Relato de un rescate en alta mar tras 17 días a la deriva: “La tripulación se echó a llorar, y yo también”
El capitán del carguero ‘Cape Taweelah’ revive la operación de salvamento de este martes tras la que falleció una niña. Los padres de la pequeña, que viven en Francia y esperaban su llegada, recibieron la noticia por teléfono
El capitán Jonathan Funa cumplió 48 años el martes. Ese día era el 43 de la ruta del imponente carguero Cape Taweelah entre el puerto de Hay Point en Australia hasta el de Las Palmas de Gran Canaria. Posteriormente, tras repostar, tenía previsto reemprender la marcha hasta su destino final en Dunkerque (norte de Francia), previa escala en Gijón. Era un viaje especial para el marino nacido en Cayagán de Oro (Mindanao, Filipinas): tras 29 años de servicio, esta iba a ser su última misión antes de la jubilación. “D...
El capitán Jonathan Funa cumplió 48 años el martes. Ese día era el 43 de la ruta del imponente carguero Cape Taweelah entre el puerto de Hay Point en Australia hasta el de Las Palmas de Gran Canaria. Posteriormente, tras repostar, tenía previsto reemprender la marcha hasta su destino final en Dunkerque (norte de Francia), previa escala en Gijón. Era un viaje especial para el marino nacido en Cayagán de Oro (Mindanao, Filipinas): tras 29 años de servicio, esta iba a ser su última misión antes de la jubilación. “Durante el día, mi tripulación me había organizado varias sorpresas para hacerme llorar el día de mi cumpleaños”, relata a EL PAÍS a través de correo electrónico. “Pero no lo consiguieron”. Horas después, Funa y sus 20 tripulantes participaron en el peligroso rescate de 34 personas, tuvieron que dejar a la deriva el cadáver de una mujer y ver cómo evacuaban en estado crítico a una niña de cinco años que acabó falleciendo durante el vuelo. ”Entonces sí que lloré”.
El 12 de junio había partido de la localidad de Dajla (antigua Villa Cisneros, en el Sáhara Occidental) una patera con 35 personas a bordo: 16 mujeres, 13 varones y seis niños. Entre estos menores se encontraba una niña, la triste protagonista de otra dramática historia de la letal ruta canaria. Desde hace diez días, explica en conversación telefónica la portavoz de la ONG Caminando Fronteras, Helena Maleno, un matrimonio de emigrantes marfileños llamaba a diario desde Francia al colectivo para preguntar si había llegado a Canarias su hija Fatmate, de cinco años, a la que ellos siempre han llamado Yamila (Hermosa). La pareja vive en Francia con su otro niño, de un año y ocho meses. La mujer está embarazada de nuevo. Pese a llevar tiempo en el país, aún no han podido conseguir los papeles que les hubieran permitido intentar reunirse antes con Yamila por otros cauces. Por eso, Fatmate tuvo que partir a bordo de la patera junto con su tía segunda, la prima de la madre, quien sí sobrevivió al viaje. Este jueves, relata Maleno, el matrimonio recibió la triste noticia a través de su prima, por teléfono. Fatmate había muerto tras 17 días en el mar cuando estaba cerca del hospital.
Caminando Fronteras ha establecido contacto con las autoridades españolas para que permita al matrimonio viajar a Canarias por razones humanitarias y así poder estar presentes en el entierro de su pequeña.
El viaje letal
El viaje entre Dajla y las costas canarias suele requerir entre cinco y seis días de navegación. La patera perdió el rumbo y estuvo perdida durante 17 jornadas, hasta que a las 10.30 de la mañana del 29 de junio fue avistada por la tripulación del carguero, de 292 metros de eslora (unos 100 metros menos que el Ever Given, el carguero que en marzo encalló en el canal de Suez y que colapsó durante seis días el comercio internacional). “Era un día de mala mar”, recuerda Jonathan Funa. Inmediatamente tras el avistamiento se puso en contacto con el Centro de Control del Tráfico Marítimo (MRCC por sus siglas en inglés) de Las Palmas, a quien agradece su rapidez y agilidad. En ese momento, dice, ya tenía “un solo pensamiento en mente”: “Subirlos a todos a bordo con vida”.
