Castilla y León examina los efectos de la guerra interna en el PP

Mañueco es el primer dirigente popular que va a elecciones con el conflicto abierto

El presidente de la Junta de Castilla y León y presidente del PP regional, Alfonso Fernández Mañueco, este lunes.Foto: J. CASARES (EFE)

El adelanto electoral en Castilla y León tiene a priori pocos riesgos para el PP. Las encuestas que maneja el partido son muy buenas, dicen que podría rozar la mayoría absoluta, y a todos los rivales electorales la cita en este feudo de la derecha les pilla con el pie cambiado. Pero todo anticipo electoral está cargado de incertidumbre, y esta será la primera vez que Castilla y León vote en solitario, por lo que no hay precedentes que ayuden a ...

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El adelanto electoral en Castilla y León tiene a priori pocos riesgos para el PP. Las encuestas que maneja el partido son muy buenas, dicen que podría rozar la mayoría absoluta, y a todos los rivales electorales la cita en este feudo de la derecha les pilla con el pie cambiado. Pero todo anticipo electoral está cargado de incertidumbre, y esta será la primera vez que Castilla y León vote en solitario, por lo que no hay precedentes que ayuden a predecir el comportamiento electoral. En ese terreno impredecible juegan aquí, además, dos factores novedosos sobre el PP. La candidatura de la España Vaciada, que se presentará en todas las provincias de una de las comunidades más despobladas, y otra variable que todavía no se ha testado: cómo afecta al PP en las urnas la guerra interna que desde hace cuatro meses enfrenta a Isabel Díaz Ayuso con Pablo Casado.

Alfonso Fernández Mañueco será el primero en examinarse en ese contexto de conflicto, y algunas fuentes en el PP advierten de que la extrema derecha podría salir beneficiada si persiste la guerra. “Votar a Vox allí sale gratis”, avisan estas voces en el PP. En Castilla y León, alertan, el electorado conservador no tiene tantos incentivos para ejercer el voto útil al PP, porque es muy difícil que crea que la izquierda puede lograr un vuelco en este histórico bastión de la derecha, donde gobierna desde hace más de tres décadas.

La ventaja para el PP es que los de Santiago Abascal no tienen una figura fuerte en Castilla y León. En consecuencia, las encuestas les han situado hasta ahora en esa comunidad muy por debajo de su intención de voto nacional (el sondeo de Nc Report del 22 de noviembre otorgaba un 8,6% de sufragios a Vox, frente al 14,6% en el que les sitúa a escala nacional el CIS de este lunes), lo que apunta a que la extrema derecha tiene terreno para crecer.

Vox será en todo caso protagonista la noche del 13 de febrero, porque la primera consecuencia de la descomposición de Ciudadanos es que arroja al PP en brazos de la extrema derecha. Según los sondeos que maneja el PP, los de Arrimadas van a sufrir para mantener si acaso uno de sus 11 escaños en las Cortes, y será Vox, en cambio, quien tenga la llave para hacer o no a Mañueco presidente. Ahora cuentan con un solo procurador, pero los populares creen que crecerán hasta lograr grupo propio. El nuevo ciclo electoral viene marcado por una creciente influencia de los ultras en la gobernabilidad, mientras el PP no ha resuelto cuál debe ser su relación con ellos ni tiene una estrategia clara para derrotarlos.

En la izquierda el escenario es más estable, pero con pocas posibilidades de lograr un vuelco. Aunque el PSOE fue el vencedor de los últimos comicios, el PP ha recuperado terreno y el espacio de Podemos está todavía sin reconfigurar. El partido de Ione Belarra querría que Castilla y León fuera el laboratorio del frente amplio que prepara Yolanda Díaz, pero en el entorno de la vicepresidenta lo ven demasiado pronto y descartan lanzar su plataforma en esta coyuntura.

Mañueco llevaba tiempo sopesando el adelanto electoral, pero ocultó muy bien sus cartas. Tenía que hacerlo porque su socio de Gobierno, Ciudadanos, no podía sospechar nada, o de lo contrario tendría en su mano desbancarle de la presidencia con una moción de censura apoyada por los socialistas. El 11 de marzo, la fecha que aparecía como el plazo límite de sus desvelos, afectaba solo a la capacidad del PSOE para registrar una nueva moción en su contra. Cs podía haberlo hecho en cualquier momento, porque ninguno de sus procuradores firmó la iniciativa de los socialistas el pasado mes de marzo. Los socios sabían por tanto que su relación se asentaba sobre un riesgo de vida o muerte: o moría el uno, o moría el otro. No sin cierta ingenuidad, los de Inés Arrimadas creyeron la palabra de Mañueco de que no adelantaría las elecciones, y perdieron la guerra. El movimiento de Castilla y León, que deja moribundo a Cs, podría tener resaca. El partido de Arrimadas, con poco ya que perder, tiene todavía en su mano mociones en plazas tan relevantes como Andalucía o el Ayuntamiento de Madrid.

Génova no presionó para forzar un adelanto que ve con buenos ojos. Casado sabe que la previsible victoria puede ayudarle a consolidar la tendencia de ascenso del PP tras las elecciones de Madrid, pero cuanto más se acerque ese impulso a las generales más le favorece, así que no tenía prisa. En todo caso, el calendario de 2022 empieza con el viento de cara para el líder del PP, cuyo principal problema sigue siendo Ayuso. La paradoja para Casado es que al mismo tiempo la líder madrileña es su mejor arma electoral. Mañueco lo sabe, y por eso ha pedido a Ayuso que tenga una importante presencia en su próxima campaña.

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