está en el puerto de Hamburgo, reacondicionándose en unos astilleros propiedad de Lürssen. El miércoles las páginas sobre millonarios de Forbes confirmaron que el Gobierno alemán había incautado el barco. Pero horas después la afirmación tuvo que matizarse. Las autoridades podrán impedir que salga del puerto; por ahora poco más, porque la propiedad legal es de un holding registrado en el paraíso fiscal de las Islas Caimán. Y aquí todo empieza a complicarse, exactamente por lo que apuntaba Krugman hace pocos días, por la cara B de la globalización financiera, por los papeles que descubre el periodismo. “Será difícil perseguir el dinero ruso blanqueado sin complicarles la vida a todos los que practican el blanqueo, sean de donde sean”.
Antes en Barcelona el Dilbar era noticia cuando lo fotografiaban runners y turistas. Ahora porque la Autoridad Portuaria ha informado a la Unión Europea de que Usmanov es propietario del amarre de 180 metros en la selecta Marina del Port Vell, donde lo atraca junto a otros superyates (algunos de otros oligarcas rusos, como Abramóvich, Chemezov y Molchanov). Si la UE lo ordena, el Port —que es titular de la concesión de la Marina— lo embargará. Lo contó el jueves Ignasi Jorro. Sus fuentes le explicaron que el oligarca lo había comprado a Salamanca Group. Y de nuevo volvemos a la casilla de salida de Krugman. Las claves las desveló hace años Marcos Lamelas en una serie memorable que, a escala local, mostraba la cara oculta de la globalización que ahora emerge escupiendo fuego.
En 2010 Globalvia —compañía compuesta por FCC y Caja Madrid— vendió la gestión de la Marina al banco de negocios británico Salamanca Group, cuyo proyecto era convertirla en una marina especializada en el atraque y mantenimiento de yates de lujo. Lamelas demostró que la había comprado una sociedad instrumental de la compañía de inversiones radicada en Chipre y parte de los recursos con los que operaba provenían de un fondo situado en las Islas Caimán. No solo eso. El periodista dio con el documento que evidenciaba lo que ya no pudo ocultarse: en este caso el banco inglés fue la pantalla utilizada por gestores patrimoniales del presidente de la petrolera Lukoil. Un caso práctico de cómo, a través de paraísos fiscales, se han creado, también en casa, las condiciones para la refundación del poder ruso. Ha servido también para impulsar un determinado modelo de ciudad. En Londongrado, en la Marina de Barcelona.