Radiografía de los violentos Hermanos Koala
Los autores de la agresión al joven de Amorebieta forman parte de una peligrosa banda donde conviven dos generaciones
Barakaldo (Bizkaia) ya conoce dos generaciones de Los Hermanos Koala. La pandilla, en la que conviven algunos miembros originales con los menores que se han incorporado en los últimos años, está tocando fondo. De sus integrantes, de entre 15 y 38 años, hay 13 detenidos —la mitad menores— que se exponen a pasar una larga temporada encerrados. Algunos de los miembros del grupo cruzaron la frontera de los pequeños robos y agresiones ...
Barakaldo (Bizkaia) ya conoce dos generaciones de Los Hermanos Koala. La pandilla, en la que conviven algunos miembros originales con los menores que se han incorporado en los últimos años, está tocando fondo. De sus integrantes, de entre 15 y 38 años, hay 13 detenidos —la mitad menores— que se exponen a pasar una larga temporada encerrados. Algunos de los miembros del grupo cruzaron la frontera de los pequeños robos y agresiones la noche del 25 de julio en Amorebieta, al dejar en coma de una paliza a un chico de 23 años que se les encaró por que molestaban a unas amigas. Esa noche la rutina de la violencia se les fue de las manos.
Pero, ¿quiénes son los Koala? En Amorebieta nadie había oído hablar de ellos antes de la noche de la brutal agresión, que los pandilleros grabaron y distribuyeron por las redes sociales. En Barakaldo y otras localidades, sí. Saben que la violencia desbocada, pegarse sin motivo por el mero placer de demostrar su superioridad, es su estado habitual.
El día de la paliza era domingo, y los festivos suelen ser esos días de reuniones y consumo de alcohol en los que LHK ―el acrónimo con el que se identifica el grupo, activo desde hace dos décadas—, se juntan para buscar peleas. No solo actúan en las zonas de ocio nocturno concurridas. También se amparan en la noche para cometer pequeños robos y dar palizas a quien tiene la mala suerte de cruzarse en su camino. No hace falta un motivo. Y si hace falta, cualquiera es válido, incluso un “¿por qué me has mirado?”.
Javier, nombre ficticio, recuerda su encuentro con ellos el verano pasado: “Paseaba con mi novia cuando se me acercaron cuatro chicos. Nos rodearon y nos robaron los teléfonos y el dinero”. El joven, de 16 años y de Barakaldo, y su pareja hicieron lo que les dijeron. “Si te mueves te rajo”, relata que le dijo uno de los asaltantes que llevaba en la mano algo que podía ser una navaja, aunque no llegó a verla bien.
El profesor de Psicología Criminal de la Universidad del País Vasco César San Juan explica: “El 85% de los menores que cometen delitos de violencia no reinciden. El problema es ese 15% restante que pasa una y otra vez por los juzgados, en el que coinciden el fracaso escolar, la desestructuración familiar, las malas compañías... y que va acumulando antecedentes penales”, explica. Ese es el perfil de los que integran LHK. “Muchos de ellos”, describe un trabajador social de Bilbao que pide el anonimato, “proceden de hogares desestructurados en los que ha habido violencia entre cónyuges o la sigue habiendo”.
Imitadores de bandas de Centroamérica y Sudamérica —aunque con una estructura mucho más básica, lo que dificulta la atribución penal de grupo criminal organizado—, en LHK los mayores de edad son los fatales ejemplos de los menores. Muestran sus galones en forma de historial delictivo y se convierten en una especie de héroes para los nuevos, que van haciendo méritos a medida que amplían su historial y acumulan más entradas en los juzgados y en los centros tutelados por la Diputación Foral de Bizkaia.
La policía vasca sabe de sus andanzas después de lustros de peleas, robos, y agresiones, y las comisarías de cada localidad emiten informes periódicos evaluando si alguno de sus miembros se está radicalizando o si la actividad de sus integrantes avanza hacia delitos más graves.
La Ertzaintza estima que LHK no tiene más de 30 miembros activos, con lo cual prácticamente la pandilla está desarticulada después de las 13 detenciones. Pero hay otras bandas que pueden tomarle el relevo. “LHK no era precisamente de las pandillas más activas”, asegura un agente. En 2019 tenían 24 de estos grupos localizados en el País Vasco. Quedan entre ellos para pegarse y la Ertzaintza interviene cuando detecta este tipo de citas para identificarlos.
Al ser mayoritariamente menores, entran y salen de los juzgados en el día y vuelven a delinquir. “Si les encontramos una navaja les ponemos una multa de 600 euros, pero poco más podemos hacer salvo tenerlos monitorizados” lamentan fuentes de la Ertzaintza.
Pasó lo mismo el 23 de diciembre de 2017 cuando el jugador de la Sociedad Deportiva Amorebieta Ibon Urrengoetxea murió tras sufrir un robo a manos de dos críos de 13 y 14 años en el centro de Bilbao. El grupo al que pertenecían se hacía llamar The Ghetto Family. Durante el forcejeo lo empujaron, cayó al suelo y falleció tras golpearse en la cabeza con la acera.
El fenómeno de las pandillas violentas no es exclusivo de Bizkaia. En Álava y Gipuzkoa también hay grupos que quedan para pegarse, cometer pequeños robos y agredir a terceros como una forma de diversión e iniciación de los nuevos miembros. Hasta que a alguien se le va la mano y pasa algo grave. “Entonces ya es demasiado tarde”, explica otro agente. A partir de ese momento ya no les protege la manada, les toca afrontar solos su responsabilidad y su futuro.