Inés Arrimadas se queda a las puertas de la manifestación de Colón
La líder de Ciudadanos calcula perfectamente el tiempo para no arriesgarse a una nueva foto conjunta con PP y Vox
El horario fue perfecto. A las 11.40, la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, había citado a los medios en la entrada de la Biblioteca Nacional para ofrecer unas declaraciones. Llegaba con calma por Recoletos, tocada con sombrero de paja decorado con la bandera española. Arrimadas se presentó diez minutos tarde. Pero fueron providenciales. Los justos para que después de atender a los periodistas, avanzara hacia la verja que accedía ...
El horario fue perfecto. A las 11.40, la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, había citado a los medios en la entrada de la Biblioteca Nacional para ofrecer unas declaraciones. Llegaba con calma por Recoletos, tocada con sombrero de paja decorado con la bandera española. Arrimadas se presentó diez minutos tarde. Pero fueron providenciales. Los justos para que después de atender a los periodistas, avanzara hacia la verja que accedía a la plaza de Colón y un miembro de la organización la detuviera: “¡No puede entrar!”.
Miguel Ángel se llamaba el hombre que no daba su brazo a torcer: “Las normas son las normas. El aforo está completo. No pueden pasar”. La delegación de Ciudadanos, con Arrimadas en el centro, Edmundo Bal, Daniel Pérez y una abultada representación de las pocas caras conocidas que quedan en Ciudadanos, no hizo aspavientos. Lo encajaron más que deportivamente. Con cierto alivio, incluso. En esto, se presentó Begoña Villacís, la teniente de alcalde de Madrid, del mismo partido. Ella sí traspasó la barrera. Pero no avanzó. Trató de convencer a algunos miembros de la organización, pero Arrimadas, en vez de interesarse, esperaba a una distancia prudente. Tampoco insistía.
Apareció un agente de policía: “Aquí no pueden estar, cortan el paso”. Otra buena excusa para retroceder. Arrimadas había llegado tarde, pero puntual, para evitar riesgos incómodos. En la anterior foto de Colón alegó que había perdido el avión. Este domingo marcó su propio ritmo para apartarse. En su muñeca lucía un Fitbit digital. “Mide muy bien los pasos ahora que no hago tanto deporte”, nos dijo.
Y tanto que mide los pasos. Los suyos ayer eligieron merodear fuera de la zona cero. Aunque también se arriesgara a unos cuantos improperios. De todo le dijeron. “¡Traidora! ¿Qué haces aquí?”. Se acercaban a ella simpatizantes con banderas de Vox y la recriminaban. Una mujer confesaba haber votado al PSOE, a Ciudadanos y a Díaz Ayuso, por ese orden. “Pero no a Pedro Sánchez”.
Unos simpatizantes de Valencia se salieron del recinto en el que la líder no pudo entrar para saludarla. Se quedaron con ella. Les agradeció el madrugón. Departía y se hacía selfis junto a la entrada del Teatro Fernán Gómez. Sacaba el móvil de vez en cuando para grabar el panorama. Ni rastro de indignación, más allá de las críticas al Gobierno. Fuera del círculo ardiente de la derecha, se encontraba más a gusto. Villacís la acompañó y le ayudaba a bregar contra las críticas. De vez en cuando, la vicealcaldesa se arrancaba con un lema anti-Sánchez.
Cuando Arrimadas veía un micrófono, atendía a los medios. El mantra lo tenía claro: “Estos indultos no se hacen por Cataluña. Los que sufrimos allí el golpe estamos hartos de que nos vendan por cuatro votos en el Congreso”. A las 11.55 comenzaron desde la tribuna los discursos. Mientras, convenientemente lejos de allí, la líder de Ciudadanos no prestaba atención a las consignas de los organizadores. Arreciaba el sol y ella se protegía con su gorro de paja y mucha labia. El reloj digital, ni lo miró. Ya había cumplido con el plan. Cronometrar perfectamente su papel en esa mañana de domingo para evitar el foco no deseado que en su día quemó a su partido.