El diputado que regaña a las mujeres
José María Sánchez, de Vox, protagonista de la mayor tangana parlamentaria en años, se ha especializado en chocar con las diputadas. Los incidentes de esta semana siembran la desazón en el Congreso
Con un bagaje de cuatro décadas de vida política y más de dos como diputado del PP, a Carlos Aragonés se le supone curado de espanto. Y, sin embargo, el que fue jefe de gabinete de José María Aznar y asesor de Mariano Rajoy, ahora presidente de la Comisión de Seguridad Nacional del Congreso, no pudo reprimir su asombro el pasado jueves: “¡Dios mío, no es posible!... Es muy de lamentar”. En medio de un debate que estaba transcurriendo de modo más bien plácido, un diputado de Vox acababa de espetar con maneras desabridas al presidente de la comisión: “Es usted bastante maleducado”. Un momento an...
Con un bagaje de cuatro décadas de vida política y más de dos como diputado del PP, a Carlos Aragonés se le supone curado de espanto. Y, sin embargo, el que fue jefe de gabinete de José María Aznar y asesor de Mariano Rajoy, ahora presidente de la Comisión de Seguridad Nacional del Congreso, no pudo reprimir su asombro el pasado jueves: “¡Dios mío, no es posible!... Es muy de lamentar”. En medio de un debate que estaba transcurriendo de modo más bien plácido, un diputado de Vox acababa de espetar con maneras desabridas al presidente de la comisión: “Es usted bastante maleducado”. Un momento antes, Aragonés ya se había topado con la respuesta desafiante del parlamentario tras formularle una pregunta sobre una mera cuestión formal. “Si se dirige a mí en este tono autoritario, me parece que no le contesto”, retó a Aragonés el representante de Vox.
Ese diputado se llama José María Sánchez García, madrileño de 58 años, jurista de probada erudición, catedrático universitario, juez en excedencia, exletrado del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y antiguo empleado en un gran bufete de la capital. Ese diputado Sánchez que dejaba atónito al curtido Aragonés era el mismo que dos días antes había provocado la mayor tangana de los últimos años en el Congreso, cuando fue expulsado por llamar “bruja” a una parlamentaria del PSOE y se negó a acatar la orden. El mismo catedrático Sánchez que hace años conferenciaba en congresos católicos para lamentar la pérdida de las “notas esenciales del matrimonio, la irrevocabilidad, la unidad, la heterosexualidad” y vaticinaba la inminente legalización de la poligamia en España.
Antes del encontronazo del pasado jueves con Aragonés y del episodio de dos días antes que paseó la imagen de Sánchez, insurgente en medio del hemiciclo, por todas las televisiones, el diputado ya había protagonizado varios choques en sus menos de dos años en el Congreso. Y los más sonados, frente a mujeres. No solo las diputadas de la izquierda, también las del PP tienen en privado palabras muy duras sobre la actitud del parlamentario de Vox con sus contrincantes femeninas.
Uno de sus objetivos habituales es precisamente la portavoz popular, Cuca Gamarra, a quien suele referirse con tono sarcástico como “doña Cuca”. En noviembre pasado, se mofó reiteradamente de los conocimientos jurídicos de Gamarra, entre fuertes protestas de los escaños populares, contrarrestadas con gritos burlones en la bancada de Vox para jalear a Sánchez. “¡Ten piedad! ¡Ten piedad!”, se carcajeaban sus compañeros mientras los populares tachaban su actitud de machista.
Días después, Sánchez arremetió sin motivo aparente contra la parlamentaria popular por Ourense Ana Belén Vázquez, que ni siquiera se encontraba en ese momento en el hemiciclo, y a quien llamó “esa diputada gallega tan chillona”. “Ya, ya sé que es machista”, repuso Sánchez a la indignación que estalló en la bancada del PP, “ahora vendrá doña Cuca a decírmelo”. Vázquez no recibió ni una disculpa de Vox. Es más, la machacaron en las redes sociales ultras. El diputado ya había tenido un estreno estelar en la Cámara a comienzos de 2020 tras calificar un discurso de la entonces vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, como propio “del consultorio de la señora Francis”.
Si se siguen con atención los discursos de los parlamentarios de Vox, es posible advertir un cierto salto generacional entre ellos. Los jóvenes —sobre todo mujeres— salpican sus palabras con los grandes mantras de la nueva extrema derecha mundial y sus ataques al “multiculturalismo” y las “élites globalistas”. Los de mayor edad se ciñen más a los viejos cánones del conservadurismo a ultranza. Entre estos últimos hay personas con exitosas carreras profesionales, como militares de alto rango o juristas. En ese grupo se encuadran dos catedráticos de la Facultad de Derecho de Sevilla: Francisco José Contreras, muy conectado a la organización ultracatólica Hazte Oír, y José María Sánchez, especialista en Derecho Eclesiástico.
De Sánchez siempre han resaltado, según antiguos compañeros universitarios, su “inteligencia y preparación”. También sus ideas muy tradicionales. “Es como un personaje de otra época”, resume un profesor de su facultad. En el Congreso emplea la rancia fórmula —que ya nadie usa allí, excepto algunos de Vox— de “con la venia” para iniciar sus discursos, siempre adornados de citas sobre literatura jurídica. Por el patio de la sede parlamentaria se pasea a menudo con su puro en ristre y una estampa que casi recuerda más a los diputados de la Restauración que al Parlamento de hoy, donde se ven peinados rastas, tatuajes y abundantes zapatillas deportivas.
Sánchez se sienta en la última fila del hemiciclo y, allí, agazapado, fue donde gritó “bruja” el pasado martes, cuando la socialista Laura Berja defendía la ley para imponer sanciones penales a los que hostiguen a mujeres ante las clínicas abortistas. Luego, bajo indicaciones del portavoz de su grupo, Iván Espinosa de los Monteros, se negó a acatar la orden de expulsión y acabó por rectificar con recochineo: “Retiro que le he llamado bruja”.
El incidente ha sembrado desazón en el Congreso. Diputados de varias formaciones, también del PP, subrayan que lo más grave no fue la insubordinación de Sánchez, sino que lo arropase todo el grupo de Vox. Sus compañeros animaron la desobediencia y lo mandaron sentar en la fila ocupada por sus portavoces principales. La presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, llamó luego a su despacho a Espinosa de los Monteros para exigirle respeto a las normas. Entre los grupos crece la sensación de que el Parlamento se está volviendo un peligroso polvorín. Lo lamenta en privado una diputada del PP muy crítica con las actitudes de Vox: “Como no paremos esto, cualquier día vamos a acabar a puñetazos”.