Recta final para un caso de asesinato estancado durante 27 años
La Audiencia de Lugo debe decidir si envía al banquillo al único procesado por un doble crimen sin respuesta desde 1994, un robo en un supermercado mayorista en el que murieron la cajera y el reponedor
La pelota está desde la semana pasada en el tejado de la Audiencia Provincial de Lugo. Y son sus magistrados los que deben decidir, 27 años y medio después de la muerte a tiros de dos empleados de un supermercado, si la recogen para hacerla rodar hasta la meta o la guardan en el armario de los casos difuntos. Son solo cuatro tomos. Nada más que cuatro tomos en casi tres décadas, los que reúnen todas las pesquisas e interrogatorios de un crimen que, a costa del desgaste personal de dos familia...
La pelota está desde la semana pasada en el tejado de la Audiencia Provincial de Lugo. Y son sus magistrados los que deben decidir, 27 años y medio después de la muerte a tiros de dos empleados de un supermercado, si la recogen para hacerla rodar hasta la meta o la guardan en el armario de los casos difuntos. Son solo cuatro tomos. Nada más que cuatro tomos en casi tres décadas, los que reúnen todas las pesquisas e interrogatorios de un crimen que, a costa del desgaste personal de dos familias, se llegó a convertir, explica su letrado, en “el caso abierto más viejo de España”.
En este sumario se recogen, según María del Carmen López, jueza sustituta de Primera Instancia número 1, ”serios indicios racionales de criminalidad” contra un hostelero que tras los hechos puso tierra de por medio y se marchó a vivir a Burgos. Las diligencias, defiende López en el auto con el que finaliza la instrucción, “permiten atribuir” a M. J. V. C., nacido en Barakaldo (Bizkaia) y residente en el momento del crimen en Lugo, “su participación en la comisión de dos delitos de asesinato, uno de robo con violencia en las personas y otro de tenencia ilícita de armas”.
Nunca se hubiera llegado tan lejos si no fuera por la lucha de los parientes de las víctimas, la cajera Elena López y el reponedor Esteban Carballedo. El llamado “doble crimen del Cash Record” estuvo archivado y olvidado casi 10 años hasta que en 2010 la hermana de la asesinada (y tía de dos niños pequeños que quedaron huérfanos por el robo a mano armada) se encadenó ante los juzgados de Lugo y protagonizó una huelga de hambre hasta que logró que se reabriese.
El atraco se perpetró el 30 de abril de 1994, a sabiendas de que aquel sábado a última hora de la tarde el almacén mayorista estaría vacío de clientes pero con la caja llena. El polígono empresarial de O Ceao, en el que se ubicaba el establecimiento, se hallaba libre de inconvenientes testigos. Se estaba emitiendo el partido del que entonces era el Superdepor, que aquella primavera acariciaba el título de Liga. E Isabel López, la hermana de Elena, entretenía a sus sobrinos con el fútbol en la radio mientras conducía hasta el Cash Record para recoger a la cajera, que acababa su jornada.
Según concluye la jueza, el asesinato no ha prescrito (como pretende la defensa del ahora procesado), porque en 2013 se acordó la intervención de las comunicaciones telefónicas del sospechoso, una diligencia que no dio frutos. Al dirigirse la acción contra él, se paró el reloj de la cuenta atrás del caso. Defiende María del Carmen López que M. J. V. C., desde la primera declaración como investigado en diciembre de 1996 hasta la actualidad, “en ningún momento pidió el sobreseimiento o archivo de las actuaciones respecto a su persona, ni se cuestionaron las diligencias practicadas en el sumario, por lo que no es incongruente mantener el procesamiento”.
Aunque todo parecía en contra, con una torpe investigación inicial (”no se pudo hacer peor”, reconocía en 2014 un mando de la Policía Nacional a este diario) y extrañas lagunas en la documentación, el abogado de las familias, Gerardo Pardo de Vera, ha conseguido sucesivas prórrogas para mantener viva la causa. Las familias no se han cansado de denunciar la “pasividad” de la Fiscalía y la desalentadora lentitud judicial, pero ahora ya ven como una victoria que el hombre en el que pusieron el foco hace tanto tiempo esté tan cerca de sentarse en el banquillo. “Para nosotros ya les has ganado”, le dice uno de los hijos de Elena López, fallecida a los 32 años, a su tía y madrina.
“Nerviosa y emocionada”
“Estoy nerviosa y emocionada”, confiesa la hermana de la cajera asesinada de un disparo a bocajarro, por esa “sensación” personal de “poder decir que ya se sabe, con lo que hemos luchado”. “Con esto está claro que esa persona estuvo implicada en lo que le imputan”, zanja, “y mis sobrinos están contentos, porque necesitan conocer la verdad”. “Este es un paso muy importante”, celebra, aunque reconoce que “hay que ser prudente y no hacerse ilusiones” antes de tiempo. Tanto ellos como los familiares de Esteban Carballedo, que murió con 26 años de otro tiro certero, esperan que a “la Audiencia le valga toda la investigación que ha hecho el juzgado” de Primera Instancia, en el que permaneció anclado el caso después de que se dividiera lo que inicialmente también era juzgado de Instrucción.
Aquel sábado a las ocho de la tarde, Isabel López esperó fuera a su hermana hasta que se inquietó por la tardanza. El local estaba cerrado y las luces seguían encendidas. La mujer intuyó que algo no iba bien y no se atrevió a entrar. Se fue a buscar ayuda y volvió después de las nueve acompañada de su padre y su esposo. Al entrar, se encontraron los cuerpos ensangrentados en medio de una escena dantesca: la música de ambiente aún sonaba y la televisión ante la que aguardaba la hora de cierre Esteban Carballedo estaba funcionando. Elena López apareció derrumbada ante la caja registradora, como si se dispusiera a cobrar la compra a su verdugo cuando este segó su vida. Entre los dos cadáveres a los que habían apuntado a la cabeza había un rastro de huellas manchadas de sangre de calzado deportivo del número 42.
Según ha concluido el juzgado, de la caja fuerte del establecimiento, que estaba abierta porque era la hora en la que se hacía el arqueo, la persona que mató a Elena y Esteban se llevó 3.777.026 pesetas (22.700 euros) y talones por importe de 542.159 (3.258 euros). Nunca apareció el arma, una pistola de nueve milímetros Parabellum semejante a las usadas por los cuerpos de seguridad del Estado. De ella solo salieron tres proyectiles, uno para Elena, otro para Esteban y un tercero que derribó un bote de conserva.
M. J. V. C., un hostelero de origen gallego pero nacido en Euskadi, regentaba en aquella época un local del casco viejo relacionado con el tráfico de drogas. Antes de 2021, solo había declarado por esta causa en 1996. Dijo que no sabía nada y ahí se quedó todo. Varios agentes de la Policía Nacional relacionados con el caso han reconocido en el juzgado que M. J. V. C. fue “siempre” el sospechoso. El procesado era cliente del Cash Record y la jueza destaca que, aunque normalmente el hostelero iba por la semana, poco antes del crimen había empezado a hacer su compra los sábados.
Tras una redada por narcotráfico en el negocio de M. J. V. C., un cliente toxicómano (ya fallecido) declaró que el hostelero lo había llevado en coche un día hasta la entrada del establecimiento mayorista, le había puesto una nueve milímetros en la mano y le había propuesto dar aquel golpe. El testigo aseguró que el hostelero le habló de atracar el Cash Record un sábado por la tarde, porque a esa hora solo estaba la cajera, pero según él se negó a participar.