Vox se pone el mono de obrero por el 1º de Mayo
Abascal apadrina la puesta de largo de su “sindicato anticomunista” Solidaridad
David García se presenta como “el diputado obrero”. Es el único obrero, pero no el único diputado que toma la palabra en el acto del sindicato Solidaridad este 1º de mayo. De hecho, todos los oradores que ocupan la tribuna son diputados: García, en el Parlamento valenciano; Rocío Monasterio, en la Asamblea de Madrid; Rodrigo Alonso, en el Parlamento andaluz; y...
David García se presenta como “el diputado obrero”. Es el único obrero, pero no el único diputado que toma la palabra en el acto del sindicato Solidaridad este 1º de mayo. De hecho, todos los oradores que ocupan la tribuna son diputados: García, en el Parlamento valenciano; Rocío Monasterio, en la Asamblea de Madrid; Rodrigo Alonso, en el Parlamento andaluz; y Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados. Y todos son de Vox.
Unas 600 personas con banderas españolas se congregan ante el escenario instalado en la madrileña plaza de Conde de Casal. No hay ninguna diferencia con los mítines electorales del partido ultra, salvo que una hormigonera, un tractor y un contenedor tuneados completan la escenografía y el verde claro de Vox ha sido sustituido por el verde oliva de su sindicato.
La creación de Solidaridad la anunció el propio Abascal el 5 de julio de 2020, en la campaña electoral de las elecciones gallegas; y para su puesta de largo ha elegido la Fiesta del Trabajo de 2021, a 72 horas de las elecciones madrileñas. Además del acto central en Madrid, hay caravanas de vehículos en las capitales de provincia. Su secretario general, Rodrigo Alonso, se presenta como “un currante”, el “único líder sindical que sabe lo que es ganarse el pan con el sudor de su frente” y que lleva “toda la vida trabajando en el campo”. No obstante, según su biografía, antes de ser portavoz adjunto de Vox en el Parlamento andaluz, fue empresario de telecomunicaciones y marketing digital y concejal de Hacienda durante ocho años del Ayuntamiento de Antas (Almería) por el PP. Como diputado regional, saltó a la fama cuando espetó a la representante de Adelante Andalucía: “Olvídense de los ricos. Los ricos son ricos por naturaleza”. O cuando fue denunciado por arrancar carteles del tablón de información sindical del Parlamento autónomo y arrojarlos a la basura.
Solidaridad asegura contar con más de 10.000 afiliados. Sin embargo, en su primera asamblea general, celebrada el 5 de diciembre pasado, solo votaron 348, de los que el 97% ratificaron al secretario general, según informó el sindicato en su web. Con esos apoyos, Alonso no solo fue elegido hasta 2024 sino que se blindó en el cargo, cambiando los estatutos para que nadie pueda disputárselo sin al menos tres años de antigüedad en el sindicato y el aval del 20% de los afiliados.
Desde el escenario se invita a los asistentes a afiliarse a través de la página web: no podría ser de otro modo, pues en la sede nacional del sindicato, en el madrileño barrio de Chamberí, ni hay ningún cartel ni señal identificativa, lo que dificulta hacerlo en persona. Y aunque el secretario general asegura que ya tiene presencia en 150 empresas, solo a un sector laboral le hace un guiño en su discurso: el de los vigilantes privados de seguridad, para rechazar el aumento del 1% pactado en su nuevo convenio.
Alonso concentra todos los poderes en la organización —es el único cargo que eligen los afiliados, además del tesorero—, pero en la puesta de largo de Solidaridad actúa como telonero. Quien cierra el acto del “sindicato anticomunista”, según su definición, es el líder del partido, Santiago Abascal. Es este quien con mayor dureza arremete contra “los sindicatos corruptos de clase”, a los que acusa de ser “los mayordomos del poder” y “rendir pleitesía al Gobierno social-comunista”.
“Fanatismo climático”
Con un programa económico ultraliberal, Vox utiliza tres ejes para intentar atraerse el apoyo de los trabajadores: la crítica a lo que llama el “fanatismo climático”, que provocaría la deslocalización de las industrias contaminantes a países menos exigentes en materia ambiental; la “inmigración ilegal”, que llevaría inseguridad a los barrios humildes y deprimiría los salarios, reclutando un “ejército de reserva” de trabajadores no cualificados que compite con los autóctonos; y la “competencia desleal” de los productos agrícolas de países menos desarrollados, que utilizarían mano de obra semiesclava y no cumplirían los requisitos fitosanitarios. Todo ello, según Abascal, en aplicación de un plan diseñado por las “élites globalistas” con la complicidad de los sindicatos y los partidos de izquierda, frente al que los ultras levantan la bandera del proteccionismo, nacionalista y autárquico.
Aunque la mayor parte de las embestidas se dirigen contra la “mafia sindical”, Alonso también arremete contra el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, quien dijo que no veía “muy oportuna” la decisión de Vox de crear un nuevo sindicato; y Abascal, contra la presidenta del Santander, Ana Patricia Botín, por su compromiso contra el calentamiento global y con el feminismo.
El líder de Vox critica la reforma legal que despenaliza la actuación de los piquetes de huelga, una de las reivindicaciones de los sindicatos de clase; y clama por el fin de las subvenciones públicas a partidos, organizaciones sindicales y patronal; aunque Solidaridad, como Vox, está dispuesta a cobrarlas, según sus estatutos.
Además de servirle de salvoconducto para penetrar en sectores obreros, Solidaridad actúa como brazo ejecutor de Vox en sus ataques contra la izquierda (por ejemplo, colocando carteles ante la sede de partidos y sindicatos) y como campo de pruebas para futuras campañas: el polémico cartel contra los menores no acompañados que se ha visto en Madrid tuvo su precedente en Cataluña. Entonces no había abuela ni joven embozado, pero la idea era la misma. Decía: “640 euros/mes a cada mena [menor extranjero no acompañado]” frente a “0 euros para hostelería”. Lo firmaba Solidaridad.