La tripulación del Cape Taweelah comenzó las maniobras de transbordo, con las complicaciones de la meteorología y las propias de un buque que no está pensado para llevar a cabo rescates. En una primera fase lograron subir a dos náufragos. “La primera persona que izamos me informó de que había una mujer muerta a bordo de la embarcación de migrantes, y lo pude confirmar durante la fase final de la operación”.
Pero Funa, entonces, decidió interrumpir el rescate. Y no solo debido al mal tiempo. El nerviosismo de los migrantes fue determinante. “Al acercarse a la embarcación, dos personas saltaron desesperadamente de la embarcación y nadaron hacia nuestro barco, lo que dificultó mucho mis maniobras y el uso del motor, ya que podrían ser atrapados por la hélice”. El capitán informó al MRCC de Las Palmas de la interrupción., por lo que el centro de control envió a la Guardamar Talía, que tardaría 12 horas en llegar al punto. Pidió a Funa, como es costumbre en alta mar, que mantuviese su posición cerca de la patera. “Sin embargo, mientras miraba el bote, y animado por mis oficiales en el puente, decidí acercarme de nuevo al bote”. Esta vez, la operativa fue distinta. Y la Talía dio media vuelta y regresó a su base.
La tripulación dio un micrófono a uno de los migrantes rescatados y les pidió que les dijese a los que permanecían en la barquilla que cuando se acercasen mantuviesen la calma y permaneciesen en el barco. “Dígales que si alguien salta, abortaré la operación”, relata. Funcionó. “Lanzamos con éxito nuestros cabos al barco y una vez asegurados tiramos lentamente del barco y lo trajimos al costado”.
Rescate “muy difícil”
Quedaba, sin embargo, mucho por hacer. “La operación de rescate fue muy difícil debido al estado del mar y a que todos los migrantes estaban muy débiles. La mayoría ni siquiera podía subir la escalera. Por eso, tuvimos que subirlos usando el pescante (el dispositivo en los barcos usado para izar o arriar pesos a bordo), al que fijamos una bolsa de tonel y una red”. Uno a uno fueron subiendo. Solo quedó en la patera el cadáver de una mujer, que permanece a la deriva en aguas del Atlántico.
Fue entonces cuando Funa recuerda haber visto por vez primera a la pequeña Fatmate. “Vi a miembros de mi tripulación llorando al ver el mal estado en el que se encontraba la pequeña. Entonces sí que comencé a llorar yo mismo. Cuando se la llevaron en helicóptero estaba seguro de que iba a sobrevivir tras soportar 17 días en el mar”.
El resultado fue desgraciadamente distinto. “Al día siguiente pregunté al MRCC por su estado. La noticia nos rompió el corazón a mí, a mis oficiales y a la tripulación que cuidó de la pequeña”, explica. Y desde entonces tengo un pensamiento. Ojalá haber llegado antes a la patera y haber tenido tiempo de salvar a la niña y a la mujer”.
Quedaba la travesía de algo más de un día hasta llegar a Santa Cruz de Tenerife y dejar a 32 supervivientes en tierra firme. “Fue un día ajetreado”, rememora. “Hubo que hacer muchos informes y atender a los migrantes. Detuvimos todas las actividades a bordo”.
El Cape Taweelah fondeó en la noche del jueves en la bahía de Santa Cruz. Otro helicóptero tuvo que trasladar al hospital de urgencia a tres migrantes, primero al aeropuerto Tenerife Norte, y posteriormente al hospital con signos extremos de deshidratación, uno grave y dos con pronóstico moderado, según el 112 Canarias.
Funa admite que no olvidará la imagen de Fatmate en la última misión de su carrera, el día de su 48 cumpleaños. Pero asegura que, pese a ello, también quiere conservar un buen recuerdo de lo vivido: “Al final, salvar vidas es la mejor sensación que se puede tener”